lunes, 30 de septiembre de 2019

Versos en una biblioteca de verano

4 comentarios

Cálmate, dolor mío. Y serena tu angustia.
Anhelabas la noche. Ya desciende. Aquí está.

La Ceguera y la Literatura se llevan estupendamente. Símbolos, metáforas o parábolas pueden construirse con el oxímoron del ver sin ver. Tiresias, incluso cuando atravesamos la tierra baldía de Eliot. Y en este territorio es donde se inicia la historia que nos cuenta Mary Ann Clark Bremer (1928-1996) en Una biblioteca de verano (2012, para la traducción).
La autora, nacida en una familia judía cosmopolita, viajera, quedó ciega en un ataque que el ejército alemán lanzó contra el barco en el que viajaba (con sus padres, los cuales murieron). Años después, comenzó a escribir sus memorias en «forma de breves novelas de un alto lirismo y de una sobriedad excepcional», y esta que comentamos es la que narra la recuperación de su vista (y de su espíritu), al hacerse cargo de una pequeña biblioteca en un pueblo incógnito de Francia, la cual habilita en un cobertizo que estaba destartalado, dentro de una finca noble.

De ahí que la mayor parte de la literatura que nos propone sea del país galo. Pero son tan escogidos los momentos en que lo hace, que no podemos decirle que peque de chauvinismo. Además de que está Gustave Kahn, Katherine Mansfield o William Hazlitt (de cuya inteligencia y finura se enamoró al momento).
Es Baudelaire el que prima, según vemos en los dos versos que encabezan esta anotación. «Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca, / Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula, / Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina, / Se confundía». «Detrás de los hastíos y los hondos pesares / Que abruman con su peso la neblinosa vida, / Feliz aquel que puede con brioso aleteo / Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos».

Salud

jueves, 19 de septiembre de 2019

La mujer helada (Annie Ernaux)

2 comentarios

Leo unas biografías que no me acaban de enganchar: Un capítulo de mi vida, de Bárbara Honigmann, y Memorias de una joven católica, de Mary Mcarthy, si bien reconozco que la segunda es un relato atractivo. Por continuar con lo autobiográfico, pues sus novelas están recorridas por sus vivencias, me decido por Annie Ernaux (1940), en su primera novela, La mujer helada. Esta escritora, nacida en la pequeña localidad de Yvetot, en la que se crio, es hija de comerciantes, sin duda una pareja peculiar para un pueblo, aunque sea de la Francia europea.

No sé si se ha traducido con algo de retraso, pues la obra fue publicada en el país vecino en 1981 y aquí ha visto la luz por vez primera en 2015. Retrata la infancia, juventud y madurez primera de una mujer ─la autora─ que se ve atrapada por las tareas del matrimonio convencional (es decir, con un hombre que defiende, en la apariencia del desarrollo, su patriarcado), sucedido en los años sesenta. De ahí que mencionemos el posible retraso en su traducción.

No obstante, el texto merece la pena. Desde el primer párrafo envuelve. Al mezclar tiempos ─pasado, presente y futuro─ en las mismas frases, compone párrafos similares a la persona que está describiendo. ¿Qué otra cosa somos que lo acontecido en nuestra existencia? ¿Qué otra cosa somos que lo reflexionado?


La obra se detiene en narrar la alteración de lo cotidiano, el empobrecimiento de las sensaciones, la disolución de la identidad. “Esclavitud a la que las mujeres son empujadas como a un desafío”. Y... los hombres.

martes, 10 de septiembre de 2019

Seda en el Ampa (2019-2020)

6 comentarios

Saludos

En los inicios del año, comenzamos una actividad (mejor diríamos una experiencia) en el Ampa, de la que nos intrigaba su resultado: un club de lectura. Nuestra sencilla sala acogía un viernes de cada mes, a las 16:30 h, a quienes nos apuntamos a ello. Lo hemos llamado Seda (por el primer libro leído) y su resultado no ha podido ser más satisfactorio. El último encuentro lo tuvimos en el pueblo de Quintanalara, que tiene una biblioteca sorprendente, abierta las veinticuatro horas del día.

Aquí señalamos las fechas y lecturas que hemos realizado:


25/I/2019 Sesión inaugural
15/II/2019 Seda, de Alexandro Baricco
15/III/2019 Una lectora nada común, de Alan Bennett
29/III/2019 Arte, de Yasmina Rezza
26/IV/2019 Cuentos de los días raros, de José María Merino
24/V/2019 El olvido que seremos, de Héctor Abad Fanciolince
07/VI/2019 Tuya, de Claudia Piñeiro (en Quintanalara)

En este curso que ya camina, deseamos continuar con el club. Al quedar algunas plazas libres, puedes animarte y asistir a la sesión inaugural, que será el día 20 de septiembre, viernes, a las 16:30 h en nuestra sede. Ya sabéis, nos proporcionan el libro y, al mes, nos reunimos y manifestamos nuestros pareceres. Una hora de charla y contrastes, más lo que se prolongue, entre infusiones, café, risas, pastas (a veces, de chocolate), etc.

Hay alguna floración
que nadie ve
un roble interno en los bosques
(Sonome, poetisa japonesa de principios del siglo XVIII)

lunes, 2 de septiembre de 2019

Tesoros en el país de las rana (Pina Rita Fo)

4 comentarios

«Una joya secreta de la literatura rural italiana», reza la propaganda editorial, y podemos decir que, por esta vez, no nos engaña. Por lo demás, termina diciendo que es «un bello y luminoso relato de gran sencillez y, al mismo tiempo, hondura». Se trata de El país de las ranas, de Pina Rita Fo (1907-1990). Novela autobiográfica ─si bien, coral─, redactada en la década de los cincuenta del pasado siglo, en la que asistimos al devenir de una familia rural, de ocho miembros, que describe las duras condiciones de vida que acompaña a cada uno de sus componentes, en especial a las mujeres.

La autora, que no será escritora, en el sentido fatuo del término, pues esta es la única obra que tiene publicada, sí fue lectora desde la niñez y observadora atenta del entorno, presenta la particularidad de ser madre de un Premio Nobel ─el de 1997─, Darío Fo. Sin duda, trasvase generacional. El paisaje de fondo es una granja (compleja) entre los arrozales de Lomellina, entre Piamonte y Lombardía, con el Po como canal que transporta las vidas del campo a la ciudad, de agro a la fábrica, de padres y madres a hijas e hijos. El paisaje cercano queda representado en el progenitor, de carácter fuerte y socarrón; en la madre, que ejerce el trabajo de amar; en las hijas, que salen del hogar; en los hijos, que se van enfrentando a la autoridad. Dos guerras mundiales, fascismo, socialismo…
P. D.: pensaba haber dedicado esta entrada a El chal, de Cynthia Ozick, tremenda (y literaria) descripción de la tragedia vital de una Rosa, pero… se han cruzado otras nieblas menos espesas.

Salud.