No es que lea mucho teatro,
pero de vez en cuando me gusta hacerlo. Tal vez por la elipsis que permiten sus
textos, tan semejantes a la forma de hacer poética. Y, en la obra que nos
ocupa, no decepciona. Cierto que es muy dura, pues nace de una guerra, la del
Líbano, que se extendió durante quince años, de 1975 a 1990, pero también tiene
otro origen la acción: el empecinamiento en aprender a leer, escribir y pensar
para superar, en lo posible, las situaciones trágicas que atraviesa Nawal
Marwan, la protagonista.
Incendios esla obra de Wajdi Mouawad, nacido en Líbano en una localidad cristiano maronita
rodeada de enclaves drusos. Su familia busca refugio en Beirut y, en 1977, sale
a París, de donde es expulsada en 1983, asentándose en Quebec. Es la misma ruta
por la que marcha Nawal, aunque después de haber padecido la guerra en carne
propia. Primero, cuando es madre a los 14 años y le arrebatan a su hijo.
Después, cuando decide ir a buscarlo con los años y, entonces, se está en
guerra fratricida con escenas constantes de una crueldad que parece no tener
fin.
14, 35 y 60 -cuando muere-
son los años en que aparece intermitentemente Nawal en la obra de teatro,
entremezclándose con el resto de personajes, otros de los cuales son sus
gemela/o Jeanne (Jannaane) y Simon (Sarwane), que enfrentan (de formas
distintas) el reto del camino hacia su origen. La búsqueda del padre, al que no
conocen y creen muerto, se convierte en objetivo de su presente, apareciendo
noticias inquietantes del mismo según llegan los descubrimientos. Su madre ha
estado cinco años en silencio y se ha llevado a la tumba sus secretos; para
sorpresa de Jeanne y Simon resulta que, cuando nacieron, nadie la conocía como
Nawal Marwan, sino como La mujer que canta.
[Incendios está editado, con gusto, por KRK Ediciones, de Oviedo, en
la colección A escena. Forma parte de la tetralogía La sangre de las promesas].