Hay épocas en la escritura
asociadas al consumo de alcohol y estupefacientes, tal la de la generación beat en Estados Unidos en el tercer
tercio del siglo veinte. Parece que las musas estuvieran muy a gusto en los
vapores etílicos y que la capacidad creadora fuera pareja con la capacidad
consumidora de sustancias estimulantes.
Ahora, sin embargo, estamos en
el puritanismo del cuidado de la salud. No queda bien visto airear costumbres
insanas. Las generaciones jóvenes se forman entre comidas sin excesos y a base
de patearse el campo y la montaña para respirar aires puros. La inspiración se
sienta a la mesa de trabajo frente a la ventana abierta.
Así que releo con gusto La leyenda del Santo Bebedor, de Joseph
Roth (1894-1939), tenido por uno de los escritores centroeuropeos más
consistentes del siglo veinte (junto a Musil y a Broch), en la que el
protagonista se ve continuamente impelido por los efectos de la absenta a
retrasar el cumplimiento de una promesa: devolver a Santa Teresita de Lisieux,
en París, una cierta cantidad de dinero que le han regalado. El autor, por
supuesto, escribe con conocimiento de causa, pues es dado a las tertulias hasta
la madrugada llegando a ese límite en que no queda clara la línea en la que se
sitúa la ebriedad. (También es cierto que escribía por la mañana, sin beber
nunca).
Carlos Barral, que confiesa «mi respeto
cultural a la embriaguez y mi asco a los abstemios», realiza un pequeño prólogo
a este texto que se reedita constantemente desde que se tradujo en 1981 (la
original es de 1939), en el que se posiciona contra el apostolado de la
temperancia, pues «Todos sabemos, sin necesidad de reclamar la asistencia de
los ángeles o de los dioses, que el borracho hace cosas imposibles. ¿Quién no
ha traducido, con exactitud y con gracia, lenguas que ignora por completo? ¿Quién
no ha reconocido como hermosísima a una persona que la ceguera del vulgo señala
como fea? ¿Quién no ha dialogado, y con provecho, con estatuas inexistentes que
nunca han sido y jamás serán esculpidas?».
Todo tiene cabida en la literatura. Desde alguien que ve la belleza de una flor en su simpleza hasta aquel que la ve doble de bella,.
ResponderEliminarYa lo creo, ebge, aunque por el mismo precio...
EliminarMaravilloso comentario. ¡Qué preciosidad!
ResponderEliminarGracias.
No lo he leído, pero un Santo Bebedor debe de ser curioso.
ResponderEliminarGracias.
Ya lo creo. Tiene una distendida tensión que lo hace atractivo.
EliminarGracias.
Cuando Carlos Barral comenta "mi respeto cultural a la embriaguez y mi asco a los abstemios" yo entraría en total desacuerdo con él.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Conchi. Creo que se refiere al aspecto negativo de la gente que es puritana en esto y, luego, corta las alas a quienes están con ella.
ResponderEliminarUn abrazo.