La de Yersin es una posición peligrosa, siempre ha querido lavarse las manos en política, ignorar la Historia y sus repugnantes festines. Es un individualista, como suelen serlo los altruistas. Sólo más tarde, a fuerza de tanto amar a los hombres, uno termina por convertirse en misántropo.
La figura despistada de las
personas sabias nos ha sido transmitida como uno más de sus rasgos, de tal
forma que nos viene a la cabeza su cabello alborotado o su vestimenta
descuidada cuando imaginamos alguien embebido en sus investigaciones. (Existen
sobrados casos de que no siempre es así, pero…). Al tiempo, la ingenuidad
parece que sea también su compañía. Algo que, con frecuencia, se vuelve contra
su actividad, ya que parece que les hace manipulables al entregarse a su
actividad sin medir el alcance que otras personas pueden dar a sus
descubrimientos. Así, alguien que no puede tolerar que se maltrate a un animal
doméstico, es quien pone las bases para fabricar los gases con los que se
fumigan pueblos habitados para conseguir que abandonen la tierra en la que
viven, pues guarda en su vientre riquezas minerales.
La cita con la que comienza esta
nuestra entrada de la salida de julio la tomamos del libro de Patrick Deville, Peste & Cólera (1914), atractiva
biografía intelectual y cultural del físico y bacteriólogo Alexander Yersin (1863-1943),
descubridor en 1894 del bacilo de la peste.