¡Cómo me impresionó la primera
vez que lo leí! Por aquello de la afinidad entablada en la geografía leíamos a
Machado y a Bécquer hasta incluso fui en la niñez a Veruela donde está el
monasterio de su retiro y donde quedaba estupefacto ante los perfectos agujeros
que realizaban los pájaros carpinteros en los árboles de los alrededores allí
viajamos con el coche de mi tío Ricardo que era panadero a quien mi padre hacía
las tarjas en la carpintería bueno en realidad a mi tío lo que le tiraba era ir
de taxista con el coche y perderse en la noche de los caminos y las tabernas y
las que de verdad trabajaban era mi tía Encarna y mi prima mayor yo me
entretenía jugando con mi prima pequeña de mi edad y cargando algunos troncos
para el horno con lo que ayudaba a mi primo mediano que el otro estaba con los
frailes que me daba alguna peseta el día que ganaba a las cartas con los otros
chavalotes del pueblo.
Digo que me impresionó leer la
leyenda El Caudillo de las manos rojas,
de Bécquer ‒«¿De qué me sirven el poder y la riqueza si una víbora enroscada en
el fondo de mi corazón lo devora, sin que me sea dado arrancarla de su guarida?
Ser rey, señor de señores; ver cruzar ante los ojos, como las visiones de un
sueño, las perlas, el oro, los placeres y la alegría; verlos cruzar al alcance
de la mano, y al tenderla para asirlos, ¡encontrar cuanto toca manchado de
sangre! ¡Oh! ¡Esto es espantoso!»‒. Allá, en Orsira, tierra cruzada por caravanas
de dromedarios, de brillantes zafiros, de azulada niebla, de mil ruidos
misteriosos, del murmullo del Jawkior…
Más adelante, me he enterado de
otras manos que no pueden borrar su pátina por mucho que se laven. ¿Qué puedo
decir del sobresalto de Macbeth, después de que Lady le arrebate los puñales y
se dirija a embadurnar a los guardianes con la sangre del asesinado?:
¿Dónde llaman? ¿Qué me ocurre
que todo ruido me espanta? ¿Qué manos
son estas? ¡Ah, me arrancan los ojos!
¿Me lavará esta sangre de la mano
todo el océano de Neptuno? No, antes esta mano
arrebolará el mar innumerable,
volviendo rojas las aguas.
Buscaré el libro en la biblioteca, a ver si lo encuentro y cuando tenga un tiempito, lo leeré.
ResponderEliminarLinda entrada y lindos recuerdos de infancia.
Saludos
Gracias, Karin. Las leyendas seguro que están.
EliminarSaludos.
Buscaré el libro en la biblioteca, a ver si lo encuentro y cuando tenga un tiempito, lo leeré.
ResponderEliminarLinda entrada y lindos recuerdos de infancia.
Saludos
Los recuerdos son como una película en el cine: van sin descansos. Luego, con la edad, se apelotona todo y se apelmaza.
ResponderEliminarYa, ebge, parece que funcionan por su cuenta, ya lo creo.
EliminarMuchas manos manchadas de sangre continúan gobernando pueblos y naciones...¡Hasta cuándo?
ResponderEliminarAbrazos.
Ya lo creo, Rafael, quedan muchas manos así. Y lo peor es que no tiene visos de terminar.
EliminarAbrazos.
No había leído esa leyenda de Becquer, pero es impresionante...
ResponderEliminarNo es fácil arrancar del corazón algo que te devora... Y seguro que hace más daño que una manos reales...
Muchos besos
Fácilmente, Misterio Azul, sean más devoradoras.
EliminarBesos.
Tanta novela sueca y resulta que con Becquer se tiembla de veras. Bss
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