Que se celebrará en Burgos los días 24 y 25 de febrero.
El programa, los ponentes, todo lo que ofrece este congreso nos ha parecido excepcional, porque es evidente que nos gustan las redes sociales y todo lo que implica participación, comunicación, socialización propio de la web.2.O y allí nos vamos a plantar Ayla y Mafi,¡ vaya dos! estamos encantadas con la oportunidad y vamos a intentar no estar como pánfilas con la boca abierta de par en par ante semejante plantel de comunicadores, blogueros y demás profesionales.
Personalmente me encantaría conocer a Yoani Sánchez, si consiguiera salir de Cuba, porque según ha denunciado ella misma en Twitter, no deben estar por la labor las autoridades cubanas de concederle ese derecho y acudir a Burgos a recoger su premio en el que se le reconoce su valentía y creatividad.
Queremos aprender para en este mundo virtual, poder ofreceros a todos los que nos seguís que desde Iberoámerica sois un montón, todo lo mejor.
Aquí os dejo el enlace del Congreso que según indica podrá seguirse por Streaming así que ¡¡¡animaros todos!!!
martes, 22 de febrero de 2011
lunes, 21 de febrero de 2011
Encontrar(se) con la Felicidad
¿Qué ocurriría si, a la vuelta de una esquina o en medio de un puente, nos topáramos frente a frente con la Felicidad? ¿Nos deslumbraría tanto su presencia (como aseguran, respecto de la Divinidad, los textos religiosos) que caeríamos al suelo, fulminados al instante, ante su resplandor? ¿Nos lanzaríamos al agua? ¿O, tal vez, nos decepcionaría este encuentro profundamente? Leemos los versos de Juan Gelman (1930-):
¡Quién pudiera agarrarte por la cola
Magiafantasmanieblapoesía!
¡Acostarse contigo un vez sola
Y después enterrar esta manía!
¡Quién pudiera agarrarte por la cola!
En 1917 ocurrió −es un decir− un hecho famoso: El caso de las hadas de Cottingley. Frances Griffiths (de 9 años) y Elsie Wright (de 16) aseguraban que solían jugar con hadas en un paraje situado a la vera del arroyo Cottingley Beck (Ingaterra), y confirmaban su afirmación con cinco fotografías que habían tomado con la cámara de fotos del padre de Frances. Ante la claridad de lo que se veía, expertos en este tipo de falsificaciones no hallaron pruebas de nada irregular y se sorprendían ante el movimiento que parecían tener las figuras aladas (incluso, Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, defendía su veracidad). Y, efectivamente, no estaban trucadas, no era un montaje técnico. Al correr de los años, las primas confesaron que lo equívoco estaba en las figuras, pues las hadas que se veían en las fotografías habían sido recortadas en papel por Elsie, muy diestra en estas faenas.
Atravesamos, con frecuencia, épocas convulsas, sociales y personales. En plena guerra mundial aparecen hadas que corretean junto a la cascada de un arroyo. Jugamos con ellas…
¡Quién pudiera agarrarte por la cola
Magiafantasmanieblapoesía!
¡Acostarse contigo un vez sola
Y después enterrar esta manía!
¡Quién pudiera agarrarte por la cola!
En 1917 ocurrió −es un decir− un hecho famoso: El caso de las hadas de Cottingley. Frances Griffiths (de 9 años) y Elsie Wright (de 16) aseguraban que solían jugar con hadas en un paraje situado a la vera del arroyo Cottingley Beck (Ingaterra), y confirmaban su afirmación con cinco fotografías que habían tomado con la cámara de fotos del padre de Frances. Ante la claridad de lo que se veía, expertos en este tipo de falsificaciones no hallaron pruebas de nada irregular y se sorprendían ante el movimiento que parecían tener las figuras aladas (incluso, Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, defendía su veracidad). Y, efectivamente, no estaban trucadas, no era un montaje técnico. Al correr de los años, las primas confesaron que lo equívoco estaba en las figuras, pues las hadas que se veían en las fotografías habían sido recortadas en papel por Elsie, muy diestra en estas faenas.
Atravesamos, con frecuencia, épocas convulsas, sociales y personales. En plena guerra mundial aparecen hadas que corretean junto a la cascada de un arroyo. Jugamos con ellas…
jueves, 17 de febrero de 2011
El éxito (in)esperado
¿Qué es lo que hace popular a un libro? Seguramente que la mayoría de quienes escriben y publican historias desearían tener en sus manos esos polvos que envuelven −invisibles− a algunos textos y los convierten, aunque solo sea durante un tiempo, en el centro de escaparates y anaqueles. Pero parece que el éxito inesperado −no el programado desde los despachos de agentes y editoriales−, para quien nunca lo ha tenido, queda en manos del caprichoso azar o, según quién lo analice, de un ineludible destino cuyo devenir nadie conoce.
Leemos ahora −con cierto retraso− El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, aparecido en nuestro país −con cierto retraso− en 2006, el cual obtiene enseguida un notable éxito de ventas, al igual que lo había hecho en otros lugares, propiciado por el boca a boca. Se nos ocurre que lo primero que tiene que crear un libro son espejos −muchos espejos− en los que sus personajes se reflejen y se desdoblen, y en los que quienes leemos nos reflejemos y nos desdoblemos. Después, lluvia −abundante lluvia− que resbale por la piel arrastrando el polvo del camino, pero que no cale y no humedezca los goznes de las puertas de nuestras estancias secretas.
Se nos ocurre que debe elaborar metáforas −simbolismos varios− en los que la historia se acoda: problemas de corazón en vez de crudos abandonos, apagones de vida en vez de rabiosos golpes... Se nos ocurre −en fin− que debe desnudarnos, asumiendo esta llevanza sin pudor.
Leemos ahora −con cierto retraso− El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, aparecido en nuestro país −con cierto retraso− en 2006, el cual obtiene enseguida un notable éxito de ventas, al igual que lo había hecho en otros lugares, propiciado por el boca a boca. Se nos ocurre que lo primero que tiene que crear un libro son espejos −muchos espejos− en los que sus personajes se reflejen y se desdoblen, y en los que quienes leemos nos reflejemos y nos desdoblemos. Después, lluvia −abundante lluvia− que resbale por la piel arrastrando el polvo del camino, pero que no cale y no humedezca los goznes de las puertas de nuestras estancias secretas.
Se nos ocurre que debe elaborar metáforas −simbolismos varios− en los que la historia se acoda: problemas de corazón en vez de crudos abandonos, apagones de vida en vez de rabiosos golpes... Se nos ocurre −en fin− que debe desnudarnos, asumiendo esta llevanza sin pudor.
lunes, 14 de febrero de 2011
Príncipe de la escritura (Documento, con dolor)
Amanuense, copista, pendolista… son términos con los que designamos a los monjes medievales que dedicaban horas y horas, en los scriptoria, a copiar códices, muchos de los cuales son ahora admiración nuestra. La singularidad y dureza de su oficio quedaba en parte compensada con algunos de los privilegios que gozaban; por ejemplo, poder calentarse en invierno en la cocina (al tiempo que se caldeaba la tinta). Por entonces, un libro era un objeto muy preciado, llegando a valorarse como dos bueyes.
En el siglo X existía un lugar a orillas al Arlanzón, junto al pueblo de Tordómar, en donde se hallaba el monasterio de Santa María de Valeránica, al que llegó Florencio, joven monje escritor peregrino, que sería con el tiempo −según Gómez Moreno− príncipe de los calígrafos españoles. En el Smaragdo o Libro de las homilías (conservado en la catedral de Córdoba), escribió en el colofón:
«Quienquiera seas el que vengas a leer, acuérdate del copista y pecador Florencio […] La labor de copia es alimento del que lee […] Quien no sabe escribir estima ésta una labor baladí. Pero, si lo quieres saber en particular, te diré cuán pesado es el trabajo de copiar: los ojos se nublan, la espalda se encorva, se oprime el vientre, los riñones duelen y todo el cuerpo se fastidia. Por lo mismo, te ruego que pases las hojas con lentitud y que no pongas los dedos sobre las letras porque, así como el granizo arrebata a la tierra su fecundidad, así un lector torpe destruye la escritura y el libro. Tan suave como un puerto para el navegante es para el copista la última línea del códice».
En el siglo X existía un lugar a orillas al Arlanzón, junto al pueblo de Tordómar, en donde se hallaba el monasterio de Santa María de Valeránica, al que llegó Florencio, joven monje escritor peregrino, que sería con el tiempo −según Gómez Moreno− príncipe de los calígrafos españoles. En el Smaragdo o Libro de las homilías (conservado en la catedral de Córdoba), escribió en el colofón:
«Quienquiera seas el que vengas a leer, acuérdate del copista y pecador Florencio […] La labor de copia es alimento del que lee […] Quien no sabe escribir estima ésta una labor baladí. Pero, si lo quieres saber en particular, te diré cuán pesado es el trabajo de copiar: los ojos se nublan, la espalda se encorva, se oprime el vientre, los riñones duelen y todo el cuerpo se fastidia. Por lo mismo, te ruego que pases las hojas con lentitud y que no pongas los dedos sobre las letras porque, así como el granizo arrebata a la tierra su fecundidad, así un lector torpe destruye la escritura y el libro. Tan suave como un puerto para el navegante es para el copista la última línea del códice».
jueves, 10 de febrero de 2011
Visita a la superiora
Venga vale, me dejo de metáforas y al grano con el asunto:
La biblioteca municipal de Burgos ganó el premio al fomento de la lectura 2010, concedido por la federacion de Editores (FGEE) y el pasado martes unos cuantos compañeros pudimos disfrutar de parte de ese premio.
Al igual que en el cole nos fuimos de excursión y pasamos el día en la capi, visitando la Biblioteca Nacional.
En la entrada nos recibió y dió la bienvenida Gloria Pérez Salmerón y luego tuvimos una visita guiada por la biblioteca.
Aspectos, curiosidades y chascarrillos que llamaron nuestra atención:
- Es necesario pedir un pupitre donde sentarse y el bibliotecario te asigna el puesto.
- Si quieres leer la prensa del día tienes que esperar dos meses.
- Aún queda un catálogo en fichas y se usa que es lo más curioso.
Y ya hablando más en serio, destacar que pasamos una jornada muy agradable, por las vistas, por el lugar, que impresiona, por lo amable que fue Ana guiándonos por los pasillos, enseñándonos las distintas salas y contestando a todas nuestras preguntas y por el sol que nos acompañó durante toda la jornada (muy a valorar teniendo en cuenta el invierno burgalés).
Como siempre que se visita un lugar que te gusta, yo ya he anotado en mi agenda que volveré. Estupenda visita para recomendar y pasar un día agradable en Madrid.
Gracias a la Federación de Editores, a los compañeros de la Biblioteca Nacional y a los nuestros que se quedaron trabajando para que el resto pudiéramos acudir.
lunes, 7 de febrero de 2011
La canción de las redes sociales ¿cambio?
Esta mañana escucho la canción de Tote King
Deja un comentario divertido, /
etiqueta-me, agrega-me, quiero ser tu amigo /
¡Cuántos amigos y qué originales!
[…]
¡Cierra el puto Facebook ya!
Woo Woo
¡Cierra el puto Tuenti ya!
Woo Woo
¡Cierra el puto Twitter ya!
Woo Woo
Resulta muy fácil alabar las redes sociales −rápidas, extensas…−, que con un simple clic nos relacionan con otra gente. Y, al tiempo, resulta muy fácil denostarlas −inmediatez, ego, irreflexión…−, pues nos convierten en entes sin rostro.
Podría convencerme hacia su uso, diciéndome que las redes en sí son neutras, que su valía depende de cómo se utilicen. Pero no es así. En el barco de La Vela Blanca sabemos que tan importante es tener los remos en las manos como sujetar el timón. Y en los programas de estas redes esto no sucede; no sabemos dónde está el timón, no decidimos su configuración, sus posibilidades, el destino de lo que incorporamos a ellas.
Podría consolarme con Walter Benjamin al saber que las redes no pueden captar el aura de lo que sucede, no pueden atraparnos en lo esencial; pero sé que sí queda ahí mi impronta y que ella se sumará a la del resto de la gente, dando como resultado algo muy distinto a todas/os nosotras/os: una empresa medida en euros o dólares, que es objeto de transacciones multimillonarias. Facebook se valoraba a fines de 2010 en 33.700 millones de dólares. Telefónica compró Tuenti en ese mismo año por 70 millones de euros. Me conmueva saber que, al menos, soy un trocito de Mercancía.
Y continúa la canción:
¡Oh, quiero star en toos laos! ¡Toos laos! /
Mamáaaaa /
¡Quiero star en tos laos! ¡Toos laoos! /
Papáaaaaa /
¡Quiero star en tos laos! ¡Toos laoos! /
¡Y poner mi foto en grande y mi estado de ánimo!
Deja un comentario divertido, /
etiqueta-me, agrega-me, quiero ser tu amigo /
¡Cuántos amigos y qué originales!
[…]
¡Cierra el puto Facebook ya!
Woo Woo
¡Cierra el puto Tuenti ya!
Woo Woo
¡Cierra el puto Twitter ya!
Woo Woo
Resulta muy fácil alabar las redes sociales −rápidas, extensas…−, que con un simple clic nos relacionan con otra gente. Y, al tiempo, resulta muy fácil denostarlas −inmediatez, ego, irreflexión…−, pues nos convierten en entes sin rostro.
Podría convencerme hacia su uso, diciéndome que las redes en sí son neutras, que su valía depende de cómo se utilicen. Pero no es así. En el barco de La Vela Blanca sabemos que tan importante es tener los remos en las manos como sujetar el timón. Y en los programas de estas redes esto no sucede; no sabemos dónde está el timón, no decidimos su configuración, sus posibilidades, el destino de lo que incorporamos a ellas.
Podría consolarme con Walter Benjamin al saber que las redes no pueden captar el aura de lo que sucede, no pueden atraparnos en lo esencial; pero sé que sí queda ahí mi impronta y que ella se sumará a la del resto de la gente, dando como resultado algo muy distinto a todas/os nosotras/os: una empresa medida en euros o dólares, que es objeto de transacciones multimillonarias. Facebook se valoraba a fines de 2010 en 33.700 millones de dólares. Telefónica compró Tuenti en ese mismo año por 70 millones de euros. Me conmueva saber que, al menos, soy un trocito de Mercancía.
Y continúa la canción:
¡Oh, quiero star en toos laos! ¡Toos laos! /
Mamáaaaa /
¡Quiero star en tos laos! ¡Toos laoos! /
Papáaaaaa /
¡Quiero star en tos laos! ¡Toos laoos! /
¡Y poner mi foto en grande y mi estado de ánimo!
jueves, 3 de febrero de 2011
Engarzar el destino (con poesía)
Subir escaleras, bajarlas, se nos antoja una actividad cotidiana. Es un gesto al que no le hallamos −en su repetición− valor simbólico alguno, cuando en realidad, si bien miramos, tiene la cualidad de transportarnos de un nivel a otro. Puede adentrarnos o expulsarnos. Llevarnos a la alegría. Traernos a la tristeza. Es la forma en que se construyen algunos poemas. En escalera, con malperlán, ofreciendo la nariz de madera para que el pie se pose con suavidad en cada peldaño. Impulsándonos hacia el necesario descansillo.
Miremos, pues, el inicio de este Destino, de David Fraguas:
Imaginad un barco anclado en la bahía de San Francisco. /
Un lejano anochecer del lejano otoño de 1916. /
Un barco que cruzó las aguas del mar de China. /
Un barco que trajo a Norteamérica un rosario de jade y un grabado de la terraza Fenghuang. /
Imaginad la terraza Fenghuang: las hojas plateadas de los sauces, el viento impetuoso que las lleva hasta los ríos solitarios. /
Preguntad a Li Bai, amante de las garzas blancas, por los sauces y por los ríos solitarios. /
Preguntadle cuándo comenzó a añorar la decadencia de la juventud. /
Cómo llegó a ser un polizón en aquel barco de emigrantes y vendedores de especias. /
Un íntimo polizón de lo cotidiano −indigno ermitaño del loto verde.
[…]
[Podemos seguir leyéndolo en La importancia de las horas, Madrid, Devenir, 2008].
Miremos, pues, el inicio de este Destino, de David Fraguas:
Imaginad un barco anclado en la bahía de San Francisco. /
Un lejano anochecer del lejano otoño de 1916. /
Un barco que cruzó las aguas del mar de China. /
Un barco que trajo a Norteamérica un rosario de jade y un grabado de la terraza Fenghuang. /
Imaginad la terraza Fenghuang: las hojas plateadas de los sauces, el viento impetuoso que las lleva hasta los ríos solitarios. /
Preguntad a Li Bai, amante de las garzas blancas, por los sauces y por los ríos solitarios. /
Preguntadle cuándo comenzó a añorar la decadencia de la juventud. /
Cómo llegó a ser un polizón en aquel barco de emigrantes y vendedores de especias. /
Un íntimo polizón de lo cotidiano −indigno ermitaño del loto verde.
[…]
[Podemos seguir leyéndolo en La importancia de las horas, Madrid, Devenir, 2008].
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