La esclavitud moderna es
expresión sobre la que giran los títulos de varias obras que se publicaron en
España hace un siglo, más o menos. Una de ellas es traducción de Lamennais (editada
por Vértice, en 1928). Otra es de León Tolstoi (editada por Maucci, en 1905).
Otra de John Davis (a cargo del Centro de Propaganda Obrera de Tampa, Florida,
en 1896). Pero también las había patrias: la anónima La esclavitud moderna o El derecho de los trabajadores (primer
número de Biblioteca del Obrero, Madrid, 1871); la de Palmiro del Soto, es
decir, José Alarcón (editada por La Voz del Cantero, Madrid, en 1905); la del
médico Emilio Z. de Arana, emigrado a Argentina (publicada por el grupo Ciencia
y Progreso, de Rosario, en 1898, como La
esclavitud antigua y la moderna); la del jornalero autodidacta Francisco
Caro Crespo, muerto joven de tuberculosis (editada por Generación Consciente,
de Valencia, en 1926, como Carne de
esclavitud, obra de teatro); la del obrero Juan Durán Gómez (por La Revista
Blanca, en 1935, como Estigmas de
esclavitud); la del atrabiliario Elías García (en colección La Novela
Ideal, 1929, Esclavitud); o la del
pensador Ricardo Mella (editada por el asturiano Bautista Fueyo en Buenos Aires).
Podríamos continuar con más
títulos, pero todos refieren esa esclavitud a que someten unas personas a otras
en nuestros días tan modernos (incluida la trata de mujeres). En las
construcciones que se están llevando a cabo para el Mundial de Fútbol de Qatar
2022, los empleadores (como gustan de llamarse), entre otras cláusulas,
prohíben a sus empleados salir del país sin su permiso. De ese modo tienen
atados y bien atados a los miles de trabajadores nepalíes que contratan. Es un
ejemplo. Han muerto ya unos cientos de ellos. Pero, ¿cómo defenderse en un país
donde la justicia se retarda meses y años, y absorbe todos tus posibles ahorros?
Familiares y accidentados sólo tienen un modo de salir del país: renunciando a
cualquier derecho de reclamar lo que les pertenece.
Este Mundial, representación de
una sociedad tan idealizada en occidente, con grandes torneos anuales
deportivos y carreras del motor, cuenta con dos embajadores, famosos
futbolistas, ahora entrenadores (tan idealizados ellos en la prensa). Nada
dicen de esta esclavitud ni de las cartas que alguno de los que están allí
atrapados les han escrito, caso del también futbolista Zahir Belounis.
Parece que el lujo y los derechos humanos no se llevan muy bien. Pero lo tenemos metido hasta en la sopa.
ResponderEliminarSaludos.
Ya lo creo, ¡quién no desea la vida resuelta! Tal vez, no paramos en las consecuencias.
EliminarSaludos.
Es tremendo, y tanto se luchó para erradicar la esclavitud y nuevamente ahora hay que volver a comenzar.
ResponderEliminarTe copio esta noticia.
http://www.abc.es/sociedad/20141202/abci-papa-acuerdo-confesiones-religiosas-201412021408.html
saludos
Bien dices, Karin, comenzar cada día de nuevo.
EliminarGracias por el enlace.
Saludos.
La exclavitud, en realidad no creo que se erradique del todo en muchos países Lavelablanca.
ResponderEliminarUn beso.
Si que existe, desgraciadamente, la esclavitud y/o semiesclavitud en nuestro moderno siglo XXI. Añado a tu reflexión, el caso de los niños que son sobreexplotados por marcas deportivas que pagan un dineral en publi a deportista de renombre mientras pagan con miseria a sus empleados. Vivir para ver,
ResponderEliminarGracias por tu visita y se bienvenida a la Bitároca.
Bss.
Ya, Conchi, es difícil sentirse libre cuando tanta gente es esclava.
ResponderEliminarUn beso.
Es verdad, Mar, cerramos los ojos continuamente.
ResponderEliminarBienvenida tú, también.
Besos.
No sabía nada. No parece una legislación enfocada a ciudadanos, sino, como dices, a esclavos. Leí la carta de ese jugador en la sección de deportes de un periódico.
ResponderEliminarPresumo que el embajador de un evento así, nada puede contra la legislación nacional, pero, claro...