«¡O sea, que era eso lo que
querían!», la Camarera está para pocas bromas esta mañana, «¿aliarse con los/as
anteriores, hasta el cuello de corrupción? ¿Dónde están los procesos en común
prometidos, el bienestar de la gente? Se
sientan en las poltronas y se descubren sus afanes, mejor dicho, sus
ambiciones. Al final, vas a tener razón ‒dice mirándome, que acabo de entrar‒:
los barrotes están ya fuertemente enraizados, solo nos dejan el espacio
suficiente para que nos lancemos piedras».
«Vale, mujer», le digo, «ponme
un café y echemos mano del sesgo de optimismo, que pronto comenzamos las
vacaciones. Además, la provincia está llena de actuaciones, el tiempo nos deja
disfrutar de casi todo. En fin, ya sabes el Futuro
de Ángel González».
Pero el futuro es diferente
al porvenir que se adivina lejos,
terreno mágico, dilatada esfera
que el largo brazo del deseo roza,
bola brillante que los ojos sueñan,
compartida estancia
de la esperanza y de la decepción, oscura
patria
de la ilusión y el llanto
que los astros predicen
y el corazón espera
y siempre, siempre, siempre está distante.
al porvenir que se adivina lejos,
terreno mágico, dilatada esfera
que el largo brazo del deseo roza,
bola brillante que los ojos sueñan,
compartida estancia
de la esperanza y de la decepción, oscura
patria
de la ilusión y el llanto
que los astros predicen
y el corazón espera
y siempre, siempre, siempre está distante.
Dichosos días augustos.