jueves, 6 de abril de 2017

Deudas morales (hacia Moncho e Isabel)

Hay personas ajenas a los círculos familiares y sociales en los que te desenvuelves desde la infancia con las que adquieres unas llamémosles deudas morales porque tienen comportamientos que son notables para la escala de valores que vas tomando en la vida. No forman parte de tus ambientes cercanos, pero aparecen de vez en cuando, con un sello de autenticidad. Desde hace meses, desde que ha muerto, tenía intención de cumplir la deuda moral con Moncho Alpuente, dedicándole una entrada de la bitácora, pero siempre quedaba pospuesto por lecturas recientes. Ahora, al morir Isabel Escudero, me pongo a ello. A uno y otra encontraba en diversos actos; siempre acudían a jornadas que pudieras organizar, sin pretensiones, regalando su tiempo, con la consabida costumbre de abonarles viaje y estancia. Una especie de Albert Camus, indiferentes a las prebendas de la democracia, consecuentes con sus ideas.
Moncho Alpuente (1949-2015),periodista, escritor, humorista y músico no dejaba indiferente. Su hija Bárbara hizo pública una carta en la que lo retrata: «Me pasé la infancia escuchando eso de “ayer vi a tu padre en la tele”, que me decían casi a diario en el colegio […] Siento que ha salido del tiempo, pero solo un ratito, y que volverá a darme un abrazo y a contarme qué pasa al otro lado, por muy ateo que fuera, y a sentarnos en el jardín de su casa, ahora que empieza la primavera; a leer juntos, a escribir nuestras cosas y enseñarnos el trabajo según vamos avanzando […] Conocía sus fragilidades y aprendí a protegerlo, así como hicimos todos, porque mi padre, más allá de la figura mediática, también era un hombre frágil, y con un una enternecedora sensibilidad. Por eso era capaz de destrozar a Esperanza Aguirre en un soneto y luego tratarla con respeto cuando coincidían en alguna tertulia de radio». No conozco a Bárbara, pero sé que la carta también es para mí.
Isabel Escudero (1944-2017),poeta y ensayista, tampoco dejaba indiferente. Era frecuente verla en recitales poéticos, junto a Agustín García Calvo (1926-2012), con quien estaba unida y con quien escribe algún libro de pensamiento y denuncia social, así Contra el hombre (1986) o ¿Quién dice no? Y sorprendía al desgranar los poemas breves, muchos de ellos de inspiración popular ‒pues solo eso que llamamos indefinidamente pueblo es capaz de provocar lo que no se nombra, aseguraba‒, que ya recogiera en Coser y cantar (1984) y continúa elaborando hasta el final de sus días. Desde su lado de profesora, realiza igualmente experiencias que combinan juego y poesía (Cántame y Cuéntame). Isabelita llevaba la primavera en su rostro, en su aire… y a sus puertas nos deja («Yo sé que me moriré algún día / Si no lo supiera / no me moriría»).
Salud. Que la vida y la muerte transcurran por sus llanuras.

6 comentarios:

  1. Me suenan vagamente, pero me admira la forma en la que dices que se comportaban con sus ideas.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya ves, Anónimo, seguro que ahora también existe gente así, aunque la conozca menos.

      Saludos.

      Eliminar
  2. Hermosas palabras las tuyas y emotiva esa carta de Bárbara a su padre, gracias por descubrirme a estas dos personas coherentes, que defendían con rigor sus ideas.
    Es un privilegio conocer a personas así, fuíste afortunado Ignacio.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya lo creo, Conxita, fue un honor.

      En fin, mejor no pensar mucho en su ausencia.

      Besos.

      Eliminar
  3. Bonito homenaje, Ignacio.
    Voy con retraso en los blogs.
    BEsos y feliz fin de semana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vale, Celia, no te apures. Tenemos épocas de unos asuntos y otras de otros.

      Besos e igualmente.

      Eliminar

Nos encantan los comentarios y que nos cuentes lo que quieras.