domingo, 16 de octubre de 2022

Bienvenida a América (con imaginación)

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Me resistía a continuar con la lectura de Bienvenidos a América, pues se había entrometido Ursula K. Le Guin (1929-2018) con unos ensayos sobre la escritura, la lectura y la imaginación, que llevan por título Contar es escuchar (2018), y la verdad que tendía a coger este libro cuando me sentaba a leer, y quedaba sin abrir el que estaba junto a él. Se reúnen aquí escritos de no ficción de Ursula, los cuales presentan un atractivo no lejano a las historias que narra de las zonas de Terramar. «Escuchar es un acto de comunidad –dice– que requiere un lugar, tiempo y silencio. Leer es una manera de escuchar». Según suele hacer, compendia en sus páginas la vida que ha dedicado a la literatura y al activismo social.

Bienvenidos a América (2016), de la poeta y novelista sueca Linda Boström (1972) me pilló desprevenido. «¡Vaya!, otra versión de Proust», dije al leer sus primeras páginas (a lo que tampoco ayudó el que tenga una valoración de Vanity Fair). Pero he tenido el acierto de retomarlo. Por una vez, la mano se me fue a este librito –de 86 páginas, formato bolsillo– en vez de al de Ursula y, al poco de continuar su lectura, me sorprendí sumergido en una prosa bella y sugerente.

«Crecer no es asunto sencillo», dice Ellen, la protagonista, una adolescente que se ha quedado sin palabras (habladas o escritas) después de que deseara que su padre (enfermo, agresivo y alcohólico) muriera y, en efecto, muere. Y ella es quien narra, quien hace literatura –a Linda le diagnostican trastorno bipolar a los 26 años y está 4 años entrando y saliendo de una clínica mental con tratamiento de electroshock–. El silencio es la respuesta de la muchacha al temor de que los pensamientos le traicionen si los deja salir. Y está el hermano, ruidoso, y la madre, la madre que llena todos los momentos…

Salud

sábado, 1 de octubre de 2022

Un mes en Siena (con Hisham Matar)

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Puede conocerse una ciudad por deseo y por abandono. Claro que para ello es necesario disponer de tiempo y de medios, pues ambos elementos favorecen este propósito. Es lo que hace Hisham Matar (1970) con Siena. Este autor nacido en Nueva York de progenitores libios se cría entre Trípoli y El Cairo, y se hace universitario en Londres, en donde vive la mayor parte del tiempo. Cuando la familia estaba exiliada en El Cairo, en 1990, secuestraron a su padre y lo llevaron a Libia, y allí desapareció. Hisham vuelve a su país tres décadas después para buscar noticias de su padre. Empeño inútil, que deja reflejado en El regreso (2017).

Entretanto se despierta en él la querencia por la pintura de la escuela sienesa, en auge entre los siglos XIII al XV, al visitar con frecuencia la National Gallery y contemplar a Duccio di Buoninsegna. Años y años alimenta el deseo de viajar a la ciudad toscana. En 2019 cree llegado el momento de cumplir su anhelo. Y allí se aposenta en una casa alquilada, palacete antiguo, y se deja llevar. Tiene tiempo. Deambula por la sinuosidad de sus calles, sube y baja escaleras, atraviesa las murallas hacia el campo, contacta con gente, asiste a clases de italiano… Llega a la Piazza del Campo y se tumba en sus losas. Se sienta en la blancura del Duomo. Entra en el Palazzo Publico y se demora por días en la Alegoría del buen gobierno de Lorenzetti en la Sala dei Nove. Cae en la Pinacoteca y en el Oratorio de San Bernardino.

«Aquellas pinturas no eran bizantinas ni renacentistas, constituían un mundo aparte, como una anomalía entre capítulos, como la orquesta que afina sus cuerdas en el intermedio del concierto». El libro, las apreciaciones del autor requieren confianza, concentración, dejarlas entrar en nuestra mente. No siempre es fácil, pero el viaje es gratificante. Sorprende.

Salud