viernes, 19 de marzo de 2021

Voces de la Tierra

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 «Este libro es un manual de astronomía de constelaciones que la tierra esconde, una reflexión colectiva sobre los desaparecidos que aparecen porque lo que los esconde es lo que los conserva, como islas unidas por lo que las separa, el mar».

Como gesto de generosidad amistosa, me envían el libro Las voces de la tierra (noviembre de 2020), publicado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y por Alkibla. Se trata de una cuidada edición que incluye 39 fotografías a página (impar) completa, realizadas por Antonio Robés, de otros tantos objetos hallados en exhumaciones de fosas comunes de asesinatos del franquismo. En la correspondiente página par figura un texto de personalidades de la cultura de nuestro país.

Incorpora una introducción de 7 páginas elaborada por Emilio Silva Barrera, presidente de la ARMH, impulsor de este proyecto de sociedad civil que, en lo que va de siglo, ha desenterrado tantos cuerpos sepultados por falangistas y adláteres, soterrados en el miedo de sus familiares durante años y orillados por la política desde la Transición –pocas cosas asustan más a la política (de cualquier color) que la sociedad civil–, gracias a la expansión de la Asociación y al esfuerzo colectivo.

Sonajeros, botones, dados, horquillas, gafas, llaves… todavía con restos de tierra fresca. No (me) surgen palabras para explicar el dolor que emana su aura.

Salud

sábado, 6 de marzo de 2021

La presa (de Némirovsky) entre libros no leídos

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 Ojeaba estos días las páginas de la obra en la que un profesor universitario de literatura nos remite a Cómo hablar de los libros que no se han leído (2008). Se trata –resulta evidente– de Pierre Bayard y de las argucias ingeniosas que desarrolla para hacer un recorrido por la literatura moderna –Musil, Lowell, Montaigne, Valéry o Wilde– al tiempo que muestra que eso de la lectura y la no-lectura es algo bastante similar, pues cuando se trata de hablar de libros la personalidad de quien lo hace y la de quien escucha son tanto o más importantes que el contenido de la obra en cuestión.

No voy a dar aquí gato por liebre, ya que sí he leído la novela con la que tenía intención de elaborar esta anotación: La presa, de Irene Némirovsky (1903-1942). Entre las numerosas ofertas a la última del mercado, cuesta esfuerzo reservar tiempo para la literatura precedente. Pero, en este caso, lo he hecho y como suele suceder he agradecido el abandonarme a la prosa certera de la Némirovsky. La obra se publicó en 1938 y se mueve en un ambiente contemporáneo, los años posteriores a la crisis de 1929 en Francia, con exteriores muy presentes e interiores resueltos con trazos precisos en las ambiciones, estados de ánimo y proyectos de sus personajes (incluidos los monólogos que modernizaban aquella literatura heredera de Proust).

De familia acaudalada de Kiev, logró huir a París meses después de la revolución de octubre de 1917, en donde se licenció en La Sorbona. No tuvo la misma fortuna con el dominio nazi. El régimen de Vichy –el de la Francia libre– le negó la nacionalidad, por lo que fue internada en Auschwitz, junto con su marido Michel Epstein, en donde murieron en 1942.

Triste final para literatura tan luminosa.