Me limita la sencillez
Leer en agosto, en este tiempo
aislado de la cotidianidad, sintiendo la compañía del calor del día y el
frescor de las noches, en estos días de calles semivacías. No me acostumbro a
la literatura. Me solivianta en muchas ocasiones. Desconozco si por el vacío
suyo o por el mío. Así, leo Lluvia de
hielo, de Peter Stamm, con lo enigmático de sus personajes, con la
desorientación con que se mueven en el mapa de sus páginas, y no logra
entusiasmarme.
En cambio, el lenguaje escuchado
desde la niñez tiene –para mí– calidez en su solo deslizarse musical. Por ello,
releo despreocupadamente los poemas de Ceremonia
de la inocencia, de Ángel Sánchez Pascual, transpirados de exactitud (de
lenguaje) y belleza:
Olvídate del alba y abandona
ese temblor de tanta amanecida
como llevas. Tú te hallarás más tuyo
si avanzas con el sol y con la sombra,
si sigues la creación del horizonte
como una línea al trazo de los ojos.
Déjate que te acoja la jornada,
que te aloje su huella, que te estalle
su inclinación al fin, y su declive
te clave los destellos del
crepúsculo.
[…]
Mides el miedo con amor, que más
que miedo tiene timidez, y más
que todo el mundo tus razones para
poner la vida en el perdón, y para
desprender muy de ti los que más es tuyo:
tu pureza, que es tu comportamiento
más íntimo, y es el que más estimas,
porque, ¿qué hay tan importante como
sentir la exactitud de darse limpio?
Y es que el perdón es acto que no pierde
su propio sacrificio, porque es don,
no solo ofrecimiento que produce
piedad, sino también arriesga, vence,
redime la venganza, el egoísmo,
hasta alegrar tu sangre gota a gota.
[Read es de Isaac Salazar.]