«”La Realidad es portentosa”,
recuerdo que me dijo la Camarera hace años, al inicio de la situación actual,
“ha nacido una criatura con un aparato insertado”. Durante semanas, el hecho
fue conversación corriente en los bares, tendencia principal en los conductos sociales,
tema de los ambientes académicos, asunto de las tertulias televisivas. Y,
efectivamente, había sido así. A partir de aquel momento los bebés que han
llegado a este mundo llevan la pantalla en la piel de la mano; en la siniestra
quienes utilizan la derecha; en la diestra quienes manejan la izquierda.
»Ya va para treinta años. Han
ido creciendo con la vista puesta en las imágenes extensibles y en las frases
cortas. La adolescencia se entretiene en sus grutas coloreadas. En la borrachera
de la juventud fabrican un idioma que no comprendemos quienes tenemos los
teclados fuera del cuerpo. En la palma encuentran las órdenes, la biblioteca,
el banco, los derechos, los sueños, el viento… ululando por sus venas.
»Hay días en los que me
encuentro con la Camarera y paseamos largamente, ya que ahora disponemos de
tiempo suficiente, pues ella cerró la cafetería ante la merma de clientela y yo
quedé obsoleta en una de tantas reconversiones industriales. Las dos
subsistimos con una magra pensión y una existencia de ascetas».
No es que sea muy futurista la interpretación de estas heridas (aunque sí lo es el escenario, ¿no?), pero es que me chliflan los dúos (además, la Mouskouri es la Mouskouri y Lara Fabián se atreve con el Adagio en italiano).
No es que sea muy futurista la interpretación de estas heridas (aunque sí lo es el escenario, ¿no?), pero es que me chliflan los dúos (además, la Mouskouri es la Mouskouri y Lara Fabián se atreve con el Adagio en italiano).
[La ilustración es La novia del viento o La tempestad, de Kokoschka, también antigua, de 1914].
Tremendo el Mundo Feliz, no me atrae nada, ni los hormigueros ni las órdenes ni una vida preestablecida, que vivan la rebeldía y la personalidad aunque se sufra por no ser del montón y moverse al ritmo de otra música. Y me quedo con Nana Mouskouri hacía mucho que no oía nada de ella y me gustaba mucho.
ResponderEliminarMe alegro, Esther, de que con esta anotación hayas recuperado la voz de Nana Mouskouri.
EliminarEl Mundo Feliz lo dejamos para otra ocasión.
Un abrazo.
Los "mundos felices" que nos protememos. Seber de nuestras limitaciones no estaría de más, pero...
ResponderEliminarSaludos.
Seguro que no estaría de más, Anónimo.
EliminarSaludos.
La satisfacción por un aparatito tecnológico. ¿Acaso la búsqueda de la felicidad nos empuje a sustituir órganos humanos por implantes cibernéticos? ¿Pero entonces, la felicidad total a qué siniestro final nos llevaría?
ResponderEliminarY cambiando el punto de vista personal por el social (en vez de partes del cuerpo humano, partes del cuerpo social), ¿acaso la consecución de la felicidad global se nos aseguraría si la tecnología fuera sustituyendo a humanos, bien en la producción, bien en el ocio? ¿Pero es esa la felicidad que nos merecemos?
Muy aguda, ebge, la percepción del cuerpo social. Entonces, las pregunas: ¿quién dice lo que nos merecemos?, ¿quién diseña el futuro?, ¿quién debería hacerlo?
Eliminar