lunes, 30 de abril de 2018

Dataísmo y Psicopolítica (Byung-Chul Han)

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No todo lo que sucede en la red es dataísmo, pero de una u otra forma puede convertirse en ello. La creencia de que los datos pueden servir para mejorar las condiciones de vida de parte de la humanidad es el presupuesto para el fenómeno que se va conociendo como Dataísmo o la actual revolución en internet (que tiene bastante en común con el dadaísmo). Puede decirse que constituye una segunda Ilustración, en paralelo a lo que la estadística supuso en la primera, a la que se le atribuía la cualidad de liberar al conocimiento de su contenido mitológico. El Big Data, los datos -se dice- son transparentes y fiables, superiores a la intuición o el subjetivismo. Con ellos se construye información, con la que sobran las teorías. Pasa, subrepticiamente, ella misma a constituirse en teoría absolutista, a la barbarie digital.
Una de sus ramas es el Quantified Self, la mensurabilidad de la persona, de sus pulsaciones, su rendimiento, sus sensaciones, sus estados de ánimo, hasta en la ropa. La autopercepción a través de los números. No interesa lo narrativo, la pregunta quién soy yo, sino qué hago. La acumulación de datos, el intercambio de los mismos convierte a las personas en empresarias de sí mismas, en sus vigilantes. Lleva a la esclavitud digital.
La red registra cada clic que hacemos y lo clasifica. Estos datos se depositan en empresas que están sustituyendo a las instituciones clásicas; los equipos de facebook o twitter manejan datos en mayor cantidad que cualquier departamento sociológico universitario; la empresa Acxiom, por ejemplo, sabe mucho más y de mucha más gente que el efebei y tiene clasificados sus 300 millones de perfiles en 70 grupos -clases sociales digitales-, según su tendencia al consumo. Negocian con ello, elaboran incluso prospección psicológica destinada a campañas políticas o comerciales.
Byung-Chul Han en Psicopolítica (2014) sostiene que el Gran Hermano ha sido superado por el Big Data, pues aquel controlaba el cuerpo, la Biopolítica, y este controla la psique. Y no olvida.
[Salud. A la espera de que la Vida resetee a quienes gobiernan la res publica].

martes, 24 de abril de 2018

Soltando lastre. Memorias de Alvajar

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Tertuliano se ocupa de la publicatio sui. La práctica de tomar nota de sí mismo y darla a conocer supone que pueden leerse y releerse estos textos con el fin de aprender, al igual que escribir tratados o cartas a las amistades implica intención de ayudarles y, del mismo modo, llevar cuadernos personales -y aquí las bitácoras son un tesoro- facilitan que cada cual reactive las verdades que necesita para vivir (ya Foucault lo señala en Tecnologías del yo y otros textos afines [Paidós, 1990]). Estamos con ello en el antiguo cuidado de sí mismo.
Me están asombrando las memorias de Ana MaríaAlvajar L. Jean (1918-2015), publicadas bajo el título Soltando lastre (2002), que ya revela en su rubro la intención fundamental de su autora al escribirlas: exorcizar el pasado en su conciencia. Según sucede en tantas ocasiones en este país, el asunto central sucede en unas fechas concretas: julio de 1936 cuando se produce u golpe de Estado al que sigue una guerra que durará casi tres años. Ella es más una víctima que la protagonista de lo que narra. El asunto: una familia rota, que ya no vuelve a recomponerse (y ello que ninguno de sus miembros murió, lo que no deja de ser inusual). Una familia liberal con situación cómoda, amante del teatro, la música... Su madre, Amparo, era presidenta de la Asociación Republicana de La Coruña (había sido la primera mujer bachiller de la ciudad). Su padre, César,era un reconocido periodista y personalidad pública laica (que era gobernador civil de Soria en los momentos cruciales). Su hermana mayor, Amparo, es una joven brillante, unidad al equipo de Casares Quiroga (y, más adelante, afamada traductora). Su hermana Teresa tambiénnos dejó su vida en Memorias dunha republicana.
Ana María transmite sinceridad, transido el texto de opiniones fuera de los clichés. Su mundo de cuento de hadas se truncó, su entusiasmo fue cercenado en agraz. En 1936, con 17 años, formaba parte de la Orquesta Filarmónica de La Coruña. Tocaba el violín con soltura, a cuyo aprendizaje dedicaba buena parte de su tiempo. No salió de España hasta la primavera de 1940, por lo que le tocó vivir situaciones y escenas desconcertantes con gentes que habían tenido relación con su familia, entonces en el exilio francés, en las que se desenvolvió con valentía. Al poco tiempo volvió para rescatar a su hermano. Y aquí quedó obligada por las circunstancias, pues el azar y la fortuna son personajes de estas memorias.
[Salud. A la espera de que la Vida suelte lastre en quienes gobiernan la res publica].

miércoles, 18 de abril de 2018

Genio y Mediocridad

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Esperando que las golondrinas lleguen a la ciudad y que la floración colme los cerezos de Caderechas para celebrar una tarde mi particular hanami, pensaba esta mañana soleada en la frase de Pushkin “Hay que estar de acuerdo con el genio”. Se supone que quienes albergan esta cualidad y poseen el don de la creación, de una u otra manera son gente extraordinaria y no tienen que ser juzgados con el rasero a que nos sometemos unas a otras las personas normales. ¿O no?
El príncipe y poeta romántico Piotr Viazemski (1792-1878) se quejaba ante su amigo Aleksandr Pushkin (1799-1837, pionero en la utilización de la lengua vernácula rusa) de que Thomas Moore (1779-1852), albacea literario de Byron (1788-1824), hubiera destruido a la muerte de este las memorias que el poeta le había confiado -el mismo Pushkin estuvo a punto de hacer lo propio con las suyas después de la represión de la revolución decembrista-. En contestación a su amigo aristócrata, en carta de noviembre de 1825, le reprende que se lamente de la pérdida de esos cuadernos, pues todo lo que hay que conocer del romántico inglés se encuentra vertido en su obra literaria, y el bucear por sus escritos íntimos o meterse en sus diarios satisface las curiosidades mediocres de quienes no son capaces de percibir la singularidad del genio.
“Deja la curiosidad a la multitud, hay que estar de acuerdo con el genio […] La multitud lee con avidez las confesiones, las notas, etc., pues en su bajeza se deleita con la degradación del genio, con las debilidades del poderoso. No cabe en sí de gozo al descubrir cualquier infamia. ¡Es tan mezquino y vil como nosotros! ¡Mentís, canallas! Puede que sea mezquino y vil, pero no como lo sois vosotros, sino de una manera totalmente distinta”. ¿O no?
[Salud. A la espera de que la Vida lleve el Genio a quienes gobiernan la res publica. El cuadro es El adiós de Pushkin al mar (1877) de Aivazovski y Repin].

jueves, 12 de abril de 2018

De la luna y los espejos a una Inmersión (Fulgencio Argüelles)

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No resulta fácil pasar de la prosa del asturiano Fulgencio Argüelles (1955) a otra de las que nos están esperando en el rimero de la mesilla. Me está ocurriendo también esta vez después de abordar No encuentro mi cara en el espejo (2015), y eso que resulta una narración en exceso desbordante, en la que se percibe en demasiadas ocasiones que la escritura se apodera del relato, que el escritor aplasta al narrador. Se tiene la sensación de nadar en aguas tan densas que a veces aparece la angustia de no hacer pie. Además, hay diálogos en distintos capítulos que no aportan novedades sensibles. Todo ello pareciera sugerir cansancio por mi parte ante la obra, pero no es así. El resultado global es positivo. Tiene una gran capacidad de crear imágenes, de conseguir poesía (tono y ritmo), de mezclar lenguajes en un mismo párrafo: la voz omnisciente, el estilo indirecto libre (que se introduce en las personas), las citas o reflexiones. Asunto aparte es el punto de vista que sostiene al ambientar la historia indirectamente en el inicio de la guerra civil.
De ahí -digo- he pasado a la prosa sencilla (que no simple) de Inmersión. Un sendero en la nieve de Lidia Chukóvskaia (1907-1996, que publicó las conversaciones mantenidas con Ajmátova cuando ambas buscaban a sus maridos represaliados). Aquí nada interfiere en la narración. Los hechos se suceden sin que para su comprensión tengamos que pasar por frases y frases paralelísticas. Puede darnos la sensación de que no tiene entidad su prosa, pero enseguida nos damos cuenta de que habitamos las praderas nevadas que pasea su protagonista, la traductora y escritora Nina Sergeievna, y nos solidarizamos con la percepción que va teniendo de las compañías que le han tocado en suerte en el retiro a un albergue finlandés durante el mes que le ha sido concedido por el gobierno soviético en 1949. Apaleamos con sus palabras. Sudamos con sus sueños (de muerte tiránica). Sutilezas.
Admiradora de Pushkin (“Y visitaremos los solitarios campos / los bosques, hasta hace poco frondosos, / y la orilla, para mí tan querida”), nos enseña que esa orilla es ni más ni menos que la felicidad.
¿Soy ahora su hermano? «¿Para qué, pues, acometo esta inmersión? Todo lo que vive necesita fraternidad, y yo también la busco. Escribo un libro para encontrar a mis hermanos, aunque sea en un porvenir desconocido». Pues sí.
[Salud. A la espera de que la Vida sumerja a quienes gobiernan la res publica].

jueves, 5 de abril de 2018

Eso (o Ello). Inger Christensen

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No sorprende -en todo caso, asombraría- que los versos de Vladimir Holan corrieran de boca en boca entre la población de Praga cuando la ocupación nazi o que sucediera algo semejante con los poemas de Sikelianós (musicados por Theodorakis) en la Grecia tiranizada o que en trincheras y barricadas mediterráneas se cantaran los tiempos de cerezas. Es el Sur. Sin embargo, sí que llama la atención que en Copenhague un libro de poemas constituyera un evento de una repercusión tal como lo fue la publicación de Eso (o Ello-Det- en 1969, de Inger Chistensen (1935-2009), autora de Alfabeto, que durante años sonó para el Premio Nobel, cuya impronta devino en fundamental en la literatura escandinava.
Hoy no resulta un texto asequible a primera vista. Requiere lentitud. Pero en su momento (después del mayo), en Dinamarca, sus palabras aparecieron en los muros de las ciudades como forma de protesta política; grupos de música rock cimentaron su éxito en las letras de canciones salidas de estas páginas; algunas expresiones coloquiales danesas nacieron de aquí; incluso -quién lo diría en nuestra tierra- hubo gobernantes que citaban versos en público. “Y salieron corriendo y gritaron Mirad mi corazón / Late como una frase debajo de la piel / Me gustaría tanto amar vuestra aflicción”.
Se concibe como un largo poema (de más de 200 páginas), aunque se divide en pequeños textos, nacido en la época en que el consumismo enseñaba sus garras por el Norte. “Dentro del primer consorcio hay un segundo, dentro del segundo hay un tercero, dentro del tercero un cuarto consorcio, etc. // En el consorcio n.º 1.423 hay un hombre calculando la esperanza de vida de un obrero // El hombre n.º 8.611 ha estado todo el tiempo desvariando sobre el derecho del individuo a su propia vida // Al final de todos los consorcios reunidos hay una dinastía financiera”.
Eso es un camino que nos lleva a un lugar que da sustento a todo. Es oscuro y es luminoso. Conduce a la razón y a lo inexplicable. Al miedo y a la valentía. Es matemática que celebra lo existente. Es una cosmogonía que se crea ante nuestros ojos mientras se balancea la capa de plancton que nos alimenta. “Hay manifiestos enfebrecidos / ofrendas de flores y vino // palomas revestidas de blanco en jaulas / vírgenes escondidas ocultas en ataúdes // anécdotas de caminantes / que van de embriaguez en embriaguez // hierba que vuelve verdes los cerebros / balbuceante belleza senil // en lo más hondo de la iniciativa política”.
[Salud. A la espera de que la Vida conceda eso a quienes gobiernan la res publica. La fotografía es de Michael Kellenter].