Es necesario amar para saber escuchar las mil lenguas del Silencio.
Ayer por la mañana me
acerqué a la biblioteca Cervantes, del barrio, a devolver un libro que caducaba
ya. En el mostrador, me entretuve charlando con las bibliotecarias solventes (y,
con frecuencia, ilustradoras) que allí hay. Entonces, me indicaron el centro de
interés que han montado para estas fechas. Según puede verse en la fotografía, han
elegido libros y los han envuelto en papeles de colores, a los que han
incorporado un detalle floral o alado (realizado también en papel tintado).
Completan la adehala propuesta con una frase que vela y desvela el contenido de
la obra literaria vestida.
Así, leemos: «En este libro
/ no aparece nunca / la palabra amor / o cualquier / combinación / que lleve
esas / letras», «Este es el libro / más difícil de / escribir, / que habrás
leído / jamás, porque / quien lo escribe / no sabe escribir», «Microhistorias /
que crepitan. / Un escalofrío / te recorrerá la / espalda», «Un marido podrido,
/ un padre asqueroso, / una pésima fuente de ingresos, / un fracaso total / y
para colmo se topa con / un perro idiota», «Otra historia de / infidelidad,
solo que / esta da lugar a / una novela perfecta / con la que encima / te
reirás», «Evoca el lugar / que ocupan en nuestra / vida los libros… / o una
relación epistolar».
Me llevaría unos cuantos,
pero decido quedarme con este: «Una Mary Poppins / muy inquietante». Todavía no
lo he abierto, prefiero prolongar la emoción, al igual que hace la protagonista
de Felicidad clandestina, aquel delicioso
cuento de Clarisse Lispector.
(La cita del inicio está tomada de un entrefilete de Tierra y
Libertad, diciembre de 1931, sin que recuerde ahora la fecha exacta ni el
número).Salud (y venturosos días).