De oca a oca, aunque de distinto tamaño. Pasamos de un voluminoso libro en la entrada anterior a un volumen breve, de apenas 50 páginas de formato pequeño, en la anotación presente. Pero en ambos palpita ese mundo que sugieren (algunas) historias narradas, sucedidas en países y épocas de especiales controles del Poder. Se trata ahora de Kanno Suga (Sugako en español), nacida en Osaka en 1881 y muerta en Tokio el 24 de enero de 1911, periodista acusada de traición por el gobierno de su país, a la postre la primera mujer encarcelada por motivos políticos que fue ejecutada en el Japón moderno. Tenida hoy por revolucionaria y feminista, ya que, además de ocuparse en sus escritos de la defensa de los más débiles, propugnaba la igualdad de mujeres y hombres.
Al ser detenida en 1910 por
participar en un supuesto complot para asesinar al Emperador Meiji,
representante supremo de las condiciones rígidas y opresoras de la sociedad de
su tiempo, fue involucrada en el llamado Caso Kotoku y condenada a muerte.
Entonces comienza a escribir un diario: «escribo esto como registro del periodo
que va desde el momento en que se pronunció la sentencia de muerte a la hora
que suba encima del cadalso. Voy a escribir las cosas con franqueza y de manera
directa, sin ninguna intención de justificarme».
Así nace Reflexiones camino de la horca, que se había editado en japonés e inglés, y que publica en castellano, en 2019, Calumnia Editions –«Volgueren enterrar-nos; no sabien que érem llavor»– de Mallorca. Son anotaciones que comienzan en la prisión de mujeres de Tokio el 18 de enero de 1911, nublado, y finalizan el 24, despejado, después de pasar por la nieve del día 20. Le visita el capellán de la cárcel. Recibe y contesta cartas con alguna dificultad, pues el pincel está frío como el hielo. Reparte sus escasas pertenencias entre amistades y familiares.
Koizumi, un amigo, cuando se
emborrachó con sake en Nochevieja, al recordar a su amiga en la cárcel, intentó escribirle un poema, pero fracasó;
solo le salió una frase: «¡Qué lastimoso! Esta edad ilustrada descarrila a la
mujer talentosa».
[Las fotografías están tomadas por Elena Gallego Andrada. Gracias. Pertenecen a la tumba de Kanno en el templo budista Shōshunji. Elena ha traducido el poema grabado que compuso a su muerte (propio de los samurai ante el suicidio ritual (seppuku o harakiri) y los condenados a muerte):
Contemplando el avance de la
sombra del sol
por entre los negros
barrotes de mi ventana
hoy también sigo viviendo
Y la inscripción en la parte
trasera de la roca:
Aquí duerme Kanno Suga, una
pionera de la revolución].
Salud.