lunes, 28 de septiembre de 2015

Cumpleaños. Visor

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Tenemos la costumbre de preguntarle, a veces, a Leonor qué es lo que expresa un determinado poema. «¿Qué quieres que te diga? Si yo veo lo mismo que tú». «No sé, lo que creas que sugiere, un mensaje, algo…». Con toda su paciencia se lo lee despacio y comienza a destacar imágenes, significados coincidentes, sensaciones… En fin, que te haces una ligera idea de lo que antes te resultaba un todo caótico. «Pero no hagas mucho caso a lo que digo. El poema dice lo que está escrito, no lo que yo interpreto».
Leonor fue la que me habló hace años de Visor, prestándome El vuelo de la celebración, de Claudio Rodríguez, e Insistencias en Luzbel, de Francisco Brines. Poetas a los que no conocía de nada y que pronto se me hicieron familiares. Les siguieron Ex libris, de María Victoria Atencia, y El ojo de la mujer, de Gioconda Belli. Para agradecer a Leonor toda su maestría, le he regalado La reparación de la poesía, de Seamus Heaney (esta de la editorial Vaso Roto, colección Fisuras, pero es que me fascina este autor son su sencillez).
Anunciamos en el título que alguien está de cumpleaños. Es la Colección Visor, que tiene ahora 900 títulos en sus 46 años de existencia. Lo que comenzara en 1969 con Una temporada en el infierno, de Rimbaud, se ha extendido hoja por hoja hasta alcanzar esas obras. La que lleva el número 900 es Ojo a Visor, libro homenaje a Chus Visor, el impulsor de la editorial (coordinado por su mujer, Irene García Chacón), que incluyen algún pequeño estudio de la empresa y 75 contribuciones de gente dedicada a la literatura, con tratos editoriales, que homenajean a este hombre tenaz.
Al placer recobrado de escuchar el sonido de la lluvia
tras la larga sequía sofocante,
¿cuál otro se le iguala?
Está el aire más cierto, más desnuda la tierra,
y su olor te regresa al hueco sosegado
donde el tiempo ‒tu tiempo‒ se origina.

(dice José Antonio Mesa Turé en Alfiler y mariposa).
[Ilustración de Mareg Lamgowski].

lunes, 21 de septiembre de 2015

Mariposas blancas en un cielo azul

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Las ciudades tienen sus escritores. Conocerlas a través de sus libros es un privilegio para quienes las habitan. Quienes escriben habitualmente sobre su lugar suelen estar a gusto en él. Observan lo pequeño. Perciben temblores que se nos escapan a la mayoría de la gente, tan ocupada como estamos en resolver el día a día y caminar por lo evidente. Además, en el caso que nos ocupa, se trata de alguien que dinamiza, desde la sombra, proyectos varios. La ciudad sabe que le son imprescindibles.
Uno de los escritores de Burgos es Fernando Ortega Barriuso. Al poco tiempo de llegar nosotros a la Ciudad del Arlanzón,  topamos con Breve historia de la ciudad de Burgos (1996), asequible relato del devenir de este caserío, que tiene su complemento en Pequeña historia de Burgos para niños pequeños. Y entonces, también (en colaboración con Nestor Cerezo), Al calor de la autogestión. CYFISA, la utopía vivida, que narra el tiempo en que los trabajadores de una fábrica en quiebra la repuntan a finales de los años setenta, desdiciendo esa creencia de que aquí solo había curas y militares.
Burgos, paseos literarios (2002) es una sugerente manera de patearse la ciudad, uniendo sus calles, paseos y rincones a textos de quienes han pasado por allí. La Biblioteca Municipal ha realizado un recorrido virtual. Merecedora de figurar en cualquier institución académica es el Diccionario de la cultura en Burgos, siglo XX (completado hasta 2010) , completo mosaico de las personalidades y tendencias que se han dado por aquí y de quienes han salido fuera.

Además de otra serie de obras de carácter social, que estudian el franquismo y las luchas liberadoras de esos años, se ha inclinado en su última obra por una novela, Mariposas blancas en un cielo azul, historia de un topo de la guerra civil y posguerra, Eduardo Calderón, al que en sueños le aparecen esas mariposas, alternada la historia con la voz narrativa de su hermana, Felisa, pues ya es conocida la tendencia de que quienes escriben normalmente ensayo terminan intentando la ficción, donde siente mayor libertad (y quienes leen normalmente novela terminan leyendo ensayo).
P. D.: resulta difícil explicarse por qué hay tanta gente clamando para que le aten más corto.

martes, 15 de septiembre de 2015

Para Isabel. Un mandala

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Mis amistades saben que regalarme un libro es un pequeño fastidio y, aun así, lo hacen. No abro el cuidado envoltorio casero en el momento ni le quito, en su caso, la etiqueta de la librería con el espero que te guste. Lo dejo tal cual y lo aparto al borde de la mesa hasta que nos levantamos, después de conversar animadamente, y me llevo intacto el escondido don. Tengo en casa cuatro puntos cardinales en los que voy dejando las liberalidades. Allí permanecen durante meses y, sin preocupación, pueden cumplir el año. Eso sí, cuando les llega el turno y los leo, hablo cumplidamente con quien me lo traído.
Hace unos días cogí el envoltorio que había en el Norte. Es Para Isabel. Un mandala, de Antonio Tabucchi (1943-2012). Me lo regaló Alejandra en los idus de marzo. Lo recuerdo perfectamente. No tiene dedicatoria. Sí un pétalo de rosa púrpura en la página 62.
Sus páginas elaboran los nueve círculos de la milenaria figura, desde Evocación a Regreso –pasando por Orientación, Absorción, Reintegración, Imagen, Comunicación, Temporalidad y Dilatación–, en los que se construye la representación de una realidad. Isabel, desaparecida, atrae a Tadeus (el de los cien nombres), sumergiéndolo en una búsqueda viajera, en la que se encuentra con un determinado personaje en cada uno de los espacios circulares: la niñera de la infancia, el grupo de la resistencia a la dictadura, el carcelero, el fotógrafo, el cura, Magda, el poeta… caminando hacia el centro, el lugar donde desaparecen los caminos, el lugar donde podemos ser.
Isabel no lleva anillos. La luz rodea sus dedos, dejando las sombras en el décimo. Sus manos transmiten presencias en los breves instantes que se dan. Después, se escucha la Sonata de los adioses de Beethoven. El violín con Les adieux, l’absence, le retour.

P. D.: Resulta díficil coprender que haya tanta gente clamando porque le aten más corto.

lunes, 7 de septiembre de 2015

El futuro es un país extraño

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De entre los libros que ha dado esta casi década de crisis en nuestra sociedad occidental, el que más ha quedado en mi mesa de lectura es El futuro es un país extraño. Una reflexión sobre la crisis global del siglo XXI, de Josep Fontana (Ediciones Pasado&Presente, 2013). No sé bien la razón. Tal vez porque, en su momento, también me cautivó El pasado es un país extraño, de David Lowenthal (1988), recogiendo el verso de la canción. Así que pueden operar en mi mente afinidades estéticas que desconozco.
El libro viene a desencantarnos. A decirnos que aquella teoría ilustrada de Gibbon (1781) o de Condorcet (1795) en la que «cada edad del mundo ha aumentado, y sigue aumentando todavía, la riqueza real, la felicidad, el saber y tal vez la virtud de la especie humana» es una falacia. Ciertamente que en los últimos 250 años los avances en bienestar material, derechos sociales y disfrute de libertades han sido notables en una parte de la sociedad. Pero no ha obedecido a una regla interna de la existencia, sino a diversos factores, entre los que se encuentran las luchas colectivas y solidarias por la consecución de ello, y a las concesiones del capital ante el temor a subversiones revolucionarias, lo que tiene su edad de oro de 1945 a 1975.
A partir de los ochenta, las diferencias de enriquecimiento entre clases pudientes y trabajadoras van en aumento y, paralelamente, se forma el frente contra los sindicatos reivindicadores. La crisis de 2007-2008 monta la campaña para ir privatizando los servicios públicos, en aras a la lucha contra el déficit surgido por los abusos de la especulación financiera, apoyada desde la política, cuyo costo recae a las espaldas de la gente de a pie.
Y ahí andamos, entre la búsqueda popular de movimientos que recuperen la capacidad de presión, y los señuelos que envía el sector financiero a través de la política, los cuales parece que van ganando nuestras afecciones y pensamientos –pues ya se sabe que se actúa como se ama y se ama como se piensa.

P. D.: Resulta difícil de explicar el empeño de mucha gente en que la aten más corto.