Al salir de casa esta mañana he
topado con el panadero que cruzaba la calle con un saco de papel en el que
asomaban barras y panes de aceite para cargar la furgoneta de reparto «¡Hola,
pana!» le ha dicho un niño desde la ventana de un segundo piso «Buenos días,
rufián» le ha contestado y los dos se han sonreído. Seguro que Schopenhauer
desconfiaría de estas relaciones amistosas y las atribuiría a una treta de esa
energía inconmesurable y subterránea que rige nuestras vidas y la de todo el
universo que él denomina Voluntad con el propósito de que la humanidad no se
destruya definitivamente en los vaivenes de la Representación.
Se dice que este hombre (1788-1860),
junto a Nietzsche, es uno de los filósofos más leídos en la actualidad. Difícil
es Contemplar su obra desvinculada de su vida, pues muestra cómo las creaciones
intelectuales van separadas de las actividades cotidianas y, al tiempo, van
unidas. Es decir, logra (durante cinco años, de los 25 a los 30) elaborar un
sistema filosófico original (con su gnoseología, su metafísica, su estética y
su ética) y lo hace partiendo de su carácter arrogante y amargo, fruto tal vez
de la crianza que tiene, en la que ni su madre ni su padre le dieron cariño.
Solo era el heredero que iba a proseguir acumulando riquezas en una fortuna ya
muy considerable, cuando descubrió que lo suyo era el estudio, la literatura y
la música, pero la Naturaleza no le había dado valor para enfrentarse a los
designios paternos.
El azar quiso que su padre
muriera cuando él iniciaba la juventud, con lo que quedó liberado de su carrera
comercial. Su madre, Heinrich Floris, deseando deshacerse de él (con quién mantenía
constantes peleas, tal vez porque ella y él no soportaban hacerse sombra) se
fue a Weimar con Goethe. Tanto Heinrich como Arthur pudieron vivir sus vidas de
rentistas, cómodas, al socaire de la fortuna paterna y desarrollar una su
inclinación literaria publicando novelas, y otro su tendencia filosófica y
tocando la flauta.
El filósofo ha legado (además
de unas frases bandera de la misoginia) un libro elaborado durante cuarenta
años, El mundo como voluntad y representación,
pesimista en una primera lectura, pero sabedora (por influencia de los
Upanisads, Platón o Kant) de la unidad esencial de lo viviente, que deja al
descubierto el engaño del egoísmo y marca el camino hacia la existencia serena
y recta.
Nada como una inmersión en el mundo intelectual cuando tienes las espaldas cubiertas.
ResponderEliminarSaludos y gracias.
Ya, Anónimo, la libertad parece más evidente con la vida resuelta.
EliminarSaludos.
Un libro fundamental para la comprensión de otros pensadores.
ResponderEliminarAsí es, Madame Butterfly. Es un aporte más a ese mundo que intenta comprender por qué estamos aquí.
EliminarGracias.
Debo confesar, un poco avergonzada,que algo he leido y he terminado con dolor de cabeza, demasiado profundo para mi.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Schopenhauer ya dice en el prólogo que la mayoría de quienes leamos su libro no lo vamos a comprender. Se necesita recurrir a textos más suaves.
EliminarGracias, Julia, es genial tu comentario.
Interesante entrada.
ResponderEliminarComo tantas veces, esas relaciones personales no resueltas se vuelcan en ese carácter misógino del filósofo.
¡Qué importantes son las relaciones en la primera infancia, un beso, un abrazo, el cariño de unos padres...!
Saludos
Ya lo creo, Conxita, casi nada escapa a las carencias de la infancia. Se necesita tener mucha suerte después, con las personas que encuentres, para conducir tu vida de forma serena.
EliminarSaludos.
La verdad es que esta gente que se pasaba años y años construyendo sistemas filosóficos, allá recluidos en su escritorio, tienen que tener forzosamente una psicología muy especial. ¿Cómo miran, entonces, el mundo? ¿Esa perspectiva estará viciada de origen?
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