Llevo tiempo, casi diría años,
pasando por allí y no me había dado cuenta. Hasta hace una semana a primera
hora de la mañana en que vi a un vecino de mediana edad que venía por la acera,
hablando con el móvil, levantar ligeramente la mano y tocarla. ¡Es una
herradura clavada horizontalmente en la pared a medias!
Desde entonces he comprobado que
es un objeto viviente del barrio y que hay gente que tiende la mano al pasar
para tocarla. Está en el frente de un portal bastante anodino: un locutorio en
el que puedes enviar faxes ‒pues todavía hay organismos que los exigen‒, hablar
por teléfono vía internet ‒lo que ha abaratado enormemente las conferencias a
otros países‒, alquilar la red por una hora o comprar chucherías.
Imagino que hace años años
servía para atar las caballerías de la gente que llegaba de los pueblos a la
ciudad al hacerse de día, compraban lo necesario en las tiendas, lo dejaban
allí y se iban al centro a solucionar algún asunto, hecho o intentado lo cual,
volvían, recogían lo comprado, soltaban al animal, le quitaban el bozo de la
comida, pasaban por el pilón y retornaban al pueblo. Todavía permanece en el
barrio la costumbre de abrir a las ocho de la mañana en las carnicerías,
ultramarinos y pescadería que han sobrevivido a los supermercados.
A nadie se lo he dicho, pero he
comprado hoy lotería (después de tocar la herradura).
Hola, que la herradura te te traiga suerte y si ganas vuelve a contarlo...
ResponderEliminarUn saludo
De acuerdo, Karin. Gracias.
ResponderEliminarUn saludo.
Te deseo mucha suerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Amalia.
EliminarUn abrazo para ti.
Lo que tuvo un uso en el pasado, ahora da suerte. Qué la dará en el futuro.
ResponderEliminarTal vez, refugio de alienígenas.
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