miércoles, 18 de marzo de 2015

Violetas de marzo

Los colores no existen, dice la ciencia. Pero vuelvo al final de este invierno a mirar las violetas en el arriate de la Isla, como cada año. Tampoco es que sean violetas, son vincas. No importa. Al igual que los sauces, si cierras los ojos, muestran aquí los almendros de hoja verde, los cerezos en flor del Sur. Dos borrachos del barrio se recuestan en la rivera, a unos metros apenas, sabiendo que son parte de la tribu, su delirio les da personalidad y cadenas. Medea me acompaña porque supone (y acierta) que estos días tiendo a sentirme culpable del frío de estas tierras. Ovidio se acerca, se queda mirando al abejorro que liba en las pequeñas flores y, algo ensimismado en el vuelo circular, nos pregunta el camino del mar.
Soledad Zurera escribió hace un tiempo La blusa violeta, vistiéndola en el poemario de su viaje a los espacios de la infancia (que publicó la colección Barrio de Maravillas):
Me observo en el espejo tras la blusa violeta.
Yo era una muchacha pobremente vestida.
Llevaba cántaros de agua en las manos
Y cantos de perdices en las trenzas.
Ahora llego a desabrocharme la blusa violeta;
Aquí, en la tapia en que florecen los jazmines;
Recorres los botones desabrochados de la blusa violeta:
La calle que habitabas tan distinta y tan distante.
Triste tiene la mirada la mujer de la blusa violeta:
La música que suena es distinta a su música:
Retornan a ser los mismos vencejos de la infancia.
La otra tarde llevaba mi misma blusa violeta.
Queda el rastro de una rosa en el ojal de la camisa;
Sobre los botones blancos de una blusa violeta.

9 comentarios:

  1. Una entrada sutil, delicada, como el propio color violeta.

    Saludos
    Marinela

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    1. Gracias, Marinela, es uno de los escasos rincones de sutileza en esta ciudad.

      Saludos.

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  2. Me gustan las violetas, delicadas, abiertas con coquetería a las miradas sin pudor...
    Besos

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  3. Ya lo creo, María, parece que no están y, sin que te des cuenta, te han absorvido.

    Besos.

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  4. Ritual de primavera y del amor. Será por eso que para consolarse de su falta las hicieron confitadas.

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    1. Nunca las he comido así. Seguro que están deliciosas.

      Saludos.

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  5. La belleza nos consuela. ¿Es suficiente?

    Saludos.

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  6. Qué sauce no va a sentirse alagado por tus palabras. Les has vestido de blanco y violeta con tu mirada. Se lo merecen.

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