No resulta fácil pasar de la prosa del
asturiano Fulgencio Argüelles (1955) a otra de las que nos están esperando en
el rimero de la mesilla. Me está ocurriendo también esta vez después de abordar
No encuentro mi cara en el espejo
(2015), y eso que resulta una narración en exceso desbordante, en la que se
percibe en demasiadas ocasiones que la escritura se apodera del relato, que el
escritor aplasta al narrador. Se tiene la sensación de nadar en aguas tan
densas que a veces aparece la angustia de no hacer pie. Además, hay diálogos en
distintos capítulos que no aportan novedades sensibles. Todo ello pareciera
sugerir cansancio por mi parte ante la obra, pero no es así. El resultado
global es positivo. Tiene una gran capacidad de crear imágenes, de conseguir
poesía (tono y ritmo), de mezclar lenguajes en un mismo párrafo: la voz
omnisciente, el estilo indirecto libre (que se introduce en las personas), las
citas o reflexiones. Asunto aparte es el punto de vista que sostiene al
ambientar la historia indirectamente en el inicio de la guerra civil.
De ahí -digo-
he pasado a la prosa sencilla (que no simple) de Inmersión. Un sendero en la nieve de Lidia Chukóvskaia (1907-1996,
que publicó las conversaciones mantenidas con Ajmátova cuando ambas buscaban a
sus maridos represaliados). Aquí nada interfiere en la narración. Los hechos se
suceden sin que para su comprensión tengamos que pasar por frases y frases
paralelísticas. Puede darnos la sensación de que no tiene entidad su prosa,
pero enseguida nos damos cuenta de que habitamos las praderas nevadas que pasea
su protagonista, la traductora y escritora Nina Sergeievna, y nos solidarizamos
con la percepción que va teniendo de las compañías que le han tocado en suerte
en el retiro a un albergue finlandés durante el mes que le ha sido concedido
por el gobierno soviético en 1949. Apaleamos con sus palabras. Sudamos con sus
sueños (de muerte tiránica). Sutilezas.
Admiradora de Pushkin (“Y visitaremos los
solitarios campos / los bosques, hasta hace poco frondosos, / y la orilla, para
mí tan querida”), nos enseña que esa orilla es ni más ni menos que la
felicidad.
¿Soy ahora su hermano? «¿Para qué, pues,
acometo esta inmersión? Todo lo que vive necesita fraternidad, y yo también la
busco. Escribo un libro para encontrar a mis hermanos, aunque sea en un
porvenir desconocido». Pues sí.
[Salud. A la espera de que la Vida sumerja a quienes gobiernan la res publica].
Después de leer la entrada, no sabemos a qué carta quedarnos. Habrá que ir a los dos libros.
ResponderEliminarSaludos.
Es una elección bastante adecuada, Anónimo.
EliminarSaludos.
Me interesa mucho esta "Inmersión", dos mujeres buscando a sus maridos represialados en la URSS de Stalin. Que duro...
ResponderEliminarAbrazos.
Casi seguro que te atrapará, Laura. Tiene contenido y forma.
EliminarAbrazos.
Interesantes propuestas Ignacio, por un lado me llama la atención ese título No encuentro mi cara en el espejo y por el otro esa correspondencia entre dos mujeres que tienen a sus parejas presas, me parecen propuestas de las que no te dejan indiferente.
ResponderEliminarSaludos
Ya lo creo, Conxita, creo que ambas son una elección acertada para cualquier época que deseemos leer.
EliminarAbrazos.