jueves, 26 de noviembre de 2015

Historias que capturan estrellas

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LO PRIMERO…    …que hizo fue darle un abrazo. Y sabía que tenía hambre y sed. Pero. Primero. Le dio un abrazo. (Mariana)
Volvía a casa la noche del lunes con el cielo nublado. Entre los árboles del paseo de las murallas medievales estaba una niña con dos estrellas unidas a unos hilos, a modo de cometas. Extrañado, le pregunté de dónde las había bajado pues no había ninguna a la vista. Me contestó que eran de La Recolectora. «¡Vaya ‒dije‒, vengo de allí y no me he percatado de ellas!».

Al continuar andando, comprendí. Alguien había leído la historia con la que comienza esta anotación, tomada del libro Historias que capturan estrellasde María González Reyes y Virginia Pedrero Boceta, formado por numerosos relatos (casi todos de muchachas y mujeres) de gestos comunales. Gestos de gente que se une para reivindicar una escuela, un barrio o un abrazo. Al igual que el de Lucía, Opciones: «Cuando le dijeron que fuera al psicólogo o al médico de cabecera para que le recetara un tranquilizante, recordó que su abuelo le contaba que los problemas laborales los solucionaban en el sindicato, “algo que sucede en el trabajo es un problema colectivo, por eso las soluciones individuales no funcionan”. Y se quedó pensando qué hacer».

Precisamente, en la Casa Redonda, habíamos estado comentando El diario completamente verídico de un indio a tiempo parcial, de Sherman Alexie, que trata acertadamente de la superación individual en situaciones de pobreza, marginalidad y desesperación como es una reserva en Estados Unidos. ¿Será que puede serlo de otras formas?

Estas obras de Libros enAcción parece que nos traen esas estrellas.

viernes, 20 de noviembre de 2015

La escritura describe tu vida (en China)

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Quisiera gritar pero tengo que bajar la voz lo más posible: no debe sonar a blasfemia, sino a oración, no debe retumbar como un cañón, sino silbar como el viento. Un latido más fuerte acompañado de una mayor quietud
Vivir en una sociedad autoritaria pone a prueba a cualquiera que tenga la pulsión de la escritura. Ya en las distintas etapas de una persona, ya en los distintos grados de opresión del poder, los textos que produzca irán variando según se acomoden unas a otros. La cita con la que comienza la anotación es el conocido poema de Xi Chuan, escritor chino contemporáneo que se mueve entre lo clásico y lo moderno, entre lo poético y lo narrativo, algo místico y algo escéptico, en fin, nada fácil de clasificar.
En su juventud estaba cercano a la poesía oscura, corriente reunida en torno a la revista Jintian (Hoy), que se posicionaba contra la vaciedad de los mensajes de la propaganda oficial en torno a la Revolución Cultural de 1976, con textos algo herméticos, antipoéticos, pero con la satisfacción de luchar contra un gigante (“El tren se abalanza tumultuoso hacia el puente. / Me refugio debajo y siento cómo se estremece”). Aunque se viva la soledad, queda compartirla (“En la ribera opuesta del río / arde una llama. / Una llama / que hace arder mayo / y agosto […] Su fuego será inextinguible. / Un poeta la ve, un campesino la ve…”), aunque se corre el peligro de perderlo todo (“fuera de las montañas hay llanuras / llanuras donde mis cuatro caballos se han extraviado”). Es el recorrido de la década de los ochenta. En el que no pueden faltar los símbolos naturales, inherentes a la escritura china.

Después viene la poesía posterior a Tiananmen, de la que es muestra el poema Salutación con el que iniciamos la entrada. Época de desesperanza y, por tanto, para el poeta, de sacrificio, en la que el caballo lírico no puede desbocarse. De ahí que, en la visita que hace a España en 2013, declare: «quiero ser un mal poeta».

sábado, 14 de noviembre de 2015

Belleza (y, acaso, Verdad)

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"Propaganda es la gentil orientación del pensamiento por parte del Estado, que socava la pasión que tenemos por la verdad y la belleza"
He de decir que me fascina la belleza de las expresiones e, incluso, de las palabras. Las leo o las oigo e, inmediatamente, concedo prestigio a quien las escribe o habla. Es lo que me sucede con las obras de Francisco Solano (La Aguilera, Burgos, 1952), tal Lo que escucha la lluvia, cuando dice que «a cierta edad es lamentable, y muy triste, que, al volver la vista atrás, no veamos el camino recorrido, sino el lugar abandonado». Pudiera ser mejor no recordar, pues se dice por ahí que ello es una forma de pureza que mantiene vivo el asombro, continúa diciendo el narrador de ese libro, un cuerpo improbable.
Pero no venía esta mañana dulce de noviembre a realizar una anotación sobre Solano, sino sobre Cyrill Connolly(1903-1974), uno de los críticos literarios más incisivo y temido en Inglaterra, y en concreto de su obra La tumba inquieta (o sin sosiego, The Unquiet Grave), de cuya introducción está tomada la cita con la que se encabeza la entrada. Escrita durante la segunda guerra mundial, elige a Palinuro, piloto de Eneas ahogado en alta mar, para representar la melancolía y la pena que nos destruye desde dentro en situaciones tan irracionales como la que se está atravesando. El amor, la literatura, las religiones… pasan por su pluma, lamentando la lucha entre naciones hermanas, derivadas de la misma cultura, la griega. Libro que conlleva una iniciación, un descenso a los infiernos, una purificación y una cura.

Se me van los minutos con ese libro (de culto) en la mano ‒que me fascina más que Enemigos de la promesa‒, seguramente porque soy atrapado por aquel dicho clásico: «El pensamiento lo consuela todo».

lunes, 9 de noviembre de 2015

Música blanca. Carmen y Cristina (Cerezales Laforet)

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Cuando leí Nada por vez primera, imaginé que su autora, Carmen Laforet (1921-2004), sería una persona algo caústica, cuya existencia estaba atravesada por gestos distantes, poniendo barreras a lo que pudiera salir o entrar en su mundo. Según suele suceder, estaba confundido. Su obra nace del amor. Ella misma comenta en la introducción a Mis páginas mejores (Gredos, 1957): «Cuando vuelvo la vista atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de derramarla en un círculo muy íntimo». Conocido es que Nada está escrito a los 22 años y que obtiene el Premio Nadal en su primera convocatoria, la de 1944, editado en la colección Áncora y Delfín, la de Festina lente. Su existencia es cambiante. Puede decirse que nace como testimonio y vive como documento.
Adentrarse en la escritura de Carmen Laforet conduce al silencio, al que tuvo durante los últimos años de su vida. La fe de su hija Cristina Cerezales Laforet pone palabras suficientes en su existencia abstraída, de donde brota un libro tan singular como Música blanca (Áncora y Delfín, núm. 1.138, 2009), en el que resuenan los armónicos, sonidos de agua, ahora que está alejada del mar, en el que vive su centro.
Escritos, cartas, dibujos, recuerdos… van combinándose en las páginas, rehaciendo a la madre, la cual evoca a la suya, una mujer de extracción humilde que había estudiado con una beca, muerta prematuramente en Canarias, cuando Carmen contaba con 13 años. «Es verdad, sigo pensando en mi madre, ella fue la que despertó nuestro afán de lectura y alimentó la base de nuestra cultura. Recibimos de ella su sensibilidad hacia los demás y su delicadeza […] Ella se ocupaba de nosotros con gran firmeza y también con ternura, pero yo recuerdo más la firmeza, la exigencia del desarrollo de nuestra inteligencia».

Textos exquisitos. Con la amistad, el tiempo y el mar.

martes, 3 de noviembre de 2015

Pérdidas (muerte de Jesús Lizano)

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Hace tiempo que deseaba escribir algo sobre Jesús Lizano y Moncho Alpuente, ambos fallecidos en el año en curso. Cuando conoces a la gente por haber compartido ideas que son fundamentales para cada cual y haberlas vivido en momentos reiterados, fruto del esfuerzo, con la satisfacción de difundir lo comúnmente creído, la aparición de la muerte tiene algo de irreal. Vivir en lugares diferentes ‒lejos, igualmente, de la sangre‒ no supone un estorbo para que los lazos permanezcan con gente afín. De ahí que no terminas de asimilar su desaparición definitiva, teniendo la impresión de que puedes verte en cualquiera de los siguientes encuentros.
Jesús Lizano (1931-2015) es un poeta nacido en Barcelona, donde transcurre su vida, que afirma «mi patria es el mundo; mi familia, la humanidad». Comenzó su aventura en 1955 con Poemas de la tierra, la cual culmina con ¡Hola, compañeros! en 2010, teniendo ediciones recopilatorias hasta el año 2000 en Lizania. Aventura poética (Lumen) y Lizania 2001-2013 (FAL). Escuchar sus recitales era toda una experiencia ‒«Confusa y sangrienta / no busques la verdad: / busca la inocencia»‒ por la humanidad de sus gestos y palabras, por la lucidez de sus descubrimientos al dejar desnudos los poderes de las ambiciones público-privadas. La poesía solo se debe a ella misma, no a la gloria.
Tendrá ahora que disculparnos Moncho, pues pensaba dedicarle la mitad de la entrada a él, pero, según avanzan las líneas, me embargan las emociones lizanas y no mezclan bien esta tarde en las venas con ninguna otra pasión jocosa que no sean las personas curvas:
Su verbo vertido.

Breve es este homenaje, pero esperemos que cumplido, al tiempo que prosigue su Lizania.net, parada en aquel mayo de su desaparición, en la que están digitalizadas varias de sus obras.