A tu lado, la vida me sienta mejor

Ah, el amor. Debería ser el gran protagonista de este día, pero se ve sepultado bajo toneladas de perfumes, flores, lencería sexy y peluches. Que no digo que no haga ilusión recibir un regalo, pero no nos dejemos arrastrar por la corriente consumista y vayamos al meollo del asunto.

El amor es algo demostrable todos los días. A veces intentamos encorsetarlo dentro de unos parámetros como puede ser el propio San Valentín o el tan olvidado aniversario. Sin embargo, a veces un pequeño detalle como una notita a la puerta de la nevera, un beso antes de marcharte a trabajar o un desayuno especial pueden recordar a nuestro bulto de al lado de la cama que es una persona amada. Y no hay nada mejor que sentir que eres importante para alguien que quieres y ya para los que llevamos algunos años de recorrido, que nunca un tiempo pasado fue mejor.

El amor es un ente mutante. Al principio de una relación el amor es sólo un filo hilo de seda que empieza a tejerse con cada tímido beso. Poco a poco, esos hilos se transforman en una tela que envuelve los sentimientos en dulzura y pasión. Con el tiempo se hace más fuerte, hasta que logra penetrar en el corazón de los amantes y graba a fuego sus nombres. Entonces la tela, ya dura como el hierro, se rompe en pedazos porque ya no necesita proteger al hermano mayor de ese pequeño sentimiento del principio, al AMOR. Un amor que corre como la savia de los árboles por las venas de los afortunados que saben querer. Un amor que no es una jaula de oro, sino que permite a las personas volar libres como palomas. Porque el que bien nos quiere, nos enseña a ser nosotros mismos.

Ojo, todo esto tiene efectos secundarios. Algunos muy graciosos. ¿Quíen no recuerda esas mariposas en la tripa justo antes de que llegara la hora de la cita? Mariposas que en mi caso se convirtieron (quizá por casualidad, nunca lo sabré) en virus intestinal de los que te aflojan todo el organismo. Así que para mí, estar enamorada se pareció bastante a estar a la dieta de la alcachofa, porque en un par de semanas me dejó el cuerpo, si bien algo maltrecho, remodelado a una talla menos.

¿Y los momentos de coquetería qué? Te afanas repoblando tu cajoncito íntimo con braguitas de encaje, lacitos y transparencias. Muy monas ellas, pero un tanto incómodas (algunas parecen de purito hierro de lo que se te clavan). Todo tiene un límite, hasta que te plantas y piensas que mejor unas cómodas de algodón, que para lo que van a durar puestas... no creo ni que se fije en el material. Los sujetadores son otra historia, que ahí hay que ejercer de profesoras para explicar los distintos cierres y como se desabrochan... vamos, como en American Pie pero sin tartas de manzana por medio.

Tanto arreglarse para que un día descubras (¡por fin!) que a él le gustas tal y como eres, tanto guapetona para ocasiones especiales como con el conjunto de todos los días. Y ahí es donde te das cuentas que:

A tu lado la vida me sienta mejor
cada día que pasa es diferente
un segundo a tu lado es un regalo
eres mi mundo, lo que ocurre alrededor.

A tu lado la vida sale mejor
el tiempo corre pero a mi poco me importa
hoy la brújula vuelve a marcar el norte
me siento bien y no necesito nada.

A tu lado, me quedaré sentado.
A tu lado, sin soltarte de la mano.
A tu lado, yo sobreviviré.
A tu lado, para siempre a tu lado.

A tu lado tengo ganas de vivir
junto a ti estoy como en el cielo
soy un niño que no paro de reir
lo mejor que en la vida me ha pasado.

A tu lado, sea el bueno sea el malo
he encontrado a una mujer, una amante, una amiga
tú me das sin pedirme nada a cambio
tú me das lo que nadie más me ha dado.

A tu lado, sea el bueno sea el malo.
A tu lado, lo mejor que me ha pasado.
A tu lado, un segundo es un regalo.
A tu lado, yo sobreviviré.

Recordad que el amor empieza con nosotros mismos. Si aprendemos a querernos, os aseguro que seremos capaces de dar amor a los demás.