lunes, 28 de junio de 2010

Biblioteca de encuentros. La S: Soneto, Soria, Sortilegio...

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Es de sobra conocido que Antonio Machado (1875-1939) estuvo en Soria entre 1907 y 1912, y allí casó con Leonor (Izquierdo Cuevas) en 1909, una adolescente de 15 años que muere de tuberculosis tres años después. Pero ya no es tan conocido que ocho años después llegó a Soria otro poeta, esta vez cántabro, Gerardo Diego (1896-1987), también para dar clases en el Instituto. Allí permanece tres años y, en ese tiempo, cuenta con sobradas ocasiones para desplegar sus inquietudes artísticas: música y teatro (además de la escritura, claro está). Con un piano en su habitación, podían oírse sus acordes desde el parque mezclados con el bullicio de las voces y el canto de los pájaros.

Pronto traba amistad con jóvenes de la ciudad, dedicándose a organizar conciertos, a publicar un periódico satírico –La Cotorra, marzo-abril de 1922– y a organizar alguna función de teatro. En esta actividad se veía auxiliado por una inquieta mujer: Antonia -colección de flores-, la cual era hermana de Leonor. Cuando Gerardo viajaba a Madrid hacía de recadero entre Antonia y Antonio; ella le mandaba mensajes y le decía que se animara a visitar Soria algún día, pues tenía muchas ganas de verlo; él le devolvía los cariñosos saludos y dejaba abierta la puerta de la esperanza a un posible encuentro; Gerardo traía y llevaba las palabras, con la escondida desazón de saber que Antonio no volvería pronto.

Antonia, nacida hacia 1904, también murió joven, antes de que Antonio retornara. Gerardo, desde la lejanía, sintió aquella muerte:

Qué carita redonda y –ay– tan blanca,
hermana de Leonor; Antonia Izquierdo
era toda donaire. Bien recuerdo
su luz, su ingenio, su alegría franca.
Decía el verso –actriz en los ensayos–
como una flor; si es que una flor supiera
ser Serafín, Clara, si pudiera
beberle a Tirso ardores y desmayos.
Yo llevaba recados en mis viajes
de Antonia a Antonio: «¿Vuelves? Quiero verte»
y regresaba rico de mensajes,
de cariños, de asombros, de preguntas.
Pocos años después volvió la muerte
a repetir su hazaña: las dos juntas.

miércoles, 23 de junio de 2010

La Recolectora. Club de Lectura

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Construir desde la libertad no es nada vano. Constituye una de las actividades más placenteras y llenas de sentido que podamos realizar las criaturas humanas. Lo vacuo son las cadenas, aunque sean familiares. Un club de lectura es un edificio levantado con la voluntad. Así ha sido durante este año La Recolectora, sesionando en la Biblioteca Pública del Estado de Burgos. Lo hemos llevado a cabo con la aristocrática prevención de El gatopardo, al tiempo que nos mecíamos en El agua que fluye, gozando de Pura anarquía, para interpretar La reina que no quiso reinar, hemos viajado a El extranjero, y sido aplastadas/os por Las rosas de piedra, al cobijo de Nubosidad variable, buscando el enigma de La historia siguiente, y acompañar a Carmen Cinco horas con Mario, mientras escuchábamos las Opiniones de un payaso, acariciando Seda nuestra Nada, para proclamar El fin de los buenos tiempos.

Allí estábamos cada quince días, los lunes, realizando el viaje de la Asamblea de los pájaros, hasta descubrir un trono y un espejo en el que mirarnos para convertirnos en nuestras propias reinas y reyes. Tal vez, las dos faenas que presentan mayor dificultad en estos empeños sean: no confundir nuestras creencias y pensamientos con las que tienen los personajes de un libro, y abrir paulatinamente el cerco de nuestro asiento para que entre el aire que sopla desde el resto. Para ello, teníamos la ayuda de nuestro particular decálogo de derechos (eligiendo un breve texto sobre cada uno): la timidez, el deseo, la fantasía, los sonidos, las máscaras, las despedidas, la lectura, la ceguera, las historias de amor, nuestra canción. Leídas en alto, al unísono. No puede faltar una refrescante cerveza al final de cada sesión.

La abeja, desde la antigüedad, es un elemento poético. Liba por las flores para elaborar su propio fruto, su texto. De ahí que hallamos elegido la pintura rupestre (Bicorp, Valencia) de una mujer recolectando miel para representarnos. Hemos estado Noemí, Juliana, Nati, Isabel, Merche, Nati, Chus, Ignacio, Lola, Margarita, Pilar, Sara, César, Elena, Belén y Elisa.

Agradecemos desde aquí las atenciones de quienes trabajan en esta biblioteca y la comprensión hacia nuestra falta de puntualidad en la salida. Disculpas.

Club de Lectura: almáciga de libertad, cauterio de penas. Miel.

lunes, 21 de junio de 2010

Ordenar libros con sabiduría de andar por casa

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Hace unos días me topé en la biblioteca pública con una mujer que conozco no sé de qué, pero con la que me saludo siempre con agrado. Charlamos de lo que hacíamos por allí. «Vengo a buscar algo sobre Velázquez, el pintor», me dijo. A pesar de que apenas sabemos nada uno de la otra (y viceversa), me resulta una persona desenvuelta y espabilada. «Pero estamos en la zona de filosofía», le dije, «¿crees que estará por aquí?». «¡Ah! –contestó– . Esta es la sala en donde están colgados los cuadros». Sonreí al escuchar semejante razonamiento. Cuando llegué a casa, fui directo a leer de nuevo la deliciosa página en la que Albert Cohen habla de ello en El libro de mi madre (la cual creo, dicho sea de paso, que debería figurar en la introducción de todos los temarios de la cedeú). Dice así:

«No tenía el más mínimo sentido del orden y se figuraba que era muy ordenada. Durante una de mis visitas a Marsella, le compré un archivador alfabético, explicándole sus misterios y que las facturas del gas habían de ponerse en la letra G. Me escuchó con sinceridad apasionada y se puso a clasificar con entusiasmo. Unos meses más tarde, en el transcurso de otra visita, me di cuenta de que las facturas del gas estaban en la letra S. “Es que me resulta más cómodo”, me explicó, “así me acuerdo mejor”. Los recibos del alquiler no estaban ya en la A sino que habían emigrado a la Q. “Hijo mío, bien habrá que poner algo en la Q, y además, ¿no lleva una Q la palabra alquiler?” Poco a poco volvió al antiguo método de clasificación: los impresos de impuestos regresaron a la chimenea, los recibos del alquiler bajo el bicarbonato sódico, las facturas de la luz junto a la colonia, los movimientos de cuentas bancarias a un sobre donde aparecía anotado “Seguro contra incendios”, y las recetas del médico al pabellón del viejo gramófono. Cuando aludí a aquella vuelta al desorden, esgrimió una sonrisa de niña culpable. “Con tanto orden”, me dijo, bajando la vista, “me armaba un lío. Pero si quieres, lo clasifico todo otra vez”. [Madre], te mando un beso en la noche a través de las estrellas».

jueves, 17 de junio de 2010

¿Es cultura darse tortas? Boxeo

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Todo es susceptible de múltiples miradas. Alguna de las que nos llegan cambian la idea que teníamos de tal o cual asunto, o al menos suavizan, liman aristas de juicios que abrigábamos sobre fenómenos espinosos. Uno de estos casos es el del boxeo. La película Million Dollar Baby nos presenta a personajes que viven en torno a este mundo, que lo desean y, al tiempo, inmersos en la búsqueda de felicidad; personajes con tremenda humanidad, que se hacen familia allí, la familia que la vida les ha negado; el boxeo saca lo mejor de cada cual e, igualmente, les golpea con brutalidad.
Pero el boxeo es golpearse mutuamente, de consenso, ¿es ello ético? Hay quien lo defiende como un deporte más, como cultura, incluso se lleva a las Olimpíadas, ese evento que se supone es la máxima expresión de la limpieza competidora de las personas. Además de ello, mueve todo un océano de corrupción, apuestas, sobornos… Y, sobre todo, a una multitud que chilla y desborda sus instintos con la sangre.

Pensaba en ello estos días al leer un poema del argentino Álvaro Yunque (1889-1982), publicado en la hermosa revista valenciana Estudios (1928-1937), núm. 137, junio de 1935, pág. 8. Ahora parece que lo civilizamos todo.

BOXEO

Alrededor la bestia muchedumbre;
y se mueve esa boa sin cabeza.

Se agita el monstruo:
diel mil ojos fulguran terribles,
diez mil pies patean…
¡El odio vibra en el reptil acéfalo,
como si fuese una corriente eléctrica!

¡En el centro, lanzando
cuatro mazas sangrientas,
dos payasos vestidos de músculos
se golpean…!

lunes, 14 de junio de 2010

Historias de vino y chicharros en la carpintería

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En la niñez, cuando por la tarde salíamos de escuela (en nuestro pueblo de tierras del Moncayo soriano), solíamos quedarnos en la carpintería de casa mientras merendábamos la rebanada de pan con una onza de chocolate o (un día a la semana) empapada de vino tinto y espolvoreada con azúcar –¿qué dice la dietética moderna de aquella gollería?–. Allí escuchábamos lo que hablaban los hombres: hay buen tempero para sembrar, parece que el trigo ya quiere asomar, esta nevada viene muy bien para que no se hiele el nacido, pues en la mili había un sargento más malo que la quina… Al contrario de lo que pueda parecer, no era frecuente el criticar a nadie, pues al haber gente de varias casas siempre se tenía alguna relación de parentesco o vecindad con todo el mundo.

Pero la tertulia no siempre era previsible. Había días en que se contaban historias o anécdotas del pasado; así, la de aquel vecino que hablaba de cuando su abuelo arriero iba andando a San Sebastián a por chicharros frescos, llevando hacia allí aceite, en una caballería con serones; salía desde Castilruiz antes de clarear el día y se juntaba en la venta del Pontón de Ágreda con otro de ese pueblo para emprender el camino hacia el norte; lo que hoy son carreteras y caminos, entonces eran sendas o barranqueras por las que ni siquiera podía circular un carro; lo hacían en tiempo de invierno, claro, de noviembre a abril, pues no existían entonces vehículos frigoríficos que resguardaran mercancía tan fungible; empleaban un mes en cada viaje, siempre en compañía, con la navaja dentro de la faja, para sortear los peligros de las bandas que podían asaltarte en montes y caminos; con ojo avizor en las ventas donde pernoctaban, no fuera que les aligeraran la carga o les vaciaran la faltriquera.

Apenas había tebeos en el pueblo por aquellos años, pero no nos faltaban historias que contar cuando nos resguardábamos del frío, pasamontañas calado, en algún pajar ni fantasías a las que recurrir cuando nos poníamos la bota de agua caliente en los pies entre las heladas sábanas.

miércoles, 9 de junio de 2010

De huelgas, bibliotecas, salarios y... peones

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Pasada la jornada de ayer, día 8, correspondería hoy que hiciéramos una entrada en la bitácora sobre la huelga en las bibliotecas –el resto de sectores no nos concierne valorarlo–, pero no disponemos de datos sobre la misma. Únicamente sabemos de nuestra frustración ante lo útil o inútil del gesto. Únicamente comprendemos las razones para acudir o no a la misma. Pero desconocemos los motivos de fondo que llevaron a su convocatoria. Nadie nos preguntó; ninguna asociación trató de reunirnos para ver qué podía hacerse, qué medidas de protesta estábamos con disposición de llevar a término, qué alternativas proponíamos a la pérdida directa de nuestros derechos. Los sindicatos mayoritarios, esos entes de maquinaria jerarquizada, habían decidido en nuestro nombre. Y como desconocemos los motivos que les llevaron a (intentar) movilizarnos ayer, pues no podemos escribir sobre la huelga en las bibliotecas.

Con la que nos viene encima, tendríamos que elaborar una anotación sobre la bajada de nuestros salarios –los de la gente que estamos en los mostradores de las bibliotecas; los del resto de personal, no somos quién para hacerlo–, y aquí sí que disponemos de información para ello. Los medios de masas (en esas prosaicas y, con frecuencia, procaces tertulias) y la gente de la calle se despachan con aquello de que tenemos el privilegio de un puesto fijo, cumplir los horarios no es nuestro fuerte y, además, «no damos golpe». De poco sirve que argumentemos que en las bibliotecas desarrollamos nuestro trabajo (frente al público) con solvencia, tenemos un salario nada voluminoso (que nos permite vivir sin grandes dispendios) y sufrimos la sujeción de turnos semanales de mañana y tarde (que condiciona cualquier proyecto).

Pero pintan bastos. Desde dentro de nuestras instituciones siempre nos niegan el pan y la sal, poniendo especial empeño en mantener diferencias. Ahora, desde fuera, sí que nos equiparan a la hora de las rebajas.

Somos peones. De ahí que difundamos nuestra protesta por ello.

lunes, 7 de junio de 2010

Mañana alegre con trompeta

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Hoy disfrutaremos de la mañana. La rivera del Arlanzón va decreciendo en caudal y convirtiendo al río casi en riachuelo. Las ánades reales ya encabezan el desfile con sus criaturas en fila. En la ribera quedan todavía algunos narcisos de tallo alto. El blanco se entremezcla con el verde en los matorrales; se ha pasado al pan y quesitos de las acacias, a las flores de los rosales silvestres, al espino blanco -ya no volverá a helar hasta el próximo invierno-, a los hinojos y ya comienza a poblar los saúcos.

Así que hoy nos toca la música de trompeta

miércoles, 2 de junio de 2010

Morir en la mar... Literatura ciega

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Hace dos noches no pudimos dormir. Hasta el barco llegaba el sonido de secos impactos provenientes del Este. Según nos íbamos acercando, los identificamos como disparos, a los que pronto se sumaron gritos perfectamente audibles de personas. En alta mar, unos barcos estaban abordando a otro. Pronto supimos el resultado: dieciséis muertos por heridas de bala. Era un ejército contra lo que se ha llamado flotilla humanitaria. Todo un conflicto nada fácil de comprender y resolver: la Franja de Gaza –la gente de Gaza– acordonada por un gobierno exterior que le raciona los alimentos y la libertad, y por un gobierno interior que procura arrebatarle la mente y la voluntad.
Personas que matan por la orden de un Gobierno, para defender una patria. Personas que mueren por ello. Y la literatura ¿qué hace? ¿Crea ficciones fundacionales como sostenía Doris Sommer? ¿Crea heroínas y héroes con pensamientos y propósitos que se identifican con esos Estados, con estas naciones? Michel Foucoult (1926-1984), filósofo y sociólogo estricto, cuando escribía Historia de la sexualidad, afirmó que el deseo sexual podía ser la explicación de todo. ¿Tanto potencial erótico tienen los territorios y los gobiernos como para ser seguidos ciegamente?

Si fuera así, malas noticias, puesto que en lo último que se desea entrar es en la comprensión de ese deseo.