En época veraniega abundan los viajes colectivos: al pueblo, a la costa, al interior, a ver monumentos, etc. Son eventos previstos, que nos relajan de la rutina diaria, pero nos mantienen en la rueda de lo previsible. Apenas si nos dejan elegir aquello de playa o montaña. Son un acto más del rito consumista de nuestra existencia. Y… para mucha gente tienen validez, no le piden más a la vida.
Pero aquí, en la bitácora, estamos en la literatura, en el arte, en la música… Aquí se escribe, pinta o compone El viaje, aquello que emprendemos sin que tenga sentido para la mayoría de quienes nos rodean; aquello que iniciamos cuando estamos con las necesidades cubiertas y alguien cercana/o nos dice «pero por qué te vas si no te falta nada». Y, entonces, Herodoto o Kapuscinski responden «porque necesito pasar la frontera».
Bolaño, que conocía muy bien la literatura francesa, reparó en la excelente poesía que se compuso allí en el siglo XIX. Y, cómo no, hablaban del viaje. Baudelaire –fuente de muchos versos escritos con posterioridad– tiene precisamente un poema con el título El viaje; en la traducción de Martínez Sarrión (también poeta), quedan así sus primeros versos: «Para el niño, gustoso de mapas y grabados, / es semejante el mundo a su curiosidad». Parece, pues, la primera, una tierna razón para viajar. Diferente es la justificación de Mallarmé en Brisa marina, traducida por Alfonso Reyes (literato fundamental en Hispanoamérica): «La carne es triste ¡ay!, y todo lo he leído», así que… hay que buscar en lo ignoto por ver si ahí está el antídoto.
«Un buen día partimos, la cabeza incendiada, / […] meciendo / nuestro infinito sobre lo finito del mar», continúa Baudelaire, el cual, a pesar de su esperanzador inicio, termina –al igual que Mallarmé– sabiendo que sólo hay condena: «¡Saber amargo aquel que se obtiene del viaje! / Monótono y pequeño, el mundo, hoy día, ayer, / mañana, en todo tiempo, nos lanza nuestra imagen: / ¡en desiertos de tedio, un oasis de horror!». Aunque Mallarmé nos deja un pequeño consuelo: «¡Mas oye, oh corazón, cantar los marineros!».