Hace tiempo ‒demasiado‒ que
deseo escribir aquí sobre el Servicio Público para proponer algo así como que
tendríamos que idear una máquina del Sentido Común por la que pasaran quienes
desean dedicarse a la Cosa Pública. Pero, claro, esta es una bitácora cultural
y, al iniciar el borrador de la entrada susodicha, termino pensando que los
polituits que he leído estos días no se parecen nada a la creación humana. En
todo caso me darían para hablar de la logorrea y no me siento capaz de tratar,
con un mínimo de rigor, las impulsividades expresivas.
Además, aparte de que esta
mañana estaban acampadas tres tiendas en el prado libre de la rivera del
Arlanzón por la zona de Fuentecillas, estoy embebido en otros paisajes, los de
Johan Moritz Rugendas (1802-1858), pintor al que Alexander Humboldt (1769-1859)
admiraba por su destreza y su espiritualidad. El naturalista había ideado una
manera de aprehender gráficamente lo que nos rodea: la Physique du Monde o
Erdtheorie, suerte de geografía artística, captación estética del mundo y ciencia
del paisaje, pues en ella no ponía el punto de interés en un elemento o símbolo, sino en el conjunto de
imágenes coordinadas dentro de un cuadro ‒fisionomía
del paisaje‒, las cuales reproducen los rasgos característicos de la
naturaleza. Ello es lo que logra transmitir a la sensibilidad (intuitiva) de
quien lo observa la suma de información deseada: clima, historia, costumbres,
economía, raza, fauna, flora, régimen de lluvias, de vientos…
Y, para ello, nada mejor que los
trópicos. Es César Aira ‒«escritor original, imaginativo, inteligente y
delirante»‒ quien nos hace la narración del viaje central de Rugendas, en el que se interna en el centro de lo impensable,
en el núcleo de lo existente, en la esencia de su respirar, a través de un
recorrido por la pampa, viniendo desde Chile, tras atravesar las altas montañas
y llegar a Mendoza.
Allí ocurrió… nada que ver con
la política.
Tal vez los intereses propios o la influencia del partido apartan, a los locuaces, del llano camino hacia la casi siempre lacónica eficacia (diana de la solución esencial), distrayéndonos con un paisaje verbal aparatoso.
ResponderEliminarParece que es atribuirle demasiada categoría con lo de "paisaje verbal". Podría dejarse en verborrea aparatosa.
EliminarEstoy de acuerdo que es verborrea aparatosa y muchas veces francamente patética. No creo que merezca la pena perder mucho el tiempo comentando sus barbaridades, eso sí me ha encantado tu máquina del sentido común, ojalá.
ResponderEliminarMe ha encantado esta descripción del viaje central de Rugendas, en el que se interna en el centro de lo impensable, en el núcleo de lo existente, en la esencia de su respirar, a través de un recorrido por la pampa...Precioso
Un saludo
Gracias, Conchita.
EliminarCésar Aira es un autor curioso y, la verdad, que es muy fácil montar un relato con sus descripciones. El de Rugendas trata de encontrar el sentido de una vida.
Saludos.
No lo conocía, miraré de leer algo en estos días con más tiempo.
EliminarUn saludo
¿Sentido Común? No sé si la raza humana es capaz de conseguirlo.
ResponderEliminarSaludos.
No parece que hoy estés muy optimista. Habrá que confiar en quienes no salen en primera fila.
ResponderEliminarSaludos