sábado, 12 de septiembre de 2020

Reflexiones de camino a la horca (Kanno Suga)

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De oca a oca, aunque de distinto tamaño. Pasamos de un voluminoso libro en la entrada anterior a un volumen breve, de apenas 50 páginas de formato pequeño, en la anotación presente. Pero en ambos palpita ese mundo que sugieren (algunas) historias narradas, sucedidas en países y épocas de especiales controles del Poder. Se trata ahora de Kanno Suga (Sugako en español), nacida en Osaka en 1881 y muerta en Tokio el 24 de enero de 1911, periodista acusada de traición por el gobierno de su país, a la postre la primera mujer encarcelada por motivos políticos que fue ejecutada en el Japón moderno. Tenida hoy por revolucionaria y feminista, ya que, además de ocuparse en sus escritos de la defensa de los más débiles, propugnaba la igualdad de mujeres y hombres.

Al ser detenida en 1910 por participar en un supuesto complot para asesinar al Emperador Meiji, representante supremo de las condiciones rígidas y opresoras de la sociedad de su tiempo, fue involucrada en el llamado Caso Kotoku y condenada a muerte. Entonces comienza a escribir un diario: «escribo esto como registro del periodo que va desde el momento en que se pronunció la sentencia de muerte a la hora que suba encima del cadalso. Voy a escribir las cosas con franqueza y de manera directa, sin ninguna intención de justificarme».

Así nace Reflexiones camino de la horca, que se había editado en japonés e inglés, y que publica en castellano, en 2019, Calumnia Editions –«Volgueren enterrar-nos; no sabien que érem llavor»– de Mallorca. Son anotaciones que comienzan en la prisión de mujeres de Tokio el 18 de enero de 1911, nublado, y finalizan el 24, despejado, después de pasar por la nieve del día 20. Le visita el capellán de la cárcel. Recibe y contesta cartas con alguna dificultad, pues el pincel está frío como el hielo. Reparte sus escasas pertenencias entre amistades y familiares.

Koizumi, un amigo, cuando se emborrachó con sake en Nochevieja, al recordar a su amiga en la cárcel, intentó escribirle un poema, pero fracasó; solo le salió una frase: «¡Qué lastimoso! Esta edad ilustrada descarrila a la mujer talentosa».

[Las fotografías están tomadas por Elena Gallego Andrada. Gracias. Pertenecen a la tumba de Kanno en el templo budista Shōshunji. Elena ha traducido el poema grabado que compuso a su muerte (propio de los samurai ante el suicidio ritual (seppuku o harakiri) y los condenados a muerte):

Contemplando el avance de la sombra del sol

por entre los negros barrotes de mi ventana

hoy también sigo viviendo

Y la inscripción en la parte trasera de la roca:

Aquí duerme Kanno Suga, una pionera de la revolución].

Salud.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

La sonrisa robada

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Hay quien me ha regalado una rosa, la primera rosa de septiembre –gracias Margarita–, sin saber acaso que me hace bien después de haber leído esta temporada extraña La sonrisa robada (2013). El libro fue publicado en la editorial local segoviana Isla del Náufrago, accesible por internet, que cuenta con el apoyo de la bitácora El Cuaderno del Náufrago, en el que pueden leerse comentarios de prensa y los de quienes lo creen necesario.

Desde La sonrisa robada emergen diversas voces y planos narrativos, mérito que ha de atribuirse a su autor, el burgalés José Antonio Abella (1956), que novela una historia de amor y que investiga una historia de horror –presentada, parafraseando a Goethe, con «He recogido con afán todo lo que he podido encontrar referente a la historia de la desdichada Edelgard Lambrecht, y aquí os lo ofrezco, seguro de que me lo agradeceréis. Es imposible que no tengáis admiración y amor para su genio y carácter, lágrimas para su triste fin»–. Edelgard, hija de un oficial de las SS, chica que sonreía junto a sus compañeras en las manifestaciones jubilosas del nazismo en Stettin, en los años de su auge, violada en su juventud repetidas veces por los soldados de ocupación en los años finales de la segunda guerra mundial, trastocada o transformada en…

Por casualidad (o no), Edelgard responde al llamado en la prensa de un estudiante español, JoséFernández-Arroyo, de Manzanares, en 1949, y quedarán sumergidos en atracción mutua, alimentada por la correspondencia (en francés) que mantienen durante cuatro años, hasta que sucede su encuentro en Flensburg en 1953. (Las cartas y el diario de José dieron lugar en 1991 al libro Edelgard, diario de un sueño, 1949-953, reeditado en Isla del Náufrago).

En La sonrisa robada aparece (además) la presencia del autor, que indaga, que consulta, que viaja… –el libro es Premio de la Crítica de Castilla y León–, que abre trampillas al viento aquí y allá, que desvela, que construye la espiral… del amor y del horror.