Desde que leí la noticia de que se iba a
editar en España la obra de Janet Biehl (1953) sobre la vida de Murray Bookchin(1921-2006), estuve atento a su salida y, cuando esta se produjo el año pasado,
una amable bibliotecaria la pidió para la biblioteca del barrio (con lo que
creo que esta se ha beneficiado). Janet y Murray se conocieron a mitad de los
años ochenta y, desde entonces, establecieron una confraternización que llevó a
la pensadora y al ya (re)conocido ecologista libertario a extenderla a los
ámbitos de la edición.
Bookchin fue pionero, en 1962, con Our Synthetic Environement, en alertar
sobre los pesticidas y la agricultura industrial, el agotamiento del suelo, La
contaminación del aire y del agua, la deforestación, la energía nuclear y el
advenimiento del calentamiento global, anticipando la necesidad de destetarnos
de los combustibles fósiles. Aunque sería la obra de la liberal Rachel Carson, Primavera silenciosa, también de 1962,
pero mucho más estrecha y pacata, la que se llevara la gloria, lo que redundó
en detrimento del movimiento social ecologista, pues acercó a la gente al
umbral de las preguntas cruciales sobre la sociedad y el planeta, pero les hizo
ignorarlas.
Janet Biehl, eligiendo un título bimembre,
dicotómico, como ya hiciera Rosa Luxemburg con Socialismo o barbarie, realiza un trabajo impresionante con la vida
de su compañero desde que la familia judía de este emigrara a Estados Unidos
desde Rusia. Él creía que las ideas podían hacer avanzar la historia; si tienes
una idea político-social adecuada, la gente puede hacerla suya y puede ponerla
en práctica. Su escuela de Vermont enseñaba a cultivar de forma orgánica, construir
instalaciones solares y eólicas, y crear huertos urbanos.
[Salud. A la espera de que la Vida enseñe ecología social a quienes gobiernan la res publica. La ilustración es de Arkhip
Kuindzhi].