jueves, 29 de julio de 2010

Las palabras y la Túnica de Neso

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Es conocida la historia de Neso, el centauro que quisó violar a Denayira –‘la que vence a los hérores’–, tercera esposa de Heracles, el cual arrojó a Neso una flecha y le impidió su felonía. Mientras expiraba, el centauro aseguró a Denayira que la sangre que estaba brotando de su corazón moribundo tenía el poder de preservar el amor en una pareja. Ella guardó un poco de líquido y, pasado un tiempo, cuando comenzaba a dudar de la entereza de su relación con Heracles, roció durante la noche la túnica de éste, el cual una vez se la hubo puesto, vio impotente cómo comenzaba a quemarse su piel, muriendo lenta y dolorosamente. De ahí que la expresión túnica de Neso aluda a un dolor moral devorador del que vanamente pretendemos huir.
Ernst Lissauer (1882-1937), judío prusiano, compuso Canto de odio a Inglaterra (conocida también como Himno del odio) en 1914, la cual fue celebrada en todos los ámbitos alemanes durante la primera guerra mundial, al punto que el emperador le concedió la Cruz del Águila Roja. Pasó de ser un desconocido a gozar de gran reconocimiento popular. Dicen que era una persona bonachona, pero que fue tragado por el ambiente de euforia guerrera que se creó en Alemania y Austria al inicio de la primera guerra mundial. Pero en 1918, al perderse la guerra, estas palabras se convirtieron en su túnica de Neso. La industria y el comercio necesitaba hacer negocios con Inglaterra; la política tenía que lavar su cara para seguir en el Poder. Así que Lissauer, amante de su patria, fue desterrado y murió en el mayor dolor que le podían infligir.

[Todo esto (y mucho más) en las memorias de Stefan Zweig, El mundo de ayer (Acantilado, 2002)]

lunes, 26 de julio de 2010

Ella y el día

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«Comienza el día con las golondrinas. La bibliotecaria se despereza al tiempo que corre las cortinas, abre la ventana y los sonidos relampagueantes de fuera le ayudan a echar a un lado el regusto amargo que le incomoda al despertar, fruto tal vez de los caóticos sueños que ha tenido durante la noche, fruto tal vez de esa tendencia –que ella cree heredada– a imaginar futuros catastróficos; imaginaciones que le recorren con su filo cortante los pasadizos del cuerpo en los momentos que preceden a la consciencia del día. El vuelo de las pequeñas aves surcando el cielo azul le trae la alegría de la jornada, la misma que experimentaba en la niñez al salir de casa en las mañanas de verano. Después de estos fugaces e íntimos momentos, torna la vista y camina hacia adentro. Pronto los rutinarios quehaceres la devuelven a la vida, borrándole la desazón primera. Podría decirse que es feliz. Bueno, también están los inconvenientes, especialmente de incomunicación, pero la velocidad del día se los traga. Digamos, entonces, que se siente dichosa entre las risas, la suave piel, las miradas reconfortantes, los besos, las pequeñas manos. La máquina, joven, comienza a andar con lavados, peinados y desayunos. Escas afluencia en la biblioteca. Alguien estudiando, que desespera de su suerte mientras recuerda que hoy tampoco podrá ir a la piscina. Los bancos junto al puente comienzan a llenarse de jubilados, así que no vendrán muchos por aquí a leer el periódico. Hay quien se acercará a devolver o recoger películas y música, y a mirar internet. Los horarios de apertura, por otra parte, se reducen y se concentra mayor número de gente trabajando en el mismo turno. «Tal vez hoy pueda despistarme de la rigidez del trabajo», piensa la bibliotecaria, «tal vez pueda atreverme con la libertad». Ella, que pasa por cumplidora ecuánime de sus tareas, se asusta un poco al reconocerse con este pensamiento. Por no caer en absurdas querencias, se levanta para colocar una enciclopedia recién incorporada a los fondos de consulta. Cuando está haciendo hueco en la estantería, se desentiende de los volúmenes del suelo, se incorpora y comienza a andar. Allá, al fondo del pasillo, ha creído ver…; no, no, tiene la seguridad de haber visto…»

[Como no puede ser menos…, continuará].

jueves, 22 de julio de 2010

Lo nuevo y lo viejo en los documentos

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Leemos y escuchamos estos días, hasta la saciedad, declaraciones y opiniones de todo tipo sobre tal o cual sentencia de estatutos de autonomía; sobre si se acepta o no; sobre lo que significa; sobre lo que puso ser. Y, en contrapartida, las posturas que sostienen sobre otros temas en la capital del reino quienes, en la periferia, se hartan de chillar. Las personas humanas tenemos capacidad de ser simbólicas, siendo ésta una de las facetas que más nos diferencian del resto de quienes pueblan la Tierra. De ahí que podamos estar días y noches con la misma cantinela. ¡Qué digo días y noches!, meses y aún años es lo que nos da de sí.

Gustamos, en la bitácora (puesto que somos del ramo cultural), traer documentos que hablen de hechos sucedidos hace años, los cuales reflejan situaciones actuales que nos parecen novedosas. En el caso que nos ocupa, hete aquí que ya se daban parecidas hechuras hace cien años. Y, si no, que cada cual juzgue este suelto que aparecía destacado en el semanario Tierra y Libertad, época 4.ª, número 40, (7 de noviembre de 1910), de Barcelona:

«¡Qué contraste!
Mientras en la Rambla de Barcelona y durante una semana andan a trompazos radicales y carlistas; mientras el Ayuntamiento de Barcelona se convierte en plaza de toros por la actitud de radicales, unionistas y catalanistas, los diputados catalanistas, unionistas y radicales, en Madrid, unidos en adecuado consorcio, firman juntos una proposición pidiendo 25 pesetas de dieta.
Ante el interés, los diputados, no encuentran diferencia.
¡Cuánta farsa!
¿Hasta cuándo, pueblo, hasta cuándo?»

Este mismo periódico anota una cita de Barón de Nervo: "La patria está donde se ama; la familia, donde se es amada/o".

domingo, 18 de julio de 2010

Ideas que traspasan regímenes

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No sólo El Quijote es un texto de monarquías absolutistas, revoluciones, repúblicas, dictaduras y democracias. Este delicioso diálogo que traemos a colación –Elefantes de la India–, lo recopiló Hervert y se encuentra en el clásico libro de lecturas escolares Pueblos y leyendas (primera edición en Seix y Barral, 1936), del no menos clásico Herminio Almendros (1898-1974), inspector de primera enseñanza (el de la Técnica Freinet), de ideas republicanas, que se exilió a México. Por uno de esos guiños del destino, el libro se siguió utilizando en las escuelas franquistas, editado por Teide, llegando, al menos, en la democracia actual a la veintiuna edición (1986).

Cuatro elefantes

—¡Que no! —Sí, madre, que sí.
Que yo los ví.

Cuatro elefantes
a la sombra de una palma;
los elefantes, gigantes.
—¿Y la palma? —Pequeñita.
—¿Y qué más?
¿Un quiosco de malaquita?
—Y una ermita.

—Una patraña,
tu ermita y tus elefantes.
Ya sería una cabaña
con ovejas trashumantes.
—No. Más bien una mezquita,
tan chiquita.
La palma
me llevó el alma.

—Fue sólo un sueño, hijo mío.
—Que no, que estaban allí,
y los vi,
los elefantes.
Ya no están y estaban antes.

[Pasaremos el verano buscando que alguien nos crea: los elefantes, por supuesto, estaban]

miércoles, 14 de julio de 2010

Los sentimientos: esas pequeñas criaturas... (De héroes)

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Alejandro Lerroux (1864-1949), el Emperador del Paralelo, tal como nos dice el título del magnífico ensayo sobre él, obra de J. Álvarez Junco, subtitulado La demagogia populista (Síntesis, 2005), llenaba grandes espacios de gente que iban a escucharlo, hombres (por lo general) que enardecían ante la palabra vibrante del orador político. En sus actos-espectáculo se producía una catarsis, un destapar los sentimientos para, una vez aireados, volver a guardarlos, no sin antes quedarse con el convencimiento de que Lerroux era el redentor (de lo que sea) y tendrían que votarlo en las próximas elecciones. En el paroxismo creado llegaba a decir que habría que entrar en los conventos y hacer el amor (entonces se decía violar) a las monjas. La gente vibraba, abrazaba a quien tenía al lado (sin conocerlo de nada), quedaba encantada de su experiencia. Tenían su héroe. [Dicho sea de paso, puede colegirse que lo virtual existe desde hace mucho tiempo]. El resultado fue que le votaron durante más de treinta años, hasta que le salpicó la corrupción próxima. José Ortega y Gasset (1883-1955), que tenía un sentido de la observación y reflexión poco común, comenzó a escribir en 1929 (en El Sol) los artículos que darían paso a La rebelión de las masas. Había entrevisto que la masa se estaba adueñando de la esfera pública; la masa sin moral, necesitada de heroicidades. Los sentimientos: esas pequeñas criaturas… (tan manipulables).
Pero también hace cien años, en grandes espacios públicos –plazas de toros, teatros, etc.– se hablaba a la gente desde otra perspectiva: desde el pensamiento. Se le decía: «¿Quién construye los edificios?, ¿quién pone los ladrillos en las frías mañanas de invierno? Y, entonces, ¿por qué no puedes acceder a una vivienda digna y, en el caso de que lo hagas, es con un sacrificio de años? Cultívate, lee, discute, no dejes la sociedad en manos ajenas. Tú eres tu única heroína, tu único héroe». Y no se le pedía que hiciera profesión de nada.

[Esta memoria mía ha olvidado a cuenta de qué escribo estas cavilaciones].

domingo, 11 de julio de 2010

Los viajes. El Viaje

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En época veraniega abundan los viajes colectivos: al pueblo, a la costa, al interior, a ver monumentos, etc. Son eventos previstos, que nos relajan de la rutina diaria, pero nos mantienen en la rueda de lo previsible. Apenas si nos dejan elegir aquello de playa o montaña. Son un acto más del rito consumista de nuestra existencia. Y… para mucha gente tienen validez, no le piden más a la vida.

Pero aquí, en la bitácora, estamos en la literatura, en el arte, en la música… Aquí se escribe, pinta o compone El viaje, aquello que emprendemos sin que tenga sentido para la mayoría de quienes nos rodean; aquello que iniciamos cuando estamos con las necesidades cubiertas y alguien cercana/o nos dice «pero por qué te vas si no te falta nada». Y, entonces, Herodoto o Kapuscinski responden «porque necesito pasar la frontera».

Bolaño, que conocía muy bien la literatura francesa, reparó en la excelente poesía que se compuso allí en el siglo XIX. Y, cómo no, hablaban del viaje. Baudelaire –fuente de muchos versos escritos con posterioridad– tiene precisamente un poema con el título El viaje; en la traducción de Martínez Sarrión (también poeta), quedan así sus primeros versos: «Para el niño, gustoso de mapas y grabados, / es semejante el mundo a su curiosidad». Parece, pues, la primera, una tierna razón para viajar. Diferente es la justificación de Mallarmé en Brisa marina, traducida por Alfonso Reyes (literato fundamental en Hispanoamérica): «La carne es triste ¡ay!, y todo lo he leído», así que… hay que buscar en lo ignoto por ver si ahí está el antídoto.

«Un buen día partimos, la cabeza incendiada, / […] meciendo / nuestro infinito sobre lo finito del mar», continúa Baudelaire, el cual, a pesar de su esperanzador inicio, termina –al igual que Mallarmé– sabiendo que sólo hay condena: «¡Saber amargo aquel que se obtiene del viaje! / Monótono y pequeño, el mundo, hoy día, ayer, / mañana, en todo tiempo, nos lanza nuestra imagen: / ¡en desiertos de tedio, un oasis de horror!». Aunque Mallarmé nos deja un pequeño consuelo: «¡Mas oye, oh corazón, cantar los marineros!».

jueves, 8 de julio de 2010

La música amansa a las fieras

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Pues sí, ahora que estamos en San Fermín, con encierros y esas cosas, es conveniente recordar a la amable gente bibliotecaria que cantando se puede realizar una eficiente extensión informativa. Incluso en inglés, para que el personal se entere que catálogo se dice carolo. Lo de las database ya es algo más difícil (de utilizar).

Felices calores

lunes, 5 de julio de 2010

Tristeza de la bibliotecaria

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«Se queda en un rincón. Ella, que siempre gusta de asomarse al mostrador de préstamo cuando alguien llega. Hace días que prefiere el silencio. Ella, que no desperdicia ocasión de jugar con las palabras. Está seria. Ella, que con frecuencia arranca una sonrisa de quien pregunta por algo sin sentido. Viste de oscuro. Ella, que combina colores en cascadas imposibles. Camiseta de cuello alto y pantalón liso. Ella, que es amiga de sugerencias, de leves volantes, de pañuelos cruzados, de rosas.
Cuando me acerco alguno de estos días a la biblioteca, la veo: está triste.Aprovechando uno de los escasos momentos en que sale a colocar por las estanterías, figuro despistarme, nos encontramos y le digo que estoy con Mendel, el de los libros y… apenas esboza una mueca de deferencia. Ella, que en cualquier otro momento tremolaría ante título tan sugerente y me hubiera hablado de no se qué novedad fantasiosa para camelarme y forzar que le contara lo que ocurre en esas páginas, para que le hablara de cómo van cayendo dentro de mí las palabras que estoy leyendo.

No sé bien qué es lo que le pasa (ni tengo confianza para preguntarle). Solamente le he escuchado, hablando a lo lejos, algo parecido a que la familia es una desgracia como otra cualquiera.

¡Me encuentro tan perdido en estas circunstancias! El silencio se me adueña. Sólo he acertado a posarle un instante la mano -nervioso pajarillo- en el hombro. La miro en su rincón y me duele».

jueves, 1 de julio de 2010

Felices fiestas

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Bien, estamos en fiestas (aunque no de fiesta). Así que desde las bibliotecas, pues deseamos que se disipen los feos humores.


Que los días sean propicios