domingo, 26 de junio de 2022

Nebrija, temeridad de la gramática

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Dedicarse a la gramática puede parecer una profesión sin complicaciones, salvo las derivadas de dominar los entresijos propios de las palabras y su expresión. Pero no es así. La gente poderosa (y quienes ambicionan cualquiera de los muchos poderes existentes) desea tener a su servicio ese elemento tan necesario de la información, la cual se manifiesta con las lenguas.

Esta es una de las deducciones básicas que se desprenden al ver y leer el cómic Nebrija del argentino Agustín Comotto, que se ocupa del devenir del polímata lebrijano, ocurrido en circunstancias políticas convulsas entre 1444 y 1522 –tiempos de Enrique IV, Torquemada, la Beltraneja, Isabel y Fernando, Cisneros…–, en las que las intrigas y apuestas por el bando perdedor o ganador aupaban o derribaban fortunas y existencias. Y ahí estaba el gramático, bailando entre la necesidad de complacer a la gente y las propias creencias, lo que era fundamental para ocupar una cátedra de prima en la universidad o un lugar en la corte renacentista del maestre de Alcántara en Zalamea de la Serena.

Famoso por ser autor de la primera gramática del castellano (1492, a inspiración de Isabel la Católica que deseaba un instrumento para que la población mora recién conquistada pudiera aprender la lengua de la nación y, al tiempo, sirviera a las gentes religiosas [que de latín no andaban muy allá]), defendió los derechos de autor (que impuso a sus impresores), la libertad de conciencia (que le llevó a la Inquisición), y se guio por un elemento básico: la curiosidad.

Desde el Cielo de Salamanca a la expresión libre. Salud

domingo, 12 de junio de 2022

Estrella Roja (utopía en Marte con Bogdanov)

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Pasó el tiempo de las utopías en Occidente. Se han extendido las distopías. Solo con un optimismo rayano en el infinito puede suponerse que conseguiremos derribar las grandes financieras y construir una sociedad solidaria y comunal. Ahora se han desplazado esos ideales y vivencias a las comunas de Rojava o a las aldeas de América que luchan por sus recursos naturales. Pero hubo un tiempo en que la creencia en las sociedades libertarias se plasmaba en unas historias que cabían en un libro. Una de ellas se gestó en plena lucha por el poder en el bolchevismo, en 1909 (que, dicho sea de paso, afianzó a Lenin en el poder al imponerse sobre el autor de esta utopía, el cual compartía estatus con él en el partido).

Estrella Roja, de Alexander Bogdanov (Aleksandr Aleksándrovich Malinovski, 1873-1928), fue un éxito editorial incontestable. Figura una sociedad en Marte en la que prima la libertad personal. Su autor fue un humanista. Médico, economista, filósofo, naturalista, escritor de ciencia ficción, poeta, profesor, político, precursor de la cibernética y de la ciencia de la organización, pionero en transfusiones de sangre, revolucionario durante toda su vida. «Hasta el final, el coraje para experimentar, el coraje para compartir, el sueño de la fraternidad». Murió en un experimento en el que intercambia su propia sangre con la de un enfermo de tuberculosis y malaria, al intentar su curación (algo que, posiblemente, le libra de la muerte en las purgas de Stalin).

La extensión de su legado es soterrada, pero firme. Incluso la vemos en algunas obras literarias, tal la novela Proletkult de Wu Ming, o la trilogía de Kim Stanley Robinson, Marte Rojo, Marte Verde, Marte Azul, en la que se mueve el personaje Arkady Bogdanov.

Salud