Abundan los espectáculos
alimentados por vidas personales o, tal vez sea mejor decir, por escabrosos
sucesos de la existencia de gentes del famoseo. Discutimos con frecuencia sobre
dónde están los límites y, siempre, damos vueltas alrededor de parecidos
argumentos. Al final, todo queda como estaba.
En literatura ocurre algo
parecido. Hay quienes opinan que no es ético convertir las interioridades
propias en asunto literario. En cambio, hay quienes opinan que ello es secundario,
pues el tiempo se encarga de borrar a las personas y lo que permanece es la
obra e, incluso, dicen que, bien mirado, nos podemos preguntar si hay algún texto
que no sea autobiográfico. El caso es que hay plumas sobre las que se proyecta
el remoquete de confesional, como le
sucediera ya durante su vida a Anne Sexton (1928-1974).
Mujer de marcada personalidad,
comenzó a tener serios problemas depresivos después de tener a su primera hija ‒Linda
Gray Sexton, hoy novelista, que en 1994 publica un libro autobiográfico sobre
la controvertida relación de su madre con ella‒ en 1953, por lo que inicia una
serie de entradas en un sanatorio psiquiátrico, repetidas en años posteriores.
El doctor que la atiende la convence para que escriba poesía, algo que hace
después de inscribirse en un curso (en el que conoce a la también poeta Maxine
Kumin, con la que mantiene una estrecha relación hasta su muerte). Pero Anne
desborda lo bien visto, lo esperado y toma como asunto principal de sus versos
las vivencias que tiene con las depresiones y los remedios del sanatorio. Es
una poetisa confesional, a la que no le importa hablar de la menstruación, del
útero, del aborto, de la drogadicción o de la clínica.
El éxito es espectacular desde
la publicación de su primer libro en 1960 ‒Al
manicomio y casi de vuelta‒, especialmente por el recibimiento que tiene
entre las mujeres (pues muchos de los críticos hombres no aguantan este descaro).
Premio Pulitzer en 1967. Clases en la Universidad de Boston. Talleres de
poesía. Lecturas públicas ante miles de espectadores en las que Anne luce todo
su esplendor. Cierto que la poesía no la curó, solo la hizo poeta. Un buen día
decidió irse de este mundo.
[Notable es la edición que hace
Linteo (Orense) en 2013 de su obra, traducida por Reina Palazón].
" el tiempo se encarga de borrar a las personas y lo que permanece es la obra"
ResponderEliminarQué duda cabe que la obra de esta poeta será lo que quede. Quizá, si después de unos años ponemos los videos de esos "espectáculos alimentados por vidas personales o por escabrosos sucesos de la existencia de gentes del famoseo", ni permanece la obra, ni las personas.
Así parece que tendría que ser, pero... nunca se sabe.
Eliminarpiękna pani i piękne zdjęcie
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
EliminarBienvenida.
Me gusta el estilo de este blog.
ResponderEliminarMe ha encantado lo que he leído de esta poetisa. Me gustaría conocer mucho más de su vida, tragedias y éxitos.