«El sol ha desaparecido de
los libros de hoy. Por eso hacen daño en lugar de ayudar a vivir. Usted está
entre quienes irradian ese sol. Siento una gran afinidad con Tres veranos», le escribe Albert Camus a
Margarita Liberaki (1919-2001), la autora de esta novela escrita en 1946, que
desde hace décadas forma parte de las lecturas y la enseñanza en las escuelas
griegas, y que recibe trato preferente cuando se realizan encuestas en el país
sobre los libros más estimados por la población.
Margarita se cría con los
abuelos maternos y, tras nacer su hija –la novelista Margarita Karaponou,
autora de Kassandra and the Wolf– y
divorciarse, la deja al cargo de sus padres al marcharse. Ella tiene suerte, en
cierto sentido, pues los abuelos regentan la librería y editorial Fexis en
Atenas, influyente en la vida intelectual helena de mediados de siglo. Estudia
Derecho y se marcha a París, donde desarrolla una existencia independiente y
creadora de novelas, teatro, guiones, además de ser traductora. De ahí que se
empeña en que su apellido deje de escribirse Lymberaki para que sea Liberaki,
un término más relacionado con la palabra Libertad.
De la adolescencia a la madurez. El ayer. Argumento usual, que aquí se concentra en tres muchachas que viven en una casa a las afueras de Atenas, narrada con la voz de Caterina, la más joven, amante de «una luna naranja que asoma tras la montaña y cae en el cañaveral de enfrente mientras el arroyuelo corre, las ranas empiezan a cantar, un búho ulula y…».
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