Solsticio. Verano boreal en
la luna de miel. Bebida refrescante, dulce. El Sol permanece quieto durante
unos días. Creo que esta vez lo hace para leer con tranquilidad la novela que
tengo entre las manos, Un café muy dulce,
de la periodista italiana María Luisa Magagnoli (1948), publicada a finales del
siglo pasado en Buenos Aires.
Un libro para reflexionar sobre
la condición humana y para explicarse la organización social ─tal vez, la
batalla más valiosa que ha ganado el neocapitalismo es hacernos creer a la
gente que gobernamos nuestros países─. Narra la historia de un expropiador,Severino di Giovanni (1901-1931), llegado a Argentina desde Italia, casado con
su prima Teresa, tienen tres hijos. Un personaje de vida intensa, idealista de
la violencia que dejó sus huellas marcadas en el camino de la insurrección. La cuestión social. Se
enfrentó con armas a quienes detentan los poderes.
Pero lo que me interesaba al
retomar este libro es el devenir de América Scarfó (1913-2006), que,
adolescente, se enamora de Severino y él de ella. Terminan viviendo juntos,
entre la discusión de los grupos obreros de su tiempo, pues hay quien no
comparte que él deje a su familia para unirse a una joven. El hombre más
buscado de Argentina -traje negro impecable, ojos ardientes- termina en la cárcel en 1930. En las situaciones en que se
separan, se escriben hasta tres cartas diarias. Cuando América tiene 17 años,
Severino es fusilado (a pesar de que no existía la pena de muerte en el país).
Durante toda su vida,
América se negó a vender su historia a Hollywood. Su nombre da título a la
editorial Américalee. Hasta cumplir 86 años no logró que el gobierno le
devolviera las cartas que le escribió a prisión, incautadas por la policía. Su
testimonio es el que guía a Magagnoli en un
café muy dulce, y su vida transcurre en los fotogramas de Los ojos de América (2016).
Salud.