No sorprende -en todo caso,
asombraría- que los versos de Vladimir Holan corrieran
de boca en boca entre la población de Praga cuando la ocupación nazi o que
sucediera algo semejante con los poemas de Sikelianós (musicados por Theodorakis) en la Grecia tiranizada o
que en trincheras y barricadas mediterráneas se cantaran los tiempos de
cerezas. Es el Sur. Sin embargo, sí que llama la atención que en Copenhague un
libro de poemas constituyera un evento de una repercusión tal como lo fue la
publicación de Eso (o Ello) -Det-
en 1969, de Inger Chistensen (1935-2009), autora de Alfabeto, que durante años sonó para el
Premio Nobel, cuya impronta devino en fundamental en la literatura escandinava.
Hoy no resulta un texto asequible a primera
vista. Requiere lentitud. Pero en su momento (después del mayo), en Dinamarca,
sus palabras aparecieron en los muros de las ciudades como forma de protesta
política; grupos de música rock cimentaron su éxito en las letras de canciones salidas de estas páginas; algunas expresiones coloquiales danesas
nacieron de aquí; incluso -quién lo diría en
nuestra tierra- hubo gobernantes que
citaban versos en público. “Y salieron corriendo y gritaron Mirad mi corazón /
Late como una frase debajo de la piel / Me gustaría tanto amar vuestra aflicción”.
Se concibe como un largo poema (de más de 200
páginas), aunque se divide en pequeños textos, nacido en la época en que el
consumismo enseñaba sus garras por el Norte. “Dentro del primer consorcio hay
un segundo, dentro del segundo hay un tercero, dentro del tercero un cuarto
consorcio, etc. // En el consorcio n.º 1.423 hay un hombre calculando la
esperanza de vida de un obrero // El hombre n.º 8.611 ha estado todo el tiempo
desvariando sobre el derecho del individuo a su propia vida // Al final de todos
los consorcios reunidos hay una dinastía financiera”.
Eso es un camino que nos
lleva a un lugar que da sustento a todo. Es oscuro y es luminoso. Conduce a la
razón y a lo inexplicable. Al miedo y a la valentía. Es matemática que celebra
lo existente. Es una cosmogonía que se crea ante nuestros ojos mientras se
balancea la capa de plancton que nos alimenta. “Hay manifiestos enfebrecidos /
ofrendas de flores y vino // palomas revestidas de blanco en jaulas / vírgenes
escondidas ocultas en ataúdes // anécdotas de caminantes / que van de
embriaguez en embriaguez // hierba que vuelve verdes los cerebros / balbuceante
belleza senil // en lo más hondo de la iniciativa política”.
[Salud. A la espera de que la Vida conceda eso a quienes gobiernan la res publica. La fotografía es de Michael
Kellenter].
Un libro de lectura lenta, me gustan... Aunque tengo que adaptar mi nervio a ese ritmo. Estoy con uno de ellos: "Palomar" de Italo Calvino. Este me lo apunto (que bella la foto).
ResponderEliminarAbrazos primaverales!!
Conservaremos ese modo lento de leer. Merece la pena dejar que las palabras se unan a su tiempo (si es que tienen que hacerlo) en nuestro interior.
EliminarAbrazos, eso sí.
No conozco nada de Inger Chistensen y puede que para mi sea una lectura un poco difícil Ignacio. Gracias de todas formas por tu recomendación.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Otra vez será, Conchi. Aunque no hay que desesperar si no se le ve significado a un poema (en ese caso). Vamos, eso creo. Es suficiente con gozar de las palabras.
EliminarAbrazos.
Parece que sea un libro de los que nos puede desesperar por su incomprensión.
ResponderEliminarsaludos.
Puede, Anónimo. Pero compensa su belleza y valor.
EliminarSaludos.
Me has hecho pensar con ese Hoy no resulta un texto asequible a primera vista. Requiere lentitud, cuanta razón hay en tus palabras, hoy todo parece ir demasiado deprisa y parece que gastar tiempo en una buena lectura sea perderlo, cuando se trata de disfrutarlo.
ResponderEliminarBesos
Ya lo creo, Conxita, la sociedad aparta a quienes se detienen (a leer, a pensar, a observar), salvo cuando lo vende.
EliminarBesos.