miércoles, 29 de agosto de 2018

La paloma, cartas desde la ciudad (Leena Krohn)

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Una paloma ha anidado en el aféizar de la ventana de la biblioteca en este mes de agosto. Inusual. La primera vez que ocurre algo semejante en este mundo de estanterías. Ello me remite a uno de los libros que leo este verano: Tainaron, cartas desde otra ciudad (1988) de la finlandesa Leena Krohn (Helsinki, 1947), autora reconocida en su tierra de novelas, cuentos, literatura infantil y ensayos, que elige un dístico de Angelus Silesius (1624-1677) para encabezar la obra: «No estás tú en el lugar, el lugar está en ti».
Como suelo hacer con cierta frecuencia, elegí al azar el libro en la estantería de novedades de la biblioteca (en este caso del centro de la ciudad), pensando que sería una lectura ligera, veraniega, algo fantasiosa ─elegante, por lo que pude ojear─, que me entretendría los días que iba a pasar en el pueblo frente a la seriedad del Moncayo, pero el texto ha resultado ser una reflexión sobre el modo en que se estructura la sociedad, con el toque de ironía que permite la descripción de escenas ilusorias.
Y es que se trata (a la manera que hiciera Mark Twain en Cartas desde la tierra) de las misivas (no electrónicas, y sin respuesta) que envía un personaje desconocido que ha llegado (de visita o para vivir) a una ciudad habitada por insectos, trasmutada en un lugar con alma, desde el que va revelando situaciones que no son otro asunto sino propuestas sobre la muerte, la soledad, el amor o la sabiduría. Por momentos, parece que estamos ante los coros de una obra griega clásica o la fantasía romántica.
Atrás queda el océano arqueado. La paloma ya tiene polluelos.

jueves, 16 de agosto de 2018

Felicidad (urbana)

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Parece que la felicidad nos viene cuando vivimos alguna de las variadas situaciones con las que disfrutamos (momentáneamente). Por lo general después de algunos esfuerzos (para contar con seguidores en las redes, para llegar a la arena soleada, para sentarnos a la mesa...). Poco que ver con las enseñanzas antiguas que cifraban lo estados felices con la templanza y el desprendimiento, con la capacidad que adquiriéramos de no poseer, de no necesitar poseer.
Seguramente tiene ello que ver con habernos hecho personas urbanas. Georg Simmel, en su breve estudio La metrópolis y la vida del espíritu (1903), trata de entender las mutaciones que sufrimos en los espacios de las ciudades -que heredan las que la misma ciudad sufre- y nos define como homme blasé, es decir, individuos envueltos en gran variedad de estímulos y acontecimientos ante los que nos es conveniente anestesiarnos si deseamos sobrevivir. O sea, la riqueza nos lleva a la pobreza. Somos Ulrich asomadas a la ventana en las páginas de Musil.
Nos lo dice Wislawa Szymborska en Vida al instante:
Mal preparada para el honor de vivir,
soporto con dificultad el ritmo impuesto por la acción.
Improviso, aunque deteste improvisar.
Tropiezo a cada paso en mi ignorancia.
Mi manera de hacer sabe de provincias
Mis instintos son los del diletante.
La agitación, que me disculpa, tanto más me humilla.
Siento como crueles los atenuantes.
Salud.

lunes, 6 de agosto de 2018

Wanderlust. Deleite de viajar sin destino ni rumbo

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Neb Raj Bathia nace en Pakistán hacia 1924 y, algo antes de su independencia, se trasladó a la India, asentándose en Nueva Delhi. Traductor de varias lenguas –trabajó con Indira Gandhi‒. En 1994 se pudieron escuchar sus poemas en español por las calles y plazas de Medellín (Colombia) ante un público entregado, según suele ser costumbre en este Festival. Este spanish profesor, como gusta llamarse, elabora la antología El wanderlust y otros poemas” de la que extraemos «Wanderlust. Deleite de viajar sin destino ni rumbo»:
Otra vez tengo la misma locura.
Otra vez tengo el mismo Wanderlust.
Otra vez voy con mi estado trascendental.
No sé a dónde va a llevarme mi vida.
Al salir del desierto de mis frustraciones,
me reveló que estaba siempre el destino
de mis esperanzas y mis aspiraciones
más allá de estos espejismos.
Al perderse en las nieblas de las distancias
los bellos paisajes de los caminos,
se apreció de repente la luz ligera
de tus recuerdos.
Cuando no había ni desierto ni río,
ni tierra, ni océano, ni cielo, ni Vía Láctea,
cuando tampoco existía Dios mismo, yo existía solo en el universo
de mi amor propio.
Todavía tengo el polvo del viaje en el cuerpo
y todavía estoy muy cansado,
pero otra vez tengo la misma locura en el espíritu
de lograr mi destino
y otra vez tengo el mismo Wanderlust en el alma
para viajar sin destino.
[Salud. A la espera de que la Vida nos conserve este deleite].