Ha llegado la garza de otoño
al Arlanzón. Cada año solemos verla posada en las aguas o en el vaivén de las
ramas en los chopos del paseo. Qué casualidad, su figura me recuerda algunos
retratos de Emmy Hennings (1885-1948), escritora y actriz alemana, cofundadora
(junto a su compañero sentimental de entonces Hugo Ball) de Cabaret Voltaire en
Zúrich en 1916, local en el que se produce el nacimiento del movimiento Dadá,
al que ella se adscribió en el primer momento, pero del que renegó (con Ball)
muy pronto, para llevar una vida ascética en el cantón suizo de Tesino (en el
conocido Monte Verità, al que también llegaron H. Hesse, Isadora Duncan o Jung).
Parte de su azarosa existencia la narra en Cárcel, novela
autobiográfica editada en 1919, que refleja la estancia que tuvo que pasar entre
rejas, después de que fuera denunciada por un hombre al que había robado, en la
época en que ejercía la prostitución para la supervivencia, más o menos hacia
1914. La singularidad del relato, apoyado en frases breves y espontáneas, en un primer momento; los tipos de personas que
dibuja, en especial con los diálogos y con párrafos secuenciales, hacen de este texto un espacio inesperado
y de denuncia del sistema judicial alemán de momento hacia las mujeres.
Sorprende que esta denuncia la haga una mujer sin apoyo de estatus burgués, lo
que era corriente en las mujeres que se atrevieron a hacerlo (caso de Else
Lasker-Schüler o Sophie Taeuber-Arp).
La traducción que se ha
hecho en 2018 incorpora poemas del primer libro de Hennings, Estrofas del éter (1913). «En el sur el
agua susurra como seda, / vivimos en estrechas celdas, / a través de los
barrotes penetra en pequeñas olas / la añoranza por el lejano brezal»."A donde dirigimos nuestros pasos voluntariamente, ahí está nuestra casa".