Nos asomamos, de puntillas, por
encima de los setos a los trigales de la pequeña vega. A la derecha, en una
parcela con suave inclinación, se amontonan las amapolas, sobresaliendo entre
las espigas todavía verdes. El aciano y unas diminutas flores blancas reflejan
los colores del cielo, azul con multitud de pequeñas nubes. Tenemos suerte de
que la brigada de la Administración regional no haya pasado por aquí, quemando
la vegetación de las cunetas y haciendo que los herbicidas se filtren a los
manantiales. Los gorriones y las golondrinas no cesan sus tareas.
Lejos de los himnos y de los
empastes, la tarde parece plena. Pero, ahí adelante, hay una calva. Las espigas
apenas despuntan un palmo del suelo. Los brotes están macilentos. No responden
a las lluvias de las últimas tormentas, que han dejado la tierra esponjosa. ¿Por
qué? ¿Por qué? Dentro de dos meses el labrador dejará de lado ese terreno; calculando tal vez la simiente empleada y el trabajo baldío, se ocupará del
dorado fruto.
Con las alas rotas, portadas
sobre los brazos doblados, se pregunta (como la poeta) «¿Dónde se detiene el
aliento que se apartó de mi vida?». El cansancio de mis piernas es invisible a
los ojos ajenos. «¿A dónde debo ir, si frío ruge el vendaval del Norte?». La
realidad no existe y lo que dices no me sirve. «Nadie será mi borde del camino.
/ Haz que sencillamente marchiten tus flores. / Mi camino ondea y va solo». Llevo la vida a cuestas.
Pues no sabremos nunca por qué le falta el aliento de la vida a ese terruño. Lo peor es que tampoco también nos quedaremos sin saber cómo recuperarlo.
ResponderEliminarDicen algunos profesionales de la ciencia médica que para todo existe un remedio, pero...
EliminarUn tema interesantísimo para debatir.
ResponderEliminarQuien tiene la respuesta?
saludos
Fíjate, Karin, si pudiéramos darla.
EliminarSaludos.
Qué duro llevar la vida a cuestas y como duele. ¿Quién es esa poeta que tan bien describe ese sentimiento de vacío y abandono, cuando ya no queda nada?. La vida está llena de baldíos y calvas, y lo mejor que puede ocurrir es que las dejemos atrás.
ResponderEliminarUn abrazo Lavela, que te vi el otro día y no tuve ocasión de ir a saludarte.
ResponderEliminar¡Hola, Esther!, yo también te ví y pensaba saludarte al final, pero ya no coincidimos.
EliminarLos versos están sacados del libro "Moriré callando. Tres poetisas judías", comentado en la entrada de Gertrud Kolmar.
Llego a este espacio siguiendo la huella de un comentario de Ignacio en mi blog "El almacén de los días perdidos"
ResponderEliminarLa vida es como una montaña rusa con ascensos lentos, instantes en la cumbre y caídas bruscas, pero si hay algo que nos consuela y nos salva es el amor, amar y permitir que nos amen.
También estan los libros, ay, los libros...No podría vivir sin ellos, así que felicidades por crear este espacio.
La vida pesa a veces, pero si nos liberamos del exceso de equipaje que solemos acarrear, puede que podamos volar, quizá sólo a ras de suelo, pero volar.
Un beso,