Hace unos años me encontré
con Subhuti, libro curioso, que recoge
la traducción de un viejo manuscrito custodiado en el monasterio Maha Gandaion
de Amarapura, en Birmania, y me resultó agradable su compañía (y, por supuesto,
su lectura). Así que, al ver la pasada semana en la mesa de novedades de la
biblioteca del Teatro Principal otro libro del que fuera su traductor, Jesús
Aller (Gijón, 1956), lo tomé prestado, y me encuentro en estos días mariposeando
entre sus versos en los distintos momentos de la jornada ─«Que el miedo no te
quiebre por el medio», «Ciegos en el sopor de la mentira, / nos enreda el
hechizo de una sombra / que obliga a crecer y a acumular»─. Cuenta, además,
para mí, el aliciente de ser sonetos la mayoría, un metro del que me encanta su
música, que cuenta con una tradición dilatada en nuestra literatura y, al
tiempo, se muestra versátil y joven.
Una de las particularidades
de este autor, geólogo e investigador, es que dispone de un sitio web, jesusaller.com, en el que ofrece ahí sus
libros (en pdf), tanto para leerlos o para descargarlos. Quien reseña Los libros muertos dice que en su obra «busca
el encaje de una higiene psicológica aprendida del budismo con las ideas
libertarias de transformación social». El libro presta oídos a quienes la
historia derrota, a las formas en que declinamos la libertad en favor del
consumismo, a la manera en que la razón se queda sin argumentos. Pero no nos
deja en el desamparo, también nombra las señales de la esperanza: la reflexión,
las palabras y la naturaleza (en la que se hallan muchas respuestas).
Por si no fuera suficiente
lo dicho para entrar en su construcción virtual, digamos que, además de ofrecer
reseñas y artículos, ofrece una galería de imágenes de los lugares a los que ha
visitado, casi todas en blanco y negro, que cautivan.