Tenemos la costumbre de
preguntarle, a veces, a Leonor qué es lo que expresa un determinado poema. «¿Qué
quieres que te diga? Si yo veo lo mismo que tú». «No sé, lo que creas que
sugiere, un mensaje, algo…». Con toda su paciencia se lo lee despacio y
comienza a destacar imágenes, significados coincidentes, sensaciones… En fin,
que te haces una ligera idea de lo que antes te resultaba un todo caótico. «Pero
no hagas mucho caso a lo que digo. El poema dice lo que está escrito, no lo que
yo interpreto».
Leonor fue la que me habló hace
años de Visor, prestándome El vuelo de la
celebración, de Claudio Rodríguez, e Insistencias
en Luzbel, de Francisco Brines. Poetas a los que no conocía de nada y que
pronto se me hicieron familiares. Les siguieron Ex libris, de María Victoria Atencia, y El ojo de la mujer, de Gioconda Belli. Para agradecer a Leonor toda
su maestría, le he regalado La reparación
de la poesía, de Seamus Heaney (esta de la editorial Vaso Roto, colección
Fisuras, pero es que me fascina este autor son su sencillez).
Anunciamos en el título que
alguien está de cumpleaños. Es la Colección Visor, que tiene ahora 900 títulos
en sus 46 años de existencia. Lo que comenzara en 1969 con Una temporada en el infierno, de Rimbaud, se ha extendido hoja por
hoja hasta alcanzar esas obras. La que lleva el número 900 es Ojo a Visor, libro homenaje a Chus
Visor, el impulsor de la editorial (coordinado por su mujer, Irene García
Chacón), que incluyen algún pequeño estudio de la empresa y 75 contribuciones
de gente dedicada a la literatura, con tratos editoriales, que homenajean a
este hombre tenaz.
Al placer recobrado de escuchar el sonido de la lluvia
tras la larga sequía sofocante,
¿cuál otro se le iguala?
Está el aire más cierto, más desnuda la tierra,
y su olor te regresa al hueco sosegado
donde el tiempo ‒tu tiempo‒ se origina.
(dice José Antonio Mesa Turé en Alfiler y mariposa).
[Ilustración de Mareg Lamgowski].