lunes, 23 de marzo de 2015

Bocados exquisitos

Lo habían dejado boca abajo en la mesa de novedades de la Biblioteca del barrio. Distrayéndome, levanté la parte de atrás de la cubierta al tiempo que hacía un abanico con las últimas hojas y ¡oh, sorpresa! estaban en blanco. Algo tocado, cogí el libro y las conté: cuatro hojas, ocho páginas, más las dos de cortesía, dedicadas al silencio, inmaculadas, dejadas por la editorial en ese espacio en el que suele incluir listados o publicidad de sus publicaciones. Sin dudarlo, aun sin leer el título, lo llevé en préstamo. «¿Te gusta este autor?», me dijo el que atendía el puesto al que acudí en el mostrador. «Si te digo la verdad, no he mirado de quién es», contesté, y me miró extrañado mientras lo desmagnetizaba y mientras me arrepentía de mi sinceridad. La Bibliotecaria, que estaba en el puesto de al lado atendiendo el montón de cuentos, música y películas de una familia, sonrió.
En la tienda, al tiempo que llenaba la cesta de la compra, con el libro encima, me fijé en la fotografía que destacaba entre las manzanas, el pan y las anchoas: una mesa atestada de papeles, estampas, cajitas y hasta una taza, un despertador y una bombilla. Al llegar a casa –necesitado de apartamiento– le di la vuelta y leí el título: Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumi Hrabal (1914-1997). O sea que era eso, me estaba esperando el libro del autor del que había leído hacia tiempo que afirmaba haber vivido solo para escribirlo.
«Hace treinta y cinco años que trabajo con papel viejo y ésta es mi love story. Hace treinta y cinco años que prenso libros y papel viejo, treinta y cinco años que me embadurno con letras, hasta el punto de parecer una enciclopedia, una más entre las muchas de las cuales, durante todo este tiempo, habré comprimido alrededor de treinta toneladas, soy una jarra llena de agua viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más bellos pensamientos, soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he adquirido leyendo…»

¿Cómo describir la existencia de Haňt’a en el sótano donde pasa la vida trabajando? Allí ve las profundidades de la sociedad y escucha a lo lejos los combates a muerte (que nunca cesarán) entre las personas, capitaneadas por gente que anula (y dirige) al resto. Las apariencias avanzan racionalmente. Haňt’a resiste con el alcohol, con la amistad y con la belleza.

4 comentarios:

  1. Un libro que está esperándote. Eso sí que es un lúcido descubrimiento.

    Saludos.

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    1. Aunque no sé qué dirá la comunidad científica de estos "sucesos".

      Saludos.

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  2. Me ha gustado cómo lo explicas...
    A veces, tengo la sensación de que hay libros que parecen esperar que los leas, en un momento determinado y en unas circunstancias concretas.
    Saludos

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  3. Gracias, Conxita. La verdad que son circunstancias que se dan así, como si estuvieran propuestas de antemano.

    Saludos.

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