lunes, 25 de octubre de 2021

El canto del pájaro enjaulado (con Maya Angelou)

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 Comencé a leer el libro sin demasiado entusiasmo. Había leído unas cuantas autobiografías y me resultaba redundante. Pero esta tenía la particularidad de estar escrita en la década del sesenta del siglo próximo pasado, y me picaba la curiosidad. Se trata del primer volumen de una serie de siete, en los que la autora habla de su vida. Su título: Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado (publicado en 1969, traducido en 2016), de Maya Angelou (1928-2014, nombre adoptado por Marguerite Annie Johnson, formado por el apelativo cariñoso con el que la llamaba su hermano en la infancia y el apellido Angelos, de su marido griego).

Toni Morrison afirma que este libro abrió el camino de la escritura a las mujeres afroamericanas de Estados Unidos. Y no se ahorra los elogios sobre Maya: «Era generosa, posiblemente demasiado. Tenía diecinueve talentos y usaba diez. Y era verdaderamente original. No habrá nadie como ella». Es probable que sea la primera autobiografía de una mujer negra. Al menos, la primera reconocida universalmente.

La verdad es que sorprende la facilidad narrativa que tiene esta luchadora de los derechos humanos, la adaptación de la voz en sus páginas, que inicia con 3 años y finaliza con 17. Retrata la vida y el pensamiento de la población negra del Sur –los blancos son una quimera; ¿son personas como nosotros?; ¿somos personas acaso?–. Ella se cría, junto a su hermano, con la abuela materna, y va y viene a casa de su madre (en donde la viola a los 8 años el hombre con el que vive, y en donde tiene su hijo a los 16 años). En fin…

Me ha abierto a obras como El pozo de la soledad o la poesía de Paul Laurence Dunbar (1872-1906):

El pájaro enjaulado canta

con un trino de miedo

por las cosas desconocidas

pero aún con anhelo

y su melodía se escucha

en la colina distante

canta a la libertad.

lunes, 11 de octubre de 2021

Con los hermanos Tanner (de la mano de Robert Walser)

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 En estos días en que ha vuelto a celebrarse la Feria del Libro en Burgos, con las novedades editoriales del momento, he viajado algo más de cien años hacia atrás para embelesarme (como hiciera Kafka, exprimiendo cada gota de sus palabras –si bien él lo hacía leyendo en alto–) con Los hermanos Tanner (1907) de Robert Walser (1878-1956). Es su primera gran novela, escrita en Berlín, después de que estuviera una temporada sirviendo en un castillo de la Alta Silesia, pues había estudiado para mayordomo –servir en vez de ser servido–, lo cual se nota en la obra.

Hacía unos años que leí Jacob von Guten, tal vez su novela más conocida, y me agradaba leer de nuevo los diálogos convertidos en monólogos, e incluso los soliloquios, de una, dos o casi tres páginas en los que los personajes muestran su «extraño y fascinante espejo de la vida» (tal como dijera en su momento el poeta Chistian Morgenstern, que se convertiría a la postre en editor de estas novelas).

Experimento con su lectura sensaciones singulares. Sentir que estás con personajes fuera de este mundo –virtuales– y, poco después, con alguien que te transmite alguna de las realidades profundas de la existencia. En todo caso, figuras que no tienen inconveniente en mirar las motivaciones por las que actúan, sean o no contradictorias, y en expresarlas a quienes conviven con ellas. Singularidades que llevan a cada protagonista a que su vida transcurra en soledad, con estrechas conexiones temporales, porque no hay otra manera de hacerlo.

En la novela alterna con su hermana –era el séptimo de ocho hermanos– Lisa, maestra; su hermano Karl, artista de cierto renombre; el viaje que realizó a pie desde Stuttgart a Zúrich; y los oficios subalternos amanuenses en los que trabajó desde que tuvo que dejar los estudios a los 14 años, poco antes de que muriera su madre enferma, a la que le unía un vínculo especial, casi simbiótico.

Salud