En 1975 aparece un libro ‒A Seventh Man, de John Berger (texto) y
Jean Mohr (fotografías)‒ considerado por parte de la crítica adelantada como insustancial:
una especie de panfleto entre la sociología, el reportaje, la filosofía, la
teoría económica e, incluso, la poesía. Sin embargo, en los países del Sur de
Europa hace furor, pues relata y refleja lo cotidiano para muchas de sus
gentes: la emigración ‒Migrant Workers in
Europa‒ hacia la Europa rica.
Las
teorías económicas explican los fenómenos de manera general. Tanto que, a
fuerza de repetirlas, pierden consistencia. Entonces, para comprender las
situaciones particulares, acudimos a las metáforas. Las cuales, a su vez, se
muestran temporales y, con frecuencia, caminan a la irrealidad. Pero este Séptimo hombre ‒la persona de fuera que
hay por cada equis de adentro en un país del Norte‒ conserva la fuerza de los
álbumes familiares, en los que los personajes nos hacen nuevos cada vez que los
miramos.
En los años
sesenta, muchos de los trabajadores portugueses que emigraban a Francia lo
hacían de forma clandestina. Las mafias (de entonces) les cobraban unos 350
dólares, el equivalente a las ganancias de una año, pero en muchas ocasiones
les dejaban alejados de casa en medio de las montañas en España. Algunos
morían, otros lograban volver a su lugar de origen, habiendo perdido el dinero.
Entonces decidieron una medida: se hacían una fotografía y la cortaban por la
mitad; una parte se la quedaba el contrabandista (de hombres) y la otra el
dueño, el cual enviaba la enviaba a su familia cuando llegaba a destino; al
ocurrir ello, el enviado de las mafias iba con la mitad de la fotografía y, si
casaba, la familia le entregaba el dinero.
Dejamos un fragmento del poema El séptimo (incluido entero en el libro), de Attila Joózsef:
Si emprendes el camino en este mundo
mejor será que nazcas siete veces.
Una, dentro de una casa ardiendo,
una, en una inundación de aguas heladas,
una, en un manicomio desenfrenado,
una, en un campo de trigo maduro,
una, en un claustro vacío,
y una entre los cerdos de las pocilgas.
Seis bebés lloran; no es bastante:
tú mismo debes ser el séptimo.