Llegados
los Sanisidros escapa la gente de Madrid, así que el pasado jueves vinieron
unas amistades a la Ciudad del Museo de la Evolución y ‒guiños de la Tradición‒
se cumplieron los tópicos: salida capitalina con 35 grados y arribada burgense
con 20 y un viento nordeste que situaba la sensación térmica cinco o seis
menos. Abundando, el elemento eólico ha acompañado su estancia hasta el mismo
momento en que nos han dejado, al mediodía del domingo. Algo ‒todo hay que
decirlo‒ que no ha esfumado la excelente impresión que les han producido las
visitas al Museo y a los yacimientos de Atapuerca, demostraciones sobre el
terreno incluidas.
Burgos
ha cambiado bastante, decían, desde que estuvimos por aquí hará unos quince años.
Pero la ciudad estaba empeñada en mostrar lo arraigado de algunas prácticas del
pasado y, como si pretendiera dar material para alguno de los relatos de Mircea
Cartarescu, tal los de Las Bellas
Extranjeras (Impedimenta, 2013), las calles del centro estaban habitadas
por una barahúnda salida de hombres cincuentones de media barba, lejos ya del pardillaje, vestidos con calzas jubones bombachos capas becas escarapelas cintas, desechado el tazón pero con cuchara y tenedor de madera, llevando guitarras bandurrias laúdes o panderetas cantando las estudiantinas (libres de derechos de autoría).
No
sabíamos muy bien qué hacer ante aquello, que desbordaba las ya pobladas zonas
de Los Herreros y La Herradura en los fines de semana, así que les llevé a la
cafetería de la Camarera, donde sí quedaban mesas libres; habían estado allí,
nos dijo, pero les invitó a salir amablemente; la clientela en sus dos terceras
partes se fue también, ofendida porque deseaban escuchar el Triste y sola…
Sonaba
Fuego, de Vetusta Morla. En la calle
hay sitio para todo el mundo.
Bueno, la verdad que parece así. Las tunas gustan a una gente y a otra les parecen algo anacrónico.
ResponderEliminarPero tienes razón, en la calle cabemos todo el mundo.
Ya, anónimo, los sentimientos de cada cual cuentan mucho a la hora de calibrar estas cosas.
EliminarSaludos.
A mi la Tuna siempre me ha gustado Ignasio, la he escuchado en distintos lugares de España y el "Triste y sola" No puede faltar.
ResponderEliminarUn abrazo
La verdad es que sus tonadas suelen gustar. Además, conecta con la antigua costumbre de cantar en lugares públicos. Por eso resurgen de vez en cuando.
EliminarUn abrazo.
Hay gente pa tó. Y ni siquiera necesitan justificarse.
ResponderEliminarYa lo creemos, ebge, para todo todo.
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