domingo, 20 de marzo de 2022

El santero de San Santurio (la Soria de Gaya Nuño)

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El personaje principal de Los asquerosos (2018) de Santiago Lorenzo sospecha que los ermitaños se retiraban a lo despoblado no tanto por fe religiosa cuanto por deseos de soledad, por la apetencia de contar con el tiempo y el lugar para sí mismos. Y, seguramente, tiene su parte de razón, si bien habrá que convenir que se da una gama variada en esto del aislamiento o el resguardo.

En esta línea, El santero de San Saturio de Juan Antonio Gaya Nuño (Tardelcuende, Soria, 1913 / Madrid, 1976), escrito en 1951 cuando su autor vuelve a la tierra de nacimiento tras años de ausencia obligada –desde 1936– por circunstancias graves, presenta a un protagonista singular. Publicado en 1953, se dice de él que es el libro por el que toda ciudad envidia a Soria. Desde luego que tiene su interés el que dicho santero llegue a la cueva de orillas del Duero con su biblioteca particular, «a saber: santa Teresa, Eça de Queiroz, Sartre, Baroja, La Biblia, Baltasar Gracián, Antonio Machado, san Juan de la Cruz, Unamuno, Proust, Valle-Inclán, Gerardo Diego y Dostojewski [… tenidos] en calidad de amigos». Lleva, además, lo necesario para continuar con su estudio de una Bibliografía crítica de Picasso. Y clava con chinchetas en la cabecera de la cama una estampa del santo, «y, a los lados, una reproducción del Guernica, de Picasso, y otra de La amistad de las bestias, de Paul Klee».

Este hombre desgrana en 24 capítulos los juicios que le sugieren las visitas que se acercan a la ermita, al tiempo que describe la belleza de las aguas del Duero en aquel rincón tan olvidado (a pesar de todo el dinero que viene desde hace años de Europa para que tenga vida propia, que se queda en comisiones paritarias de partidos en los que se tiran los trastos a la cabeza, sin consultar a quienes viven allí, y se reparten los caudales).

domingo, 6 de marzo de 2022

Músika y Violencia

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Leo Músika de Javier Azpeitia, novela que recoge los cinco últimos años de Eurípides –del 411 al 406 antes de nuestra era (el novelista lo llama «antes de la era común»)–, que asume la versión popular de que el poeta murió en Macedonia despedazado por una jauría de mastines. Y recoge también la historia de Mora, esclava escribiente del dramaturgo, procedente de la hispana región de Tartesos. El relato dispone de un ritmo entretenido, aunque a veces el ambiente se satura por un exceso de datos, traídos de manera aleatoria. (La obra tiene el valor añadido de incluir un mapa de la zona mediterránea clásica en las partes interiores de la cubierta y las solapas).

Violencia. En el libro se muestran las palabras que le dice la sacerdotisa Numa a su hija Mora, cuando de joven esta tiene que dejar el santuario para ir a Cartago a cohabitar con Híram, el sacerdote guerrero que se ha encaprichado de ella. Mora le pide a su madre que le enseñe embrujos para deshacerse de él: "La diosa es Músika: un poema, una canción, un baile, una historia. Sirve para conocerse y conocer el mundo, no para matar. La magia es un cuento para fenicios, Mora. Haz el favor de no creerte las historias de dioses que intervienen en la vida que te van a contar en Cartago, o acabarás tan perdida como ellos. Si quieres matar tienes que empuñar un arma, igual que hacen ellos: pero matar te destruye también a ti. Los poemas sirven como ayuda para sobrevivir, pero no hieren: te enseñan a conversar con los que murieron, a entender la naturaleza y ponerla de tu lado. Si necesitas huir, busca un barco..."

Lo paradójico es que, unas páginas más adelante, es Numa (ante una situación límite) la que mata al cartaginés con un certero tajo de espada que le rebaña el cuello.

Dilemas. Salud

[La ilustración, según puede apreciarse, es de Caravaggio].