domingo, 17 de enero de 2021

Invierno en confinamiento (con Hölderlin)

8 comentarios

El autor de Hiperión –una de las plumas excelsas– es recordado por haber pasado los últimos 36 años de su existencia confinado en una torre junto al río Neckar–«Hay un olvido de toda existencia, un callar de nuestro ser, que es como si lo hubiéramos encontrado todo»–, en casa del ebanista admirador suyo Zimmer en Tubinga, mientras la madre de Friedich financiaba la manutención.

Friedich Hölderlin (1770-1843), filósofo y poeta –«¿Qué sería la vida sin esperanza?» «Hay un dios en nosotros que dirige el destino como si fuera un arroyuelo, y todas las cosas son su elemento»–, conecta la belleza, lo infinito con lo finito.

Quizás, por ello, recuerdo en estas mañanas blancas, de confinamiento, a ese hombre «golpeado por Apolo», que acepta su locura pacífica sin más y la convierte en cotidiana, interrogando así la normalidad ajena. Me viene a la mente por ello y por su texto sobre El invierno, en el que espolvorea los copos –palabras– con paciencia:

Cuando la nieve pálida embellece los campos

y alto resplandor brilla por la amplia llanura,

suave y distante incita entonces el verano,

la primavera a veces cerca está en tanto la hora cae.

Va la radiante aparición; el aire es más delgado,

el bosque claro; de entre los hombres nadie cruza

por las calles lejanas; y en la calma se engendra

sublimidad, aunque no obstante todo ría.

La primavera no reluce con el brillar de flores

que es tan dulce a los hombres, pero están las estrellas

claramente en el cielo; en el cielo lejano

viéndose con agrado, sin mudar casi nunca.

Como llanuras son los ríos; toda apariencia

también dispersa surge; la leche de la vida

perenne se demora. Y la amplitud de las ciudades

surge con especial bondad en ilimitada distancia.

Salud.

martes, 5 de enero de 2021

Dinero (con la Poniatowska y Annemarie Schwarzenbach)

8 comentarios

Nos construimos en base a diversos elementos que se desarrollan en relación a los distintos factores que inciden sobre ellos. Genética, cultura… y algo más, pues ahí está el Dinero, poderoso caballero. ¿De dónde sale? Es lo que pensaba estos días al leer Las indómitas (2018), de Elena Poniatowska (1932), y ver las diferencias en las condiciones de vida que hay entre la autora y alguna de las mujeres a las que visita para hacer el libro, entre ellas la Jesusa Palancares (o Josefina Bórquez), una de aquellas Adelitas de la revolución mexicana, ahora viviendo en la pobreza extrema, de la que Poniatowska ya escribió en 1969 la novela Hasta no verte Jesús mío.

Y, todavía, ello se me ha hecho más patente con el cómic Annemarie (2019), elaborado primorosamente por María Castrejón y Susanna Martín, que relata la vida de Annemarie Schwarzenbach (1908-1942), nacida en Zúrich, en el seno de una familia adinerada, gracias a las fábricas que posee. Doctora en filosofía, periodista, fotógrafa, viajera en medio mundo, de lo que son testigos los libros que ha dejado, cuyos textos apoyan las escenas de esta novela gráfica –Muerte en Persia, Todos los caminos están abiertos, El milagro del árbol–, más los que aquí no se citan (pero sí se han consultado): Ver a una mujer, El valle feliz, Con esta lluvia, etc. No extraña que para ambas autoras el proceso de elaboración del cómic haya sido una travesía personal.

Annemarie era lesbiana –Ella, tan amada– y morfinómana. Pasó buen número de temporadas en clínicas de desintoxicación, a veces con tratamiento psiquiátrico. ¿Qué papel jugó el Dinero en ello? Lógicamente, no construyó su carácter rebelde, pero, lógicamente, sí le permitió la vida regalada desde joven en Berlín, París… y salir de las situaciones en que se hallaba tirada. Lo sorprendente de su final es que, después de todas las épocas en que corrió diversos peligros, que la podían haber llevado a la tumba, fue a morir a causa de una caída en bicicleta (y algunas negligencias médicas) en la apacible mansión familiar suiza cercana al lago.