domingo, 23 de diciembre de 2018

Mano con mano (contra el dolor)

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Salud.
Escribe Almudena Guzmán (1964) en El príncipe rojo (2005):
Quien hace del dolor ajeno
impasible,
rentable y vanidosa inspiración,
no debería pasar a la historia
ni como hombre ni como poeta.
Hombres y poetas hay pocos.
Raposas entre las viñas los más.
Pero no nos asomemos al solsticio de invierno solo con bagaje pesimista. Alentemos (como hace Márcio Faraco ahora en Brasil, con la que les está cayendo) venturas para los días venideros.
Más Salud.

lunes, 17 de diciembre de 2018

El peregrino querúbico en Borges

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Se me han vuelto a cruzar dos libros (al igual que en la anotación anterior). Llevo un tiempo con una selección de El peregrino querubínico (o querúbico) de Angelus Silesius (1624-1677), poeta y místico germánico (aunque Breslau, hoy sea polaca), que ya de estudiante publicó unos poemas con su seudónimo. Después, en las universidades de Estrasburgo y Leiden, estudió medicina y otras ciencias, y se introdujo en la mística judía o Cábala, en la alquimia y el hermetismo, en un ambiente en que los Países Bajos recibían a grupos disidentes perseguidos en Europa. Terminó de licenciarse en Padua en 1648. Vuelto a su ciudad, se le nombró médico de la corte, la que tuvo que abandonar cuando comenzó a tener visiones y criticar el luteranismo, lo que le volcó a convertirse al catolicismo y hacerse franciscano (con el nombre adoptado). Trabajó para el príncipe-obispo y, tras 1671, se retiró, legando sus bienes a orfanatos al morir. Su obra más conocida es El peregrino querubínico (1657), colección de 1676 epigramas en pareados alejandrinos, que exploran la mística y el quietismo, y cierto panteísmo. Admirado por Schopenhauer, Wittgenstein, Heidegger o Cioran, además de Goethe, Rilke y Borges.
Precisamente, el segundo libro mencionado es El Aleph, relación de cuentos que Borges (1899-1986) publicara en 1969. El argentino, ya en su juventud, supo de Silesius ‒a través de una mención de Schopenhauer‒ y adoptó su (cierto) panteísmo y su tendencia a la mística, lo que reflejan repetidamente sus obras y (en su momento) las numerosas conferencias en las que intervenía. En estos cuentos, por ejemplo, Asterión recibe sin apenas oposición la muerte o el poeta David Jerusalem nace en Breslau o aparecen las monedas (del alma) o…
Borges alabaría en múltiples ocasiones la noción de poesía del silesio: «La rosa es sin porqué / florece porque florece. / No se cuida de sí misma / no pregunta si se le ve». Y gustaba de finalizar sus intervenciones con el epigrama final: « Amigo, ya basta. En caso de que quieras seguir leyendo, sé tú mismo el libro y tú mismo la esencia».
Confluencias de la estética de la inteligencia.

martes, 11 de diciembre de 2018

Del Libro Rojo a Sprinters (de Centroeuropa a Chile)

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Comienzo a leer El libro rojo (o Liber novus)de Carl Gustav Jung (1875-1963), texto (inédito) ampliamente citado, que no ve la luz hasta cien años después de escrito ─lo fue entre 1913 y 1930─. No dispongo de tiempo para dedicarme a él con detenimiento. Tampoco sé hasta dónde estaría dispuesto a emplearlo, pues su contenido es críptico para una mente del siglo veintiuno. El atractivo lo tiene en que trae a mi presencia aquel Recuerdos, sueños y pensamientos (1964, elaborado con Aniela Jaffé), que tan sugerente fuera al caer en nuestras manos. Antes, cuando este psicólogo escribió Liber novus ya era una personalidad reconocida. Pero, en ese tiempo, la literatura y la psicología no habían establecido límites precisos entre ellas, y eran objeto de experimentaciones continuas (al igual que sucedía en las artes visuales). Se trataba de explorar y describir la gama completa de experiencias internas, aparecidas en sueños, visiones y fantasías. De ahí que necesite su lectura una dosis notable de paciencia y voluntad.
Esta pereza hacia lo pasado ─a dialogar con el mago Filemón─ es lo que me ha inclinado a leer Sprinters (2018), de la chilena Claudia Larraguibel (1968). Tampoco es que se salga indemne de la aventura por este libro, al atravesar las diversas épocas de Colonia Dignidad, establecida en Chile en 1961 por alemanes, que llegó a ser poderosa (con su propio aeródromo), envuelta en negocios ilegales, y que se haría tristemente famosa durante la Dictadura de Pinochet, pues albergó un campo de internamiento y torturas. Presentado como novela, contiene elementos de no ficción, como testimonios de quienes vivieron en esta colonia, y otros intermedios, como el guión de varias escenas de cine que la autora había escrito con el propósito de que se rodara una película (abandonada, a la postre, por la productora).
Al haberse escrito en varias ocasiones sobre la actuación de los jerarcas de la colonia en tiempos dictatoriales, C. Larraguibel intenta una narración desde el interior de la misma, apoyada en personajes que pudieran vivir en la disciplina de esa comunidad, en cuya cúspide se hallaba el todopoderoso promotor ─el tío Paul (Schäfer)─, al que servían día y noche un grupo de niños (llamados sprinters), que utilizaba para saciar su pedofilia en los abusos sexuales (de lo que se rodó en 2013 el documental Los niños de Paul Schäfer).

miércoles, 5 de diciembre de 2018

El libro de los libros (Buchholz)

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Sabía que llegaría el día en que me pusiera a escribir sobre él. Me lo enseñó una amiga alemana, hará unos veinte años, en Madrid. A ella se lo habían regalado por Navidad; recuerdo la época porque la asocié con la ilustración del camarero con la bandeja de libros en un paisaje de nieve; nunca había visto un dibujo así (frente a tantos en que aparecen esparcidos los libros por agua, hierba, cielo, carreteras, etc.). No entendí el texto porque estaba en alemán (a pesar de que tiempo atrás, por trabajos veraniegos, había aprendido algo de este idioma); ahora veo que es el escrito por Michel Tournier, referido a «El último día de George Simenon».
Se trata de El libro de los libros. Historia de imágenes, publicado hace un par de años en español, sobre la edición príncipe de 1997, realizada en Múnich. Un año antes, el escritor Michael Krüger distribuyó entre colegas de cierto renombre de diversos países cuarenta y seis ilustraciones (diferentes) del reputado dibujante Quint Buchholz con el fin de que elaboraran un breve texto sobre ellas. La temática de las mismas era común: el libro. Para su sorpresa, pasado un tiempo, recibió cuarenta y seis contestaciones con los encargos cumplidos, que muestran ─¿cómo no?─ aspectos de la escritura y la lectura.
Por España, si no hierro, hablan Ana María Matute, José Agustín Goytisolo (en poesía), Ana María Moix (en poesía), Javier Tomeo, Carmen Martín Gaite, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Gustavo Martín Garzo y Javier Marías.
El conjunto es un tentador volumen de imágenes y palabras, que finalizan en el descubrimiento de la luz, el lugar esencial donde nace un cuadro ─no en la inspiración que llega de no se sabe dónde, según nos cuentan, ni en la genialidad de quien lo pinta─ y donde desaparece un artista.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Disfrutar con el bien y el mal, y la música (de Leonardo da Vinci)

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De vez en cuando, para elegir un libro, olvido las calidades literarias, las indicaciones de las amistades o mis favoritismos, y me guío por las apariencias. Recorro los pasillos de las bibliotecas y miro en las mesas de novedades hasta dar con alguna obra que prometa entretenerme solo con pasar sus páginas con delectación y posar la vista aleatoriamente, sin relacionar sus contenidos, sin juzgar (conscientemente) sus intenciones, dejando que pueda suceder lo inesperado ─«Entre la idea / Y la realidad / Entre el movimiento / Y el acto / Cae la sombra», escribe Eliot.
Así es como tengo entre las manos Leonardo da Vinci y la música, obra ilustrada, de amplio formato, editada en 2003 por la Biblioteca Nacional y el Auditorio de Tenerife. Suelo ser escéptico ante las hipótesis que asignan interpretaciones personales a la creación de las grandes obras artísticas; en este caso, a las músicas que “aparecen” en la Gioconda, las cuales le confieren esa pose que la hace perdurable, pero disfruto leyéndolas. El libro que comento recorre gran parte de la producción de Leonardo y señala la preferencia que tenía hacia la construcción de escenografías efímeras, tan del agrado de los magnates de su tiempo, al permitirles ostentar su poder; en estas fiestas, el maestro hacía gala de elegancia y refinamiento, incluso acompañando magistralmente su canto con la lira.
Igualmente, me embebo en algunas de las historias contadas en Atlas del bien y el mal (2017) por Tsevan Rabtan, ilustrado por la chilena Alejandra Acosta, a través del que puedo asentarme en Damasco o en la colina de Mukattam o en el oasis de Otrar o en los vados del Dniéper o en las especias de Batavia o en la isla de Pascua… en compañía de personajes singulares, por lo general crueles, convertidos en caudillos o dioses (que viene a ser parecido en estas historias), que desembocan en tribus, pueblos o sociedades vivas en la actualidad.
El bien y el mal, claro. La música de fondo.

viernes, 23 de noviembre de 2018

El beso de la mujer araña (Manuel Puig)

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Cuesta un poco retomar un libro de hace más de cuarenta años, con todo lo que hay pendiente de leer apilado en la mesa del rincón. Pero esta vez he realizado ese pequeño esfuerzo de resistir la tentación de las novedades y he vuelto a aquella celda de la cárcel argentina de 1974, en la que dos personajes ─un homosexual y un revolucionario─ llenaban páginas con su devenir diario entre barrotes.
En el fondo, sentía curiosidad por ver si me resultaba una historia antigua e, incluso, decadente, y comprobar si tendríamos que dar la razón a críticos y escritores como Vargas Llosa que, en su momento, se opusieron a que fuera publicada en determinadas editoriales de renombre, al aducir que su autor “escribía como Corín Tellado”. Y no digamos los círculos leninistas occidentales, entre los que se encontraba Gallimard en París (con Ugné Kavellis a la cabeza), que también se negaron a su publicación, con uno de sus argumentos favoritos: que el desenvolvimiento de la historia no era lo suficientemente revolucionario o, lo que era más grave aún, que podía ser contrarrevolucionario.
Manuel Puig (1932-1990), de Argentina a México, con estancias en Europa y EE. UU., tuvo una vida intensa, bastante diferente de buena parte de quienes hoy hacen literatura. Así que puede decirse que es un escritor anómalo, con textos inquietantes y, en cierta medida, desestabilizadores. Además, fue vanguardista, en el sentido de incorporar elementos “menores” a sus obras, tal las canciones populares o los relatos cinematográficos ─él se consideraba un director de cine fracasado─, disipando los límites entre la gran literatura y los subgéneros literarios. A su velatorio y entierro (en Cuernavaca) acudieron seis personas (incluida su madre, con la que vivía).
¡Ah!, el libro ha pasado el corte con nota.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Decrecimiento (el pescador mexicano con Carlos Taibo)

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Suele contar en sus charlas Carlos Taibo La parábola del pescador mexicano, la cual sirve de título a uno de sus libros, que lleva el significativo subtítulo Sobre trabajo, necesidades, decrecimiento y felicidad. Significativo porque expresa algunos de los elementos que intervienen en el planteamiento que realiza acerca de nuestro planeta. Más en concreto, acerca del modo en que estamos llevándolo a un colapso, al sobreexplotar sus recursos, en especial por parte de quienes habitamos los territorios “avanzados”.
Sostiene Taibo que las soluciones a las necesidades de recursos que conlleva el aumento demográfico mundial pasan por rebajar notablemente nuestros niveles de consumo y conseguir un reparto equitativo de los bienes. Sería actuar como ese pescador mexicano que con dos horas de trabajo tenía suficiente para poder vivir, con lo cual le quedaba tiempo para levantarse tarde, jugar con la progenie, sestear con la parienta y salir, sin prisa, con la cuadrilla (a ello, lógicamente, habría que añadir las tareas caseras), todo ello sin esperar a jubilarse para llevar esa vida.
Introduce su libro con dos citas. Una es de Óscar Wilde, «El trabajo es el refugio de quienes no tienen nada que hacer», con la inevitable ironía de este autor. Otra, de Robert Frost, algo más extensa, «El cerebro es un órgano maravilloso. Empieza a trabajar nada más levantarnos y no deja de hacerlo hasta que entramos en la oficina».
Se dice que una comunidad no occidentalizada sería tediosa. Así presentaba una monja salesiana una comunidad “primitiva” que había conocido en la selva de Venezuela: «No hay quien les haga trabajar; cuando consiguen la comida que necesitan, están una semana charlando. Viven en una choza grande. Tienen todo en común y todo el mundo se ocupa de todo; hasta de los niños. Van desnudos, por lo que es urgente vestirlos. En el terreno sexual hacen lo que les da la gana y, además, disponen de unas hierbas que permiten que las mujeres no queden embarazadas».

viernes, 9 de noviembre de 2018

Aliento de Eva (Carmen Plaza)

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El otoño no ha llegado todavía a las moreras (al menos a las del Parral), en esos momentos en que se cubren de fosforescencia crema. Las veo aún demasiado verdes mientras paso con los versos de Carmen Plaza. Esta economista burgalesa, radicada desde niña en Barcelona ‒Se esconde el mar, se esconde. / Todas las olas vuelven / al fondo de tus ojos‒, desde los inicios de siglo se prodiga en versos y relatos. Nos hace traspasar la triste línea de la gente que se toma los símbolos como destino:
Eva
Nos dirán
que la cosecha será escasa,
que el invierno helará nuestros párpados
y habrá llegado el tiempo
de olvidar la simiente.
No lo creas. Mira a tu alrededor
la luz frondosa,
el sol y el agua vistiéndose de gala,
todos los animales que nos ceden el paso,
sobre todo mi amiga la serpiente,
que nos invita a ser felices como dioses,
las espigas de trigo ofreciendo
el perfil afilado,
los árboles que muestran sus impúdicos frutos,
como esta roja pulpa que te entrego
con todo mi amor, en este instante.
Se permite sugerir algunas indicaciones: No hay que tirar nada en tiempos de escasez. Ni siquiera los disgustos. Se zurcen y pueden servir para otro traje.
[La fotografía está tomada de Escritores Recónditos].

sábado, 3 de noviembre de 2018

El perseguidor (Cortázar de cine)

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Hemos madrugado un poco para llegar con tranquilidad al trabajo por la tarde. Queríamos parar en las alamedas amarillas del Duero en Soria. Atrás han quedado las brumas del Moncayo ‒inicio de nuestro viaje‒ que dejaban entrever la nieve acumulada estos días en sus cumbres. En el camino, los páramos con algún sembrado iniciando el verde y, sobre todo, la gama de pardos y marrones de los barbechos. Cielo de otoño. Breves ráfagas de lluvia. Sol fugaz. Azules de interior. El espejo de las aguas del río soriano hasta San Saturio redobla la sensación de irrealidad que se tiene paseando sobre las hojas de sus orillas.
Un café, y continuamos la marcha. El rojo púrpura (de la hiedra japonesa) enciende el frente de algunos tapiales. Suena en la radio la viola en esta versión de Álbum para niños de Chaikovsky. A la llegada al Campo de Lara ‒ya en tierras burgalesas‒, las nubes bajas transparentan los picos de Las Mamblas; en la otra vertiente de la carretera se suceden las laderas arcillosas, fuertes, salpicadas de sabinas, emitiendo cantos de sirena. Nos tapamos los oídos con la cera del deber: hay que fichar a las 14:00 horas, una vez comidas.
Queríamos hablar en esta entrada de las narraciones de Cortázar (1914-1984) llevadas al cine, que se editaron hace unos años (2009): Los buenos servicios, que inspiró Monsier Bébé, dirigida por Claude Chabrol; Las babas del diablo, que fascinó a Michelangelo Antonioni tanto como para rodar Blow up; El perseguidor ‒¡quién da más!‒, que se asimila a Bird, de Clint Eastwood; y La autopista del sur, llevada a la pantalla por partida doble en Week end, de Jean-Luc Godard, y El gran atasco, de Luigi Comencini.
Quede así. Saludos otoñales de cine.

domingo, 28 de octubre de 2018

Breviario mediterráneo (Predag Matvejevic)

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Hace años conocimos este libro que nos entusiasmó. Quedamos sorprendidos por la mezcolanza de narraciones, personajes o lugares, además de por las formas de imbricarlos que realiza Predrag Matvejevic (1932-2017) en Breviario mediterráneo (1991). Este autor yugoslavo, nacido en Mostar en 1932, que enseñaba literaturas comparadas en París, fallecido recientemente, escritor en croata y francés, denunciante posterior de la guerra patria y su depuración, aunó aquí libros de viajes, novelas, crónicas, tratados poético-filosóficos, atlas, aforismos, etc. para dar a luz este texto, que sirve de libro de cabecera, pues puede leerse aleatoriamente, no secuencial.
Con el tiempo, discutimos con un amigo porque no le parecía que el libro señalara en la medida que él deseaba la singularidad mediterránea, como si quienes están a sus orillas constituyeran una sociedad única, no accesible a quienes no lo habitan. Matvejevic recorre la pluralidad de comunidades que contiene y afirma que «los mediterráneos pertenecen más a la ciudad que a la nación» o que «el Mediterráneo es algo más que una simple pertenencia».
Islas, ciudades, puertos, cabos, golfos, rutas, corrientes, temperaturas, vientos, naufragios, mitos, sirenas, galeones, odiseas, faros… Breviario mediterráneo es una filología del mar, «mezcla de rigor y temeridad, precisión científica y manifestación del infinito» (dice Magris en el prólogo). Espacio histórico-cultural, estudiado por Braudel; espacio místico-lírico, celebrado por Camus. Lo magistral y lo vital.
Todavía lo tengo a mano.

lunes, 22 de octubre de 2018

Historias de Chimamanda Ngozi, ideas de Marina Garcés

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La filósofa Marina Garcés (1973) elabora el epílogo de la pequeña obra El peligro de la historia única (2018), de Chimamanda Ngozi Adichie. No es que sea novedoso, hoy en día, lo que dicen, pero merece la pena abundar en ello. Expone Garcés que la Filosofía es la historia única por excelencia, en la que se canoniza a unos señores capaces de pensar, cuyo pensamiento lineal ha sido heredado por las sociedades “desarrolladas” que han luchado por conseguir sociedades modernas. Frente a ello, pone en valor las ideas de la gente corriente, acostumbradas a los “cuentos chinos” ‒asimilados, en notable medida, con mujeres y niños‒, pues estos aportan una gran variedad de conocimientos, desalojados de los manuales académicos, que, incluso leídos en el encierro del lavabo, sirven «para escapar, en definitiva, como el pintor chino a través de su cuadro y poder ir al encuentro de lo que aún no sabemos de nosotras mismas».
Chimamanda Ngozi Adichie (1977) es de sobra conocida por su literatura y su feminismo. Nacida en Nigeria en una familia acomodada, fue a Estados Unidos a estudiar en la universidad. Fue su discurso Todos deberíamos ser feministas el que la introdujo en la viralidad y convirtió sus palabras en fuente para mucha gente. Al tiempo, obras como Americanah muestran la estética, cotidianidad y poder en que basa su obra. El pelo se convierte en símbolo que muestra la historia y política subyacente a sus formas. La otra gran manifestación de sus personajes es el amor, o la forma de vivir la sexualidad.
Su propósito es crear una red de bibliotecas para escuelas, y talleres de escritura para quienes deseen narrar las numerosas historias de la vida cotidiana. «Cuando rechazamos el relato único, cuando comprendemos que nunca existe una única historia sobre ningún lugar, recuperamos una especie de paraíso».

martes, 16 de octubre de 2018

El abogado descalzo (Chen Guangcheng)

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Hoy, que he dado un rodeo para llegar al trabajo por no atravesar por el paseo de los castaños (pues te puede caer alguna en la cabeza), he terminado de leer El abogado descalzo (2015), de Chen Guangcheng (1971). Hace un tiempo, un amigo extremeño me comentó que había estado en la biblioteca del barrio de Villaverde (Madrid) y, en la estantería de novedades, se detuvo en ojear el libro de ensayos de Lewis Mumford, Interpretaciones y pronósticos (1922-1972), estudios sobre literatura, historia, biografía, técnica y sociedad contemporánea, y El abogado descalzo, el cual se llevó prestado y, a pesar de sus ocupaciones, leyó, quedando impresionado por la lucha de este hombre.
Chen Guangcheng había nacido en la China rural y perdió la vista. Entrado en la adolescencia, asistió a una escuela especial para invidentes, de la que pasó a cursar medicina tradicional china en la universidad, una de las escasas carreras que le estaba permitido estudiar. Volvió a la aldea y dedicó sus energías a defender a la gente discapacitada y al empeño por conseguir que llegase agua potable a la población, además de a denunciar las esterilizaciones forzosas que conllevaba la política del descendiente único.
Su activismo era molesto y traspasó fronteras. Era acusado de abogado descalzo ‒abogado sin título‒. Tanto que, en 2006, fue condenado a cuatro años de cárcel y, a la salida, a permanecer dos años más recluido en su casa. Fue en esta época cuando planificó la huida, que emprendió en una mañana de abril de 2012. En su invidencia, tenía interiorizado el recorrido, que pudo finalizar sin toparse con ningún guardia de los que le vigilaban. Llegó a la embajada de EE. UU. en Pekín y, desde allí, a Wahsington C. D.
Como bien decía mi amigo, es un libro duro, pero un ejemplo de quien lucha contra los monstruos que agitan la ley y se oponen con violencia a los atisbos de dignidad humana.

miércoles, 10 de octubre de 2018

De lo geek a la Generación del 98 (Kameron y Carmen)

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Por una u otra razón, esta temporada (iniciada en septiembre) no termina de presentarme su normalidad; una y otra vez se acercan los días de renovar la entrada, sin que haya tenido tiempo de disfrutar de la anterior y de pasarme, con cierta tranquilidad, por otras bitácoras. Y no es por falta de material; sin ir más lejos, dejo de lado Breve historia de la verdad (2018) de Julian Baggini, o La meditación y el arte de dibujar (2018) de Wendy Ann Greenhalgh, publicada esta en la colección Tiempo de Mirar. Cualquiera de estas obras daría para una anotación.
Esta vez cabalgaremos entre lo geek ‒recordemos que el término referencia a quienes apasiona la informática y los ordenadores‒ y la Generación del 98 de la mano de dos mujeres: Kameron Hurley y Carmen Baroja Nessi. ¡Qué diferencias tan abismales ofrece la sociedad para desenvolverse en unas épocas o en otras! Especialmente, si se pertenece a un colectivo que no detenta los poderes esenciales del patriarcado. K. Hurley escribe La revolución feminista geek (2018), tomada en parte con material de su blog; su lenguaje es beligerante y su estilo es directo, sin que falte el toque de calidad literaria en su elocuente prosa; reflexiona sobre la lucha contra la invisibilización de las mujeres, la perseverancia necesaria para progresar como escritora, la importancia del cambio cultural... que encuentran eco en muchas personas, interesadas o no en la cultura geek.
Por su lado, Carmen Baroja Nessi (1883-1950), también escritora de relatos y estudiosa de lo popular, se vio obligada a vivir bajo el aura de escritores y pintores, que entendían que el trabajo doméstico no les atañía, de ahí que tuviera que trabajar y solucionar los problemas de cualquier hogar, empleando en ello buena parte de su existencia. Es lo que narra en las memorias Recuerdos de una mujer de la Generación del 98 (rescatadas en el centenario de esa fecha por Amparo Hurtado). Casada con el editor Rafael Caro Raggio, la vida defraudó sus expectativas juveniles, salvo por sus hijos Julio y Pío, que se compenetraron con ella. (No así el Pío hermano, a quien reprocha su excesivo egoísmo, al igual que a Ricardo). A veces, aparece la duda y, además, la culpa por la falta de rebeldía: «Según mi familia, no tenía derecho a nada más que a mis labores domésticas, o acaso yo lo pensaba».

jueves, 4 de octubre de 2018

Zagajewski (en Ocupación Poética)

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Estará en Burgos este domingo el poeta, novelista y ensayista polaco Adam Zagajewski (1945) para dar una charla, organizada por Ocupación Poética (de la que hablaremos en otra ocasión), a la que suma su apoyo la Asociación de Profesionales de Bibliotecas local. Nacido en la ucraniana Low, pronto tuvo que cambiar de residencia a Silesia por motivos políticos familiares, y realizó los estudios universitarios en Cracovia, tiempo en que se implicó en las contiendas sociales, reflejadas en sus textos. Por entonces, fue miembro significado del movimiento Ahora (junto a Krystyna Rodowska o Julian Kronhauser), que formaron parte de aquella Generación del 68 o del 70, que animaba con obras teatrales y poéticas los ambientes contestatarios. Como escribiera en Dos ciudades: «La música fue creada por los nómadas. La pintura es el arte de los sedentarios. La poesía es asunto de emigrados».
Pero el paso a París, al inicio de los ochenta, fue transformando su poesía y, según expresa en En la belleza ajena, parece que se irrita consigo mismo por haber elegido palabras airadas en poemas contra el sistema. Dice, entonces, que descubre la poesía en valores imperecederos. En 1989 será profesor asociado en la Universidad de Houston y, en 2002, retorna a Cracovia.
Su poesía es narrativa, no hermética ‒«Los buenos escritores envuelven lo desconocido en lo conocido»‒, casi coloquial, pues atiende la idea en base a una situación espacial y temporal reconocible.
En mayo, atravesando el bosque al alba
me preguntaba dónde estabais, almas
de los muertos. Dónde estabais, jóvenes
desaparecidos, dónde estabais, del todo
transfigurados.
En el bosque reinaba el gran silencio
y oía soñar las hojas verdes,
oía soñar a las cortezas, hechas para construir
barquitas, naves, velas.
Luego, arrancó lentamente el gorjeo de los
pájaros, jilgueros, tordos y mirlos ocultos
en los balcones del ramaje; cada uno hablaba distinto,
con otra voz, sin pedir nada, sin
amargura ni pena.
Y comprendí que en el canto estabais,
inalcanzables como la música, indiferentes como
notas, lejos de nosotros como nosotros
de nosotros mismos.
[Traducción del poema de Elzbieta Bortkiewicz. En la imagen está con Maja Wodecka, esposa del poeta].

viernes, 28 de septiembre de 2018

Cárcel (Emmy Hennings, de Ángel Dadá a Monte Verità)

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Ha llegado la garza de otoño al Arlanzón. Cada año solemos verla posada en las aguas o en el vaivén de las ramas en los chopos del paseo. Qué casualidad, su figura me recuerda algunos retratos de Emmy Hennings (1885-1948), escritora y actriz alemana, cofundadora (junto a su compañero sentimental de entonces Hugo Ball) de Cabaret Voltaire en Zúrich en 1916, local en el que se produce el nacimiento del movimiento Dadá, al que ella se adscribió en el primer momento, pero del que renegó (con Ball) muy pronto, para llevar una vida ascética en el cantón suizo de Tesino (en el conocido Monte Verità, al que también llegaron H. Hesse, Isadora Duncan o Jung).
Parte de su azarosa existencia la narra en Cárcel, novela autobiográfica editada en 1919, que refleja la estancia que tuvo que pasar entre rejas, después de que fuera denunciada por un hombre al que había robado, en la época en que ejercía la prostitución para la supervivencia, más o menos hacia 1914. La singularidad del relato, apoyado en frases breves y espontáneas, en un primer momento; los tipos de personas que dibuja, en especial con los diálogos y con párrafos secuenciales, hacen de este texto un espacio inesperado y de denuncia del sistema judicial alemán de momento hacia las mujeres. Sorprende que esta denuncia la haga una mujer sin apoyo de estatus burgués, lo que era corriente en las mujeres que se atrevieron a hacerlo (caso de Else Lasker-Schüler o Sophie Taeuber-Arp).
La traducción que se ha hecho en 2018 incorpora poemas del primer libro de Hennings, Estrofas del éter (1913). «En el sur el agua susurra como seda, / vivimos en estrechas celdas, / a través de los barrotes penetra en pequeñas olas / la añoranza por el lejano brezal».
"A donde dirigimos nuestros pasos voluntariamente, ahí está nuestra casa".

sábado, 22 de septiembre de 2018

Literatura de actualidad (con Mónica Ojeda, Lina Meruane y A. M. Homes)

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Al no tener costumbre de leer literatura moderna, decidí al inicio de verano adentrarme algo en sus relatos. Sin método, bastante al azar. Cayó en mis manos en primer lugar la novela Fruta podrida (2015), de la chilena Lina Meruane (1970), a la que siguió Mandíbula (2018), de la ecuatoriana Mónica Ojeda (1988). Alterné ambas con Ojalá nos perdonen (2012), de la neoyorkina A. M. Homes (1961). Seguramente por aquello de que la gente de algunas razas se nos parecen, también he tenido una sensación semejante con esta literatura. Un lenguaje directo, descarnado a veces, con violencia latente en muchas de sus escenas, en donde el cuerpo no es tabú, que desarrolla las historias con agilidad, si bien no exento de reflexiones y descripciones del entorno.
Las obras de Meruane y de  tienen protagonistas femeninas ─dos cada una─, que cuentan con edades de juventud y primera madurez. Eligen escenarios aislados, situados en la naturaleza. Las protagonistas, en sus situaciones enfrentadas, resultan dependientes entre sí. La vida que asoma en un cuerpo joven, que no tiene inconveniente en despreciarla, y la vida que se asienta en un cuerpo hacia la madurez, que ya ha previsto las trampas de la perfección. Abordan los discursos de las instituciones de enseñanza y de salud médica, y la violencia con que ambos imponen sus intereses y sus criterios. Son, además, una crítica a esos sistemas, en la certeza de que las propias novelas forman parte de su producción.
La novela de Homes, diríamos, es algo más pulp-fiction (y más voluminosa), pero se disfruta con ella igualmente. Los diálogos, de frases breves, la sustentan. Violencia de hombres, algo de sexo y, al final, la página de agradecimientos a personas cercanas y lejanas (de Inglaterra, Francia, Holanda, Italia), como si de un libro de ensayo se tratara. También, una persona madura y una pareja de adolescentes ─chico y chica─, inmersas en ambientes pluriétnicos, y, por supuesto, perro y gato, con su canguro, mediando un viaje a África. Observaciones sagaces para describir la podredumbre de lo que damos en llamar el alma media estadounidense. Todo ello en 365 días.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Sobrevivir con la muerte de Charlie Hebdo (Levedad)

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Una joven ilustradora de 25 años, Catherine Meurisse, es contratada, ante su asombro, para la plantilla de la revista que admiraba, Charlie Hebdo. Diez años más tarde, la mañana del 7 de enero de 2015, después de pasar una noche en vela a causa de un desengaño amoroso, se levanta desoyendo al despertador y llega con bastante retraso a la reunión del equipo de redacción de los miércoles. En el intermedio, los hermanos Kouachi han entrado en el local y perpetrado un atentado (que ella llama matanza).
Para quienes, de una u otra forma, salvaron la vida, les cayó plomo en las alas; al modo de Pompeya, la existencia les quedó petrificada. A partir de ese momento comenzaban los días negros, al lado de una escolta permanente y sometiéndose a diversos tipos de terapias. Aunque solo la voluntad de cada cual, entre la ayuda mutua, irá abriendo pequeñas ventanas de luz. Fundamentalmente, con la búsqueda de la belleza ─«Soy hermosa, ¡oh mortales!, como un sueño de piedra», les decía Baudelaire─, en un camino contrario al de Stendhal («Primero el desvanecimiento interior, debido al shock del atentado […] Alejado ya el caos, la razón se reanima y se recupera el equilibrio junto con la percepción […] Esa belleza que me salva, devolviéndome la levedad»).
En febrero de 2016, Catherine termina el álbum que acabo de ver y leer, en el que dibuja y escribe el devenir de ese tiempo. La amistad y la cultura o, lo que es lo mismo, la belleza, les hacen llevadero el peso de los mil años que, en un instante, les habían caído.
En realidad, es hermoso este libro.

lunes, 10 de septiembre de 2018

El guardia, el poeta y el prisionero (Yun Dong-Ju)

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Lo cojo lo dejo lo retomo lo orillo levemente… Así he estado con este libro del surcoreano Lee Jung-Myung, El guardia, el poeta y el prisionero (2014), construido sobre tópicos ‒la quema de libros, el guardia cruel que se humaniza con la poesía, la memorización de textos, los palimpsestos, etc.‒ y, al tiempo, engranado sobre unos personajes definidos, que en muchos momentos muestran profundidad, además de ambientarlo en la cárcel japonesa de Fukuoka en los años 1944 y 1945. Entre sus temas, el de la lucha del pueblo coreano por zafarse del yugo imperialista japonés.
Una notable parte de la trama la sustentan un guardián, carcelero despiadado ‒obediente‒ que será asesinado en circunstancias oscuras, y el poeta coreano Yun Dong-ju (1917-1945), el cual había estudiado en universidades japonesas, para lo que tuvo que cambiarse de nombre, lo que le producía una vergüenza tal, que impregnará sus poemas. A causa de experimentos médicos con sustancias químicas, el poeta fallece en febrero de 1945. No había publicado nada en vida, pero en 1948 se editaron juntos, bajo el título Cielo, viento, estrellas y poesía, los tres manuscritos que había dejado (que vieron la luz en español en el año 2000).
Sus poemas tuvieron un gran impacto. Combinaban ingenuidad, belleza y resistencia.  La otra patria: «La noche de mi regreso a casa / mi sombra me sigue y se acuesta a mi lado. // Mi habitación oscura conduce al universo / y el viento me sopla en la cara desde algún sitio, desde algún cielo. // Contemplo la sombra que se marchita dulcemente en la oscuridad. // ¿Soy yo el que llora? // ¿O la sombra? / ¿O mi alma bella? // El perro fiel / ladra toda la noche a la oscuridad. // El perro que ladra a la oscuridad / debe de perseguirme a mí. // Corre, corre, / corre como un fugitivo. / Huye de la sombra, / ve en busca de otra patria hermosa».

martes, 4 de septiembre de 2018

Migrantes en el pueblo (tierra adentro)

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He estado unos días en el pueblo (Castilruiz, Soria). Cada vez que voy allí por estas fechas, me pregunto por qué llaman así a los girasoles, pues sus cabezas amarillas siempre están mirando al este, sin moverse. Sea como sea, son un regalo para la vista, al igual que las golondrinas rondando los montones de trigo en los alrededores del silo, las campánulas entre los juncos, los ciervos acercándose al barranco húmedo, las espigas despistadas en las laderas de los ribazos o las mariposas volando entre la hierba.
Pero ni aun allí podemos evitar los ecos de la migración, de su tragedia. Leo en los caminos el libro Tierra adentro. Vida y muerte en la ruta libia hacia Europa (2018), del periodista Karlos Zurutuza (1971), que lleva viajando a Libia desde los momentos de la primavera árabe de 2011. El panorama actual del país no puede ser más desalentador. Una serie de ciudades-estado se disputan este comercio humano en el triángulo de Lampedusa (con Misrata y Sabrata).
Un mundo cambiante, al que el propio periodista no se atreve a poner reglas, pues las empalizadas en las que se asientan pueden variar ‒de hecho, lo hacen‒ en cualquier movimiento interno o externo. Las ramificaciones de la actividad costera llegan (o provienen) hasta las ciudades de desierto (Sabha o Gatroun), controladas por tuaregs o por tubus, a los que se unen los bereberes del norte o el ISIS.
Aquí me entero de que subirse a una patera es la menor de las adversidades que enfrentan durante meses (o años) quienes vienen en ellas.
[La pintura es del escritor sirio Omar Delawer].

miércoles, 29 de agosto de 2018

La paloma, cartas desde la ciudad (Leena Krohn)

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Una paloma ha anidado en el aféizar de la ventana de la biblioteca en este mes de agosto. Inusual. La primera vez que ocurre algo semejante en este mundo de estanterías. Ello me remite a uno de los libros que leo este verano: Tainaron, cartas desde otra ciudad (1988) de la finlandesa Leena Krohn (Helsinki, 1947), autora reconocida en su tierra de novelas, cuentos, literatura infantil y ensayos, que elige un dístico de Angelus Silesius (1624-1677) para encabezar la obra: «No estás tú en el lugar, el lugar está en ti».
Como suelo hacer con cierta frecuencia, elegí al azar el libro en la estantería de novedades de la biblioteca (en este caso del centro de la ciudad), pensando que sería una lectura ligera, veraniega, algo fantasiosa ─elegante, por lo que pude ojear─, que me entretendría los días que iba a pasar en el pueblo frente a la seriedad del Moncayo, pero el texto ha resultado ser una reflexión sobre el modo en que se estructura la sociedad, con el toque de ironía que permite la descripción de escenas ilusorias.
Y es que se trata (a la manera que hiciera Mark Twain en Cartas desde la tierra) de las misivas (no electrónicas, y sin respuesta) que envía un personaje desconocido que ha llegado (de visita o para vivir) a una ciudad habitada por insectos, trasmutada en un lugar con alma, desde el que va revelando situaciones que no son otro asunto sino propuestas sobre la muerte, la soledad, el amor o la sabiduría. Por momentos, parece que estamos ante los coros de una obra griega clásica o la fantasía romántica.
Atrás queda el océano arqueado. La paloma ya tiene polluelos.

jueves, 16 de agosto de 2018

Felicidad (urbana)

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Parece que la felicidad nos viene cuando vivimos alguna de las variadas situaciones con las que disfrutamos (momentáneamente). Por lo general después de algunos esfuerzos (para contar con seguidores en las redes, para llegar a la arena soleada, para sentarnos a la mesa...). Poco que ver con las enseñanzas antiguas que cifraban lo estados felices con la templanza y el desprendimiento, con la capacidad que adquiriéramos de no poseer, de no necesitar poseer.
Seguramente tiene ello que ver con habernos hecho personas urbanas. Georg Simmel, en su breve estudio La metrópolis y la vida del espíritu (1903), trata de entender las mutaciones que sufrimos en los espacios de las ciudades -que heredan las que la misma ciudad sufre- y nos define como homme blasé, es decir, individuos envueltos en gran variedad de estímulos y acontecimientos ante los que nos es conveniente anestesiarnos si deseamos sobrevivir. O sea, la riqueza nos lleva a la pobreza. Somos Ulrich asomadas a la ventana en las páginas de Musil.
Nos lo dice Wislawa Szymborska en Vida al instante:
Mal preparada para el honor de vivir,
soporto con dificultad el ritmo impuesto por la acción.
Improviso, aunque deteste improvisar.
Tropiezo a cada paso en mi ignorancia.
Mi manera de hacer sabe de provincias
Mis instintos son los del diletante.
La agitación, que me disculpa, tanto más me humilla.
Siento como crueles los atenuantes.
Salud.

lunes, 6 de agosto de 2018

Wanderlust. Deleite de viajar sin destino ni rumbo

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Neb Raj Bathia nace en Pakistán hacia 1924 y, algo antes de su independencia, se trasladó a la India, asentándose en Nueva Delhi. Traductor de varias lenguas –trabajó con Indira Gandhi‒. En 1994 se pudieron escuchar sus poemas en español por las calles y plazas de Medellín (Colombia) ante un público entregado, según suele ser costumbre en este Festival. Este spanish profesor, como gusta llamarse, elabora la antología El wanderlust y otros poemas” de la que extraemos «Wanderlust. Deleite de viajar sin destino ni rumbo»:
Otra vez tengo la misma locura.
Otra vez tengo el mismo Wanderlust.
Otra vez voy con mi estado trascendental.
No sé a dónde va a llevarme mi vida.
Al salir del desierto de mis frustraciones,
me reveló que estaba siempre el destino
de mis esperanzas y mis aspiraciones
más allá de estos espejismos.
Al perderse en las nieblas de las distancias
los bellos paisajes de los caminos,
se apreció de repente la luz ligera
de tus recuerdos.
Cuando no había ni desierto ni río,
ni tierra, ni océano, ni cielo, ni Vía Láctea,
cuando tampoco existía Dios mismo, yo existía solo en el universo
de mi amor propio.
Todavía tengo el polvo del viaje en el cuerpo
y todavía estoy muy cansado,
pero otra vez tengo la misma locura en el espíritu
de lograr mi destino
y otra vez tengo el mismo Wanderlust en el alma
para viajar sin destino.
[Salud. A la espera de que la Vida nos conserve este deleite].

jueves, 26 de julio de 2018

Marcha a la dignidad y libertad John Lewis

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Sabemos que las historietas gráficas tienen la virtualidad de transmitir experiencias personales de vida. Son un cauce autobiográfico solvente, tal como podemos apreciar en Persépolis de Marjane Satrapi o Maus de Art Spiegelman. Incluso en situaciones en que priman las conductas colectivas. De ahí que no he tenido inconveniente en sumergirme en estos días en la historia de las luchas por la libertad ‒aplastando el segregacionismo a que estaba sometido el pueblo negro en Estados Unidos en bares, cines, trabajos, etc.‒ que iniciaron diversos colectivos en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, de los que, según suele ser habitual, solo quedan en la memoria pública algunos nombres, tal el de Martir Luther King (1929-1968).
El 2010 el recientemente electo Barack Obama entregaba la Medalla de la Libertad a John Lewis (1940), senador negro, único superviviente de aquellos oradores ‒diez‒ que intervinieron en la marcha por el trabajo y la libertad sobre Washington el 28 de agosto de 1963. Este se había fogeado en el Comité Coordinador Estudiantil por la No Violencia (SNCC), pues practicó y defendió con firmeza este modo de ser y de vivir, con el que soportó palizas, insultos y encarcelamientos durante años de los segregacionistas, la policía o el ku kux klan. Todo ello es lo que ha volcado en March. Una crónica por la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, auxiliado en ello por su asesor Andrew Aydin y el novelista gráfico Nate Powell.
No decepciona. Lo asombroso del relato es que no hay rencor, sí dignidad.
Según comenta J. Lewis, los letreros de “solo blancos” y “solo negros” ahora han quedado en libros, documentales o museos, pero permanecen otros “letreros invisibles”: pobreza, hambre, cárceles…
[Salud. A la espera de que la Vida destierre el segregacionismo de quienes gobiernan la res publica].