Quienes dibujamos no solo dibujamos a fin de hacer visible para los demás algo que hemos observado, sino también para acompañar a algo invisible hacia su destino insondable.
No sé si puede decirse que el disponer
de un libro agradable o útil (a no ser que fuera una extensión blanquinegra de
tipo borgesiano) es suficiente razón para que pueda existir una biblioteca,
mucho más si esta es pública. Lo que sí parece razonable decir es que encontrar
un libro que te impacte justifica visitarlas. Eso es lo que me ha ocurrido en
los últimos días con El cuaderno de Bento,
de John Berger. Escrita en 2011, pronto se ha traducido al español, pues lo ha
sido en 2012. Había oído hablar de él, pero no me había topado con sus páginas
(ya que soy algo cavernícola con los productos electrónicos) y mucho menos
había imaginado su interior.
Quienes tienen familiaridad con
el mundo del arte, conocen sus aportaciones al mismo; básicas algunas de ellas,
tal su Modos de ver, que desde su
aparición en 1972 se considera un texto magistral para la crítica de las obras
de creación. Pero el cuaderno es algo
más. Bento es uno de los nombres ‒tal vez el más cariñoso‒ con que se conoce a
Baruch Spinoza (o Espinosa), y el libro intercala proposiciones de la Ética del filósofo («. Solo lo hombres libres se muestran mutuamente agradecidos [...] La idea de que
constituye el ser formal del alma humana es la idea del cuerpo, el cual se
compone de muchísimos individuos muy compuestos») entre las historias dibujadas
o los dibujos historiados que se suceden en sus páginas.
Contemplar un dibujo suele
gustarme tanto como hacerlo con obras de mayor calado, pero no había encontrado
quien me explicara su gestación, su, nacimiento, su infancia, su adolescencia y
su madurez. Parece que no llegan a la vejez. No otra etapa puede esperar a la bailarina María Muñoz, al escritor Andréi Platónov o a las Magnolias y los Lirios.
Y son como aquella anotación de
Chejov: «El papel del escritor es describir las situaciones tan verazmente… que
el lector ya no pueda eludirlas». Y el de quien dibuja.
Venho agradecer sua visita e seu registo num dos
ResponderEliminarmeus blogues.Já me registei no seu.
Voltarei sempre que possa.
Saudações
Irene Alves
Serás bienvenida, Irene.
EliminarGracias.
Conocía a la bailarina María Muñoz y algunos de sus montajes coreográficos, pero ese dibujo me resulta especialmente atractivo, puesto en movimiento.
ResponderEliminarSaludos
Tienes fortuna en disfrutar de esos bailes. Algo que no es mi caso.
EliminarSaludos.
Muy interesante.
ResponderEliminarTus palabras me han recordado la fascinación que he sentido a veces al mirar, en algún reportaje o por internet, el proceso de creación de un dibujo y admirarme de la facilidad con que con sus trazos acaban haciendo maravillosas obras de arte.Me sorprende, ilusiona y fascina al mismo tiempo por su habilidad y por hacer salir de la nada esas obras.
Saludos
Parece un libro dialogando con otro. Y el lector, el agradecido espectador.
ResponderEliminar