La palabra une la huella visible con la cosa invisible, con la ausente, con la cosa deseada o temida, como un frágil puente improvisado tendido sobre el vacío
(Italo Calvino)
En estos días en los que las golondrinas van dejando algo vacíos los cielos de Burgos y en los que vienen las magnolias a sus calles y parques, andamos en compañía de los pensamientos de Calvino. Y entre vuelos y nacencias nos visitan los negros sonetos del místico Jean-Baptiste Chassignet (1571-1635), así este CCCLXXXI (con traducción de Marie-Cristhine de Michel y Luis Alberto de Cuenca, en Clarín):
He
querido viajar, pero al final el viaje
me ha
hecho retirarme –malcontento– a mi casa.
He
querido quedarme a solas en mi estudio
y, al fin, la soledad me ha
resultado odiosa.
He
querido embarcarme, mas la navegación
de la
vida a la muerte me ha hecho desesperar.
He
querido, por puro placer, labrar la tierra
y, al fin, he despreciado la vida
del labriego.
He
querido probar las ciencias y las artes,
y, al
fin, nada he sabido. He corrido los riesgos
de cruentos combates: la guerra
ahora me ofende.
¡Ah, la
imbecilidad del ánimo curioso
que todo
lo desea, descontento de todo,
y, dudando, no llega a saber nada
cierto!
Lo dicho, martes y trece. Salud.
Una magnolia y una golondrina, ¿para qué la curiosidad en estos días?
ResponderEliminarLa verdad que sí, Anónimo. La labranza la dejamos para el otoño.
Eliminar