Los colores no existen, dice la
ciencia. Pero vuelvo al final de este invierno a mirar las violetas en el
arriate de la Isla, como cada año. Tampoco es que sean violetas, son vincas. No
importa. Al igual que los sauces, si cierras los ojos, muestran aquí los
almendros de hoja verde, los cerezos en flor del Sur. Dos borrachos del barrio
se recuestan en la rivera, a unos metros apenas, sabiendo que son parte de la
tribu, su delirio les da personalidad y cadenas. Medea me acompaña porque supone (y acierta)
que estos días tiendo a sentirme culpable del frío de estas tierras. Ovidio se
acerca, se queda mirando al abejorro que liba en las pequeñas flores y, algo
ensimismado en el vuelo circular, nos pregunta el camino del mar.
Soledad Zurera escribió hace un
tiempo La blusa violeta, vistiéndola
en el poemario de su viaje a los espacios de la infancia (que publicó la
colección Barrio de Maravillas):
Me observo en el espejo tras la
blusa violeta.
Yo era una muchacha pobremente vestida.
Llevaba cántaros de agua en las manos
Y cantos de perdices en las
trenzas.
Ahora llego a desabrocharme la blusa violeta;
Aquí, en la tapia en que
florecen los jazmines;
Recorres los botones desabrochados de la blusa violeta:
La calle que habitabas tan
distinta y tan distante.
Triste tiene la mirada la mujer de la blusa violeta:
La música que suena es distinta a su música:
Retornan a ser los mismos
vencejos de la infancia.
La otra tarde llevaba mi misma
blusa violeta.
Queda el rastro de una rosa en el ojal de la camisa;
Sobre los botones blancos de una
blusa violeta.
Una entrada sutil, delicada, como el propio color violeta.
ResponderEliminarSaludos
Marinela
Gracias, Marinela, es uno de los escasos rincones de sutileza en esta ciudad.
EliminarSaludos.
Me gustan las violetas, delicadas, abiertas con coquetería a las miradas sin pudor...
ResponderEliminarBesos
Ya lo creo, María, parece que no están y, sin que te des cuenta, te han absorvido.
ResponderEliminarBesos.
Ritual de primavera y del amor. Será por eso que para consolarse de su falta las hicieron confitadas.
ResponderEliminarNunca las he comido así. Seguro que están deliciosas.
EliminarSaludos.
La belleza nos consuela. ¿Es suficiente?
ResponderEliminarSaludos.
Depende de para quién, según creo.
EliminarSaludos.
Qué sauce no va a sentirse alagado por tus palabras. Les has vestido de blanco y violeta con tu mirada. Se lo merecen.
ResponderEliminar