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jueves, 30 de julio de 2020

En el balcón (vuelo de golondrinas, Massieu)

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En esta temporada, asomado al balcón, coincido a veces con el vecino. Hablamos de la situación de los meses anteriores ─él tiene una cuñada, hermana de la mujer, y un cuñado que han fallecido─, y de lo que seguramente nos viene. Enfrente, las golondrinas (más bien, vencejos) vuelan con la rapidez acostumbrada, se introducen en los huecos de la pared de piedra de la iglesia, en la que tienen los nidos, y vuelven al espacio, describiendo un semicírculo hacia el suelo que completan calle arriba. «Esas sí que son seres de valía», dice, «nosotros no tenemos ni la mitad de su gracia». Animales que hablan de nuestra finitud.

Le podría hablar de la poesía de Antonio Crespo Massieu (1951), aunque no lo hago. Incluso, podría leerle

De los pájaros

Tanto que aprender.

Su vuelo imprevisto,

el canto necesario,

la suspensión del tiempo,

su oculta presencia en lo alto,

la vida a saltos,

el insólito equilibrio,

lo mínimo en la altura,

el temblor suspendido,

la paciencia, la espera,

lo inquieto, la escucha,

el silbo y la respuesta,

la huida, dejar la voz,

escapar siempre,

la libertad del canto,

el vuelo,

dejar la música

y se sombra.

Ojos abiertos al silencio,

a la escucha del tiempo,

tanto vuelo

y tanto canto.

Yo no sé dónde cantan,

dónde,

dónde los pájaros.

(Con ese yo no sé dónde tan juanramoniano de los pájaros).

Salud


lunes, 4 de mayo de 2015

Mafias y golondrinas

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Llevo el fin de semana con un cabreo respetable únicamente paliado por la llegada de las golondrinas que bajan a beber al río y pasan por debajo del puente con una suave destreza que siempre he deseado tener. Resulta que las mafias traen gente del sur y ‒asegura la televisión‒ se ofrecerán para que los trabajos sean más precarios abarrotarán los consultorios de la seguridad social y sestearán en las plazas ocupando los bancos en los que podrían descansar nuestros mayores. ¡Vaya faena! ¿Quién puede sacar lo puro de lo impuro? exclama el libro de Job (14, 4) según el ácape del poema «Pureza» de Antonio Praena: «Del barro el labrador, y la maestra / de tiza. / De oscuridad cada poema, / y yo, que soy el aire, del rosado / fulgor de vuestras alas / me mancho día a día hasta ser puro».
Las aves migran Vuelan hacia climas templados Las personas emigran Huimos de nuestras vergüenzas Las mafias son solo el esperpento que juega con los caminos de agua y coloca nuevas banderas en las proas.
La veda permanece abierta y a decir de Praena lo impuro es la ruleta:
Caza
Mucho más que perder
el vigor de tus alas,
más que ser derribado
del cielo por un hombre,
lo que ahora te entristece
es no saber qué manos
te cerrarán los ojos.
[El libro de Antonio Praena, Yo he querido ser grúa muchas veces (Visor, 2013). La fotografía de la golondrina rasante es de la bitácora La vida en 52 clicks].

viernes, 4 de julio de 2014

Sueños

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Esta mañana no ha salido el bullicio de las golondrinas. El cielo nublado, medio lluvioso, las mantiene altas, alejadas de la ventana. Las buscaba al levantarme algo sonámbulo, pero no están cerca. Puede soñarse con tormentas de arena y puede ser que te entierren. La Camarera no sabe bien qué decir cuando le cuento la pesadilla de la pasada noche.
Sueño es el título con el que se traduce uno de los relatos de Haruki Murakami (del que solemos toparnos con forofos), anterior a las novelas que le han hecho famoso, pues se publicó en 1990, viendo la luz dos años después en The New Yorker, periódico que ennobleció el relato largo o la novela corta en la segunda mitad del pasado siglo. La editorial incorpora las sorprendentes ilustraciones realizadas por la alemana Kat Menschik, que refuerzan (ya desde su colorido añil plata) el ambiente onírico de la obra y se muestran casi como una película inanimada, a la que podemos insuflar vida al zambullirnos en compañía de la protagonista.
Es lo que sorprende a la Camarera (que fue la que me sugirió esta lectura), la voz de la protagonista o, mejor dicho, la consciencia. «Demasiado intelectual», dice «se nota la gradación de tiralíneas de la historia». La miro abrir el grifo sobre las tazas antes de ponerlas en la bandeja del lavavajillas. «Ya ‒protesto‒, pero llevamos tres días hablando de ello. Algo tendrá.» Y tiene la doble vida, la fluidez del agua, el ímpetu hacia la libertad, la fuerza de la soledad, la atracción de lo desconocido. La bella escritura.

Tiene golondrinas.

miércoles, 9 de abril de 2014

Golondrinas

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Hace unos días que me asomo al balcón, oteando hacia el sur, por ver si aparece alguna golondrina. No recuerdo bien cuándo llegan otros años, pero es que las estoy echando de menos ya. Será que mi cuerpo las presiente. En realidad (si dejo a un lado las rosas), los gladiolos y las golondrinas son dos de las compañías que más me agradan. Realizan un viaje de treinta días a través de África, cruzan desiertos y cada vez encuentran un ambiente más hostil. Parece que cada año se merma su población en España alrededor de un millón.

La bella golondrina y el viento (Badajoz, 2009), es un breve texto de María José Fernández Sánchez, ilustrado por Juan Manuel Calderón, que podemos llevar (sin necesidad de abrirlo) en el asiento libre del coche, cuando vamos en busca del pájaro azul. O El canto triste de la golondrina (2001), de María Trinidad Crespo. A las que podemos sumar otras muchas golondrinas impresas de este nuestro siglo veintiuno: La golondrina peregrina, Corazón de golondrina, La golondrina roja, Los dos amigos de la golondrina, La golondrina valiente, La golondrina y el colibrí, La golondrina viajera, Liberación de una golondrina, Mariana o La golondrina hija de la libertad, Paulina y la golondrina azul, Sofía la golondrina, La torre de la golondrina, Trayectoria de una golondrina, etc.

El cuento La golondrina enamorada. La novela del maquis La golondrina. Construir El palacio de las golondrinas. Observar Las golondrinas de Kabul. Sin privarnos de los poemas de La risa de la golondrina me despierta, de Dobrina Nikolova. Casi todas ideadas por mujeres.

martes, 13 de agosto de 2013

Martes y trece

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La palabra une la huella visible con la cosa invisible, con la ausente, con la cosa deseada o temida, como un frágil puente improvisado tendido sobre el vacío

                 (Italo Calvino)

En estos días en los que las golondrinas van dejando algo vacíos los cielos de Burgos y en los que vienen las magnolias a sus calles y parques, andamos en compañía de los pensamientos de Calvino. Y entre vuelos y nacencias nos visitan los negros sonetos del místico Jean-Baptiste Chassignet (1571-1635), así este CCCLXXXI (con traducción de Marie-Cristhine de Michel y Luis Alberto de Cuenca, en Clarín):

He querido viajar, pero al final el viaje
me ha hecho retirarme –malcontento– a mi casa.
He querido quedarme a solas en mi estudio
y, al fin, la soledad me ha resultado odiosa.

He querido embarcarme, mas la navegación
de la vida a la muerte me ha hecho desesperar.
He querido, por puro placer, labrar la tierra
y, al fin, he despreciado la vida del labriego.

He querido probar las ciencias y las artes,
y, al fin, nada he sabido. He corrido los riesgos
de cruentos combates: la guerra ahora me ofende.

¡Ah, la imbecilidad del ánimo curioso
que todo lo desea, descontento de todo,
y, dudando, no llega a saber nada cierto!
 

Lo dicho, martes y trece. Salud.

viernes, 27 de abril de 2012

Golondrinas (con Arcángel)

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Hoy me he encontrado con ellas por vez primera en este año. Atravesaba el río por el puente medieval Malatos, me he asomado al balcón del pretil y ¡helas ahí!, tan cercanas, sin chocarse, rozando el agua algo espumosa –en pleamar lluviosa−, elevándose, bajando, abriendo la cola de salteadas dovelas blancas, resbalando las gotas de lluvia en el lomo, sin sombras, mirándose en la corriente porque el júbilo tiene ojos verdes. Ahí he permanecido durante minutos, saludando su vuelo y su presencia, mientras sucedía el cambio: mi invierno ha terminado.

Estas aves –golondrinas parlanchinas− me resultan tan sugestivas y atrayentes como los textos de Carmen Conde (1907-1996), mujer tan de vuelo (He venido a quererte, a que me digas tus palabras de mar y de palmeras); especialmente el poema en prosa El arcángel, con el que estos días camino: Llegó a mi noche y la removió con sus alas espesas. Entonces quedó partida en dos: una suya y otra desvelada. Estos ojos por los que nunca cruzaron mejores pájaros, se abrieron para coger su figura; pero él no estaba fuera de la vigilia; así que los cerré –viéndole- en un resplandor que olía a hierba soleada. […] Si durante el día vivo sonámbula, si desacierto, si la violencia del desacomodo mío os hiere, sabed por quién es todo: yo vivo la noche sin sueño del diálogo con el Arcángel.

¿Qué es?

[La fotografía primera es de Monkiewicz]