Lo habían dejado boca abajo
en la mesa de novedades de la Biblioteca del barrio. Distrayéndome, levanté la parte de
atrás de la cubierta al tiempo que hacía un abanico con las últimas hojas y
¡oh, sorpresa! estaban en blanco. Algo tocado, cogí el libro y las conté:
cuatro hojas, ocho páginas, más las dos de cortesía, dedicadas al silencio,
inmaculadas, dejadas por la editorial en ese espacio en el que suele incluir
listados o publicidad de sus publicaciones. Sin dudarlo, aun sin leer el título,
lo llevé en préstamo. «¿Te gusta este autor?», me dijo el que atendía el puesto
al que acudí en el mostrador. «Si te digo la verdad, no he mirado de quién es»,
contesté, y me miró extrañado mientras lo desmagnetizaba y mientras me
arrepentía de mi sinceridad. La Bibliotecaria, que estaba en el puesto de al
lado atendiendo el montón de cuentos, música y películas de una familia,
sonrió.
En la tienda, al tiempo que
llenaba la cesta de la compra, con el libro encima, me fijé en la fotografía
que destacaba entre las manzanas, el pan y las anchoas: una mesa atestada de
papeles, estampas, cajitas y hasta una taza, un despertador y una bombilla. Al
llegar a casa –necesitado de apartamiento– le di la vuelta y leí el título: Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumi
Hrabal (1914-1997). O sea que era eso, me estaba esperando el libro del autor
del que había leído hacia tiempo que afirmaba haber vivido solo para
escribirlo.
«Hace treinta y cinco años
que trabajo con papel viejo y ésta es mi love
story. Hace treinta y cinco años que prenso libros y papel viejo, treinta y
cinco años que me embadurno con letras, hasta el punto de parecer una
enciclopedia, una más entre las muchas de las cuales, durante todo este tiempo,
habré comprimido alrededor de treinta toneladas, soy una jarra llena de agua
viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más
bellos pensamientos, soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son
mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he adquirido leyendo…»
¿Cómo describir la
existencia de Haňt’a en el sótano donde pasa la vida trabajando? Allí ve las
profundidades de la sociedad y escucha a lo lejos los combates a muerte (que
nunca cesarán) entre las personas, capitaneadas por gente que anula (y dirige)
al resto. Las apariencias avanzan racionalmente. Haňt’a resiste con el alcohol, con la amistad y con la belleza.
Un libro que está esperándote. Eso sí que es un lúcido descubrimiento.
ResponderEliminarSaludos.
Aunque no sé qué dirá la comunidad científica de estos "sucesos".
EliminarSaludos.
Me ha gustado cómo lo explicas...
ResponderEliminarA veces, tengo la sensación de que hay libros que parecen esperar que los leas, en un momento determinado y en unas circunstancias concretas.
Saludos
Gracias, Conxita. La verdad que son circunstancias que se dan así, como si estuvieran propuestas de antemano.
ResponderEliminarSaludos.