lunes, 3 de octubre de 2011

Sueños sin norte

Paseo con la Bibliotecaria. El sol acaba de ponerse y nos hemos abrigado un poco ante el creciente frescor de la sierra. Hoy viene llena de sueños, de esos que no conducen a ningún lado. Tal vez por ello lleva entre manos un libro de poemas de Abu Tammᾱm ibn Rabᾱh de Calatrava: El cálamo del poeta (Hiperión, 2008), del que va leyendo Muchacha de piel negra, según pisamos la tierra del camino.

Es una joven negra que, cuando se descubre,
muestra sobre su piel
la frescura del agua del paraíso;
la ven mis ojos negros y de ella se enamoran,
como se atraen las cosas semejantes.

En pocas ocasiones tuvo la poesía tanto poder como en el siglo XI (ó V) en los Reinos de Taifas, cuando declinó el Califafo de Córdoba. Los soberanos pugnaban por tener ministros y embajadores literatos. Combinaron el cálamo y la intriga, sin detenerse ante la muerte (ajena) cuando la consideraban necesaria. Eso sí, distinguían a los escritores por su origen −que siempre hubo clases−. De ahí que la Bibliotecaria me dice que en los versos de nuestro barbero −ibn Rabᾱh−, a pesar del obligado preciosismo cultural, se trasluce este microcosmos.
El jilguero
Han teñido sus alas con rielar de azafrán,
y en su pico se ve sangre de drago;
pienso que, en busca de la aguada, lo engañaron
las pozas de los curtidores,
y bebe siempre en la sangre.

4 comentarios:

  1. Paseando por estas callejuelas, en cualquier rincón de una plazoleta pequeña, aún se sienten, como una suave brisa, la música de aquéllos poemas.

    Un abrazo.

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  2. Ya me lo imagino, Elena, y da cierta envidia no tenerlas más a mano.

    Un abrazo.

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  3. la ven mis ojos negros y de ella se enamoran,
    como se atraen las cosas semejantes.


    Mira cómo introduce el vate filosofías en el gusto. Desde luego el poema es una celebración de la vida.

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