martes, 30 de noviembre de 2010

EL LIBRINO

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Cuando todos nos anuncian el fin de los libros en papel y la llegada de innumerables aparatos electrónicos que permiten una mejor manipulación y más fácil lectura, de nuevo el papel irrumpe con fuerza en el mercado prometiendo una gran campaña navideña.

Se trata de “el librino” un nuevo formato de libro de bolsillo que permite la lectura horizontal, gracias a un cuerpo de página mayor al habitual y está elaborado en papel biblia, para ser más ligero. Todo esto hace que el libro se “más cómodo, más pequeño, más ligero y más ecológico”, o al menos esto nos dice la editorial.

Lo que si podemos asegurar es que cabe en el bolsillo de un vaquero, mide 8 por 12 cm y pesa 145 gr (tapa dura incluida).

En algunos países como Holanda, el éxito ha sido rotundo, en España hay grandes expectativas de venta, pero de momento son sólo seis títulos los que han salido a la venta hace tan sólo 6 días.

No se si el éxito está asegurado, pero si veo servido en bandeja de plata, un nuevo debate sobre la lucha entre el papel y las nuevas tecnologías.
Para mojarme un poco diré que yo me inclino por el papel y que la idea me parece estupenda, pero hay que hojearlo, ojearlo y dejarlo reposar para ver cómo resulta.

Para más información: http://www.librinos.com/

lunes, 29 de noviembre de 2010

Biblioteca Nacional, trabajo asalariado y Antonio Gamoneda

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Algunas bitácoras (hechosdehoy.com, otromadrig.org, coabdm, etc.) se hicieron eco en el pasado septiembre de una intervención inesperada que se produjo en la escalinata de la Biblioteca Nacional, el 11 de septiembre, durante los actos programados para la Noche en Blanco madrileña de este año. Una docena de integrantes del sindicato CNT, a quienes apoyó otra treintena que se había situado entre el público asistente, irrumpieron en el escenario a las diez de la noche para denunciar la situación de secuestro que está viviendo Marta, trabajadora de la empresa Indra, una de las empresas que subcontrata la Biblioteca Nacional para diferentes tareas. (Se calcula que son unas 400 personas las que trabajan en esa figura jurídica denominada cesión ilegal). Las subcontratas dejan en indefensión laboral a quienes trabajan en estas empresas; en teoría sólo tendrían que recibir órdenes de personal de la empresa, pero en la práctica suelen estar guiadas por funcionariado público del centro. Marta fue despedida sin previo aviso, por lo que denunció la situación y fue llevada a las instalaciones de lndra en Alcobendas, dejándola sin quehacer. A ella se han sumado Begoña y Sara, por parecidas denuncias.
Antonio Gamoneda −el poeta leonés− era uno de quienes tenían que intervenir en el acto, leyendo un poema de Miguel Hernández, y no dudó en expresar sus simpatías a los motivos de la interrupción −según podemos apreciar aquí−, declarando que, por encima de todo, la poesía del de Orihuela «escribe y canta desde el mundo del trabajo y desde la pobreza».

No hemos encontrado la forma de casar la igualdad que promueve la cultura con la jerarquización y privilegios de quienes la habitamos. Seguramente porque no lo pretendemos.

Salud.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Sueños en La rima del anciano marinero

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¡Soñamos tantas veces con un mundo mejor!

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) participó en la idea de una sociedad igualitaria: la Pantisocracia. Desde Inglaterra, su país de nacimiento, marchó a Pensilvania para ponerla en práctica, en unión de varias mujeres y de los poetas Robert Southey y Robert Lowell. Era una persona ocurrente y comunicadora, que podía convencerte fácilmente de lo que había ideado. Pero no le sonreía la realidad. Fracasaba con frecuencia. De hecho, se casó con una de las jóvenes con las que probaba la Pantisocracia, Sara Fricker, y…, al día siguiente de esta unión, se dieron cuenta de que no congeniaban. Al no ser partidario del divorcio, tardó en formalizarlo, a pesar de que llegaron a tomarse auténtica manía. (Su amor, Sarah Hutchinson, no le prestó demasiada atención.)

Tal vez huyendo de estos dos fracasos –el social y el del matrimonio–, colaboró estrechamente con Wordsworth (1770-1850), dando nacimiento en 1798 al influyente Baladas líricas, en la que Coleridge incluye «La rima del anciano marinero», poema en siete cantos, antecedente de otros textos de la literatura universal, tal Moby Dick de Melville. Más adelante, se daría al estudio de la filosofía y continuaría con el consumo de laúdano –opio líquido–; pero esa es otra historia y pertenece al tiempo en que Eliot diría de Coleridge que «ya era un hombre echado a perder. A veces, sin embargo, ser un hombre echado a perder es por sí mismo una vocación».

Se retorció mi cuerpo en ese instante,
con dolorosa angustia,
que me obligó a contar toda mi historia;
y después me dejó libre de pena.

Desde entonces, en horas imprevistas,
esa angustia me vuelve:
y hasta que no se cuente mi relato espectral,
me quema el corazón.

Paso, como la noche, de país en país;
tengo un poder extraño de lenguaje;


Su biznieta, Mary Elizabeth Coleridge (1861-1907), fue poeta -Anodos- y profesora en el Colegio para mujeres obreras de Londres.

[La traducción –enorme– es de José María Valverde y está en Poetas románticos ingleses (BackList, 2010). La ilustración, de G. Doré].

lunes, 22 de noviembre de 2010

Las duendes cambian nacimientos. La escritura permanece

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Los errores en Internet se dan en cascada. En demasiadas ocasiones no puedes fiarte de lo que lees. Por ejemplo, en el caso de la fecha de nacimiento de Ana María Matute, la cual nace el 26 de julio de 1925. Pues en sitios que pueden parecernos fiables (así en escritoras.com o en biografiasyvidas.com o en escritorasypensadoras.com [tan académica], por no hablar de esa conocida enciclopedia interactiva) aparece el año 1926 (seguramente porque alguien hizo coincidir [automáticamente] día con año). Este error se produce en muchas noticias sobre la susodicha autora; tantas, que ésta se aqueja de ello en la entrevista que, con motivo de la recopilación de cuentos La puerta de la luna (Destino), recientemente ha publicado un conocido periódico nacional, el cual −los duendes jugando−, en ese mismo artículo, al facilitar la ficha personal de la autora, repite el desaguisado: 26-07-1926.

Pero no nos quedemos ahí, en la anécdota. Dice Ana María Matute que ella nació escritora, que nadie le ha enseñado a serlo. Es lo mismo que nos relata Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina, 24 de agosto de 1899 / Ginebra, 14 de junio de 1986) en el prólogo a una recopilación de sus obras:
«Como De Quincey y tantos otros, he sabido, antes de haber escrito una sola línea, que mi destino sería literario. Mi primer libro data de 1923; mis Obras Completas, ahora, reúnen la labor de medio siglo. No sé que mérito tendrán, pero me place comprobar la variedad de temas que abarcan. La patria, los azares de los mayores, las literaturas que honran las lenguas de los hombres, las filosofías que he tratado de penetrar, los atardeceres, los ocios, las desgarradas orillas de mi ciudad, mi extraña vida cuya posible justificación está en estas páginas, los sueños olvidados y recuperados, el tiempo....La prosa convive con el verso; acaso para la imaginación ambas son iguales».

Seguramente es así. Aunque no se contradice con sentirse en deuda literaria con quienes les antecedieron; así lo hace Virginia Woolf (1882-1941) en el prólogo a su estimable Orlando.

[Las imágenes son de Cecilio Pla y Berthe Morisot].

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Diccionario de desenfados

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Hicimos mención, hace un tiempo, del diccionario de Les Luthiers −constructores y reparadores de instrumentos musicales−, elaborado con los términos que han ido construyendo durante más de cuarenta años de hilarantes actuaciones.

Anómalo: Hemorroides
Barbarismo: Colección exagerada de muñecas Barbie.
Berro: Bastor alemán.
Cacareo: Excremento del preso.
Cachivache: Pequeño hoyo en el pavimento que está a punto de convertirse en vache.
Chinchilla: Auchenchia de un sitio para crencharte.
Diademas: Veintinueve de febrero.
Dilemas: Háblale más.
Elección: Lo que expelimenta un oliental al vel una película polno.
Manifiesta: Juerga de cacahuetes.
Meollo: Me escucho.
Polinesia: Mujer policía que no se entera de nada.
Sorprendida: Monja en llamas.
Telón: Tela de 50 metros… o más.
Telepatía: Aparato de TV para la hermana de mi mamá.
Zampoña: Instrumento musical venenoso.


Siempre es conveniente renovar vocabulario.
Salud.

lunes, 15 de noviembre de 2010

La lágrima en la cerveza

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«La bibliotecaria salió de casa. Llevaba en la cabeza el concierto para oboe y fortepiano (Opus 35, II, Romance) de Johann Peter Pixis. Decidió que no iría al trabajo; ya la suplirían. Valeria y Alejandro estaban en la granja escuela. Genaro, ocupado fuera todo el día. Tomó el autobús 15, el circular que recorría la playa, y se apeó junto al acantilado; enfiló el sendero de la izquierda y ascendió hasta la plataforma del faro. Sí, en los próximos días fabricarían papel en la casa del pueblo: la abuela llevaba una buena temporada recogiendo trapos; el abuelo había preparado las tinas y las mazas; a las criaturas les hacía ilusión la novedad de esta antiguo obrar; y el marido, aunque a regañadientes, se encargaría de moler el material. Ella prepararía la pasta y, con la forma que había armado, la colaría con movimientos precisos para conseguir pliegos regulares, que secarían en el antiguo gallinero.

A media mañana regresó a casa y terminó de esculpir en la plancha de madera, con la gubia mediana, los adornos que llevaría su tarjeta cuando la imprimieran. Cada cual en la familia tenía derecho a elegir un texto (que ella grababa). Darían a la luz seis modelos. El suyo era éste:

Recógeme en tu voz, pues me cerca el silencio, /
y tiéndeme un azahar de lectuarios, una /
alberca prolongada que crucen surtidores, un seto /
de arrayanes.
No hubiera sido propio /
dedicarles la vida. Pero este instante sí, /
como una última puerta abierta a la hermosura, /
mientras la tarde cierra, ya con su luz en vilo, /
el pétalo final de una rosa de piedra.
(María Victoria Atencia, El encargo (de Elena Stelmokaité), en el Libro De pérdidas y adioses)

Comió cerca de las cuatro, se adormiló en la mecedora y se acerco al mar, esta vez al muelle. Paseó durante un par de horas y, algo cansada, entró en La sirena. Le sirvieron la cerveza de trigo, se acercó a la gramola, introdujo la moneda y pulsó la canción. Sentada en el taburete, recostada en la pared, según sonaban las notas fue inclinándose hacia la mesa, colocando la mejilla izquierda sobre la mano con el brazo acodado. La voz le iba subiendo desde las piernas, anestesiando los músculos, hasta que una lágrima resbaló al alto vaso de cerveza. Era Innocent when you dream, de Tom Waits (claro), que, por extraño que pareciera, a ella le sonaba a villancico».



[La oportunidad de la canción viene de Isabel. Gracias].

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Te quiero con el corazón

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Estábamos en el banco que hay junto la puerta de la cantina situada a la entrada de la playa, enganchados al celaje del atardecer de noviembre. En ambas bandas de la proa de una de las barcas de remos varadas en la arena, detacaba un nombre pintado en azul: María. El viejo pescador con el que compartíamos el porrón se señaló el centro del pecho y dijo: «Nunca ha habitado aquí nadie, excepto ella».

Inútil decirle que aquellas palabras salían de su cerebro. Para él, María vivía en su corazón.

Si leemos (o escuchamos) con cierta atención las obras de Shakespeare, notaremos que a los sentimientos los hace anidar en este órgano central de nuestro cuerpo, y no metafóricamente sino físicamente. Era creencia popular y culta en aquel siglo; venía de tiempos pasados y no ha sido corregida hasta hace poco más de un siglo. Y ello, a pesar de que Hipócrates había dejado sentado que el centro conductor de nuestra persona no es el corazón sino el cerebro.
Pero era (y es) tentador pensar lo que pensaba el mismo Aristóteles: dar la primacía a un órgano que es caliente, que se mueve, que bombea sangre, que se ubica en el centro del cuerpo. De igual modo, se creía, en la Edad Media, que los músculos son unos conductos huecos por los que viajan una serie de humores (o casi espíritus) que condicionan nuestro estar.

Así que (por si acaso) diremos sólo: te quiero.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Lo sagrado, lo profano y... la monja (Documento)

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Marina Pawlowska siente un pálpito en 1643: peregrinará durante el tiempo que duró la vida de Cristo, imitando a quien más admira. Estaba retirada como monja en el Císter y decide salir de los muros y lanzarse al mundo. Lo hará a lo pobre, con la caridad pública, según conviene a la salvación del alma.

Esto es lo que cuentan las leyendas aúreas. Y así parece indicarlo el documento que mostramos a continuación, firmado por Mariana de Austria, madre y regente de Carlos II, dirigido a Francisco Fernández de Madrigal, gobernador de Filipinas. Pero… casi nada es lo que parece. La referida monja viajó bajo la protección de reinas (entre ellas, Cristina de Suecia), conoció países, cortes, personalidades y parece que trabajaba de espía, eso sí, con mucha devoción.

«Madrid, 9 de junio de 1671.
Mariana Paulosca, de nación polaca, que dice ser monja profesa de San Bernardo, me ha representado que tiene hecho voto de peregrinar 33 años por el mundo, de que hasta ahora ha cumplido los 28 por diferentes provincias próximas y remotas, y por lo que desea pasar a esas Islas.
He tenido por bien el concederle la licencia que pide, para que pueda hacer su viaje a la Nueva España, suplicándome la mandase dar cédulas de recomendación para que, luego que llegue a ellas, le deis los despachos que fueren necesarios para que desde esas Islas pueda encaminarse a las partes donde la guiare su devoción, sin que en ello se le ponga impedimento alguno, pues su ánimo no es otro que el de hacer estos viajes en fe de la caridad y limosna de los fieles, como le ha sucedido en los que hasta ahora ha hecho, alentada de la salud y fuerzas que Dios le ha dado para ello, fiando de su divina misericordia se la continuará hasta terminar el tiempo de su romería.
Por vuestra parte, la alentaréis y consolaréis para que pueda continuar su peregrinación, que así es mi voluntad. Yo la Reina».

[Si se desea disfrutar un rato de documentos y de monjas, se puede leer a Jesús Moya, El compás de Santa Clara. Viaje entretenido por un Archivo de Monjas castellano, Villarcayo, 2010]

viernes, 5 de noviembre de 2010

CUMPLEBLOG

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Hace ya tres años que comenzó nuestro blog, Mafi, por aquel entonces Mafaldia fue la creadora y nos mandó invitación a todos los compañeros para participar.
Poco a poco unos cuantos nos fuimos animando, al principio con miedo, temor a lo desconocido y por qué no decirlo vergüenza al qué dirán, a ver si meto la pata…, que nadie sepa quién soy yo..
En un par de meses el hielo estaba roto, y de vergüenza ni rastro, qué bien lo hemos pasado, algunos post tenían hasta 60 comentarios, ¡como nos hemos reído!
Con el paso del tiempo el asunto se ha ido enfriando, las redes sociales nos han traído nuevas aportaciones y los blogs se han ido quedando en el olvido.
Ya somos pocos los que seguimos comentando, aunque seguro que muchos más los que nos siguen día a día.
Pero gracias a la frescura de Lavela y a sus valiosas aportaciones ahí seguimos con tres añitos de andadura y listos para empezar el cole. Ah no eso no, es que parece que va acompañado a lo de los tres años, no?

Felicidades

El blog no sólo nos ha aportado buenos ratos ante el ordenador, también nos ha permitido conocer a gente muy especial, con la que hemos podido compartir algún ratillo fuera de la pantalla. Hoy uno de nuestros más fieles seguidores nos ha traído un regalo y, de ahí, esta reflexión.

Gracias Miguel

jueves, 4 de noviembre de 2010

Papel y sorpresa en Samarcanda

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Samarcarda –ya lo sabemos– es el lugar en el que la Muerte esperaba a Salim. Se habían encontrado por la mañana en el mercado de Talas. La Muerte, desde la otra punta de la plaza, le hizo señas para verse más tarde. Salim sintió desfallecer. Se asustó tanto que fue a casa, ensilló el caballo y partió a Samarcanda, a encontrarse con Latifa. A media noche llamaron a la puerta de ella. Latifa salió al balcón y se encontró con que era la Muerte quien allí estaba: «Buenas noches. Busco a Salim. Le he visto durante un momento esta mañana en Talas, pero no he logrado dar con él después. Iba a decirle que este noche, a las doce, nos citábamos en Samarcarda».

Por entonces, no solamente viajaron Salim y la Muerte de Talas a Samarcanda. También lo hizo la fórmula de elaboración de papel que en China se había mantenido en secreto durante siglos. Se dice que fue el funcionario –para que luego digan– Tsai-Lung quien diseñó el invento, al pretender dar con un soporte de escritura más barato que la seda, que era donde se escribían en aquella tierra los documentos de la corte imperial de cierto valor. Tsai-Lung observó con curiosidad en modo en que las avispas construían las paredes de sus nidos: arrancado filamentos de las plantas, masticándolos y reblandeciéndolos con saliva hasta formar una pasta (a la que daban forma hexagonal) que, al secarse, quedaba muy resistente.

En el año 751, a las puertas de Talas, se enfrentaron los ejércitos árabes (en expansión hacia Oriente) con los Chinos (en expansión hacia Occidente), saliendo vencedores los primeros y aprendiendo, de unos prisioneros, el arte de la fabricación de papel. De allí pasó a Samarcanda, que se convirtió en un importante centro productor, llegando en 793 a Bagdad. En esta época se añadieron fibras de trapos a las fibras vegetales anteriores y se utilizaron molinos de agua. Ya podían nacer las mil y una noches.

[Alguna de estas cosas (y otras muchas) aparecen en el libro de Rebeca García Palomeque, Historia de… el papel, que publica la editorial La mar de fácil, la cual sigue las indicaciones de IFLA para quien tiene dificultades de comprensión lectora].

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hojas (vivas) de otoño

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No habíamos hecho mención expresa del otoño en la bitácora en esta temporada. Debido, fundamentalmente, a que en Burgos ha llegado hace escasos días y no hemos viajado en demasía. Es ahora cuando se muestra más visible en ciertas zonas y cuando, con las jornadas ventosas, el suelo se está tapizando de amarillo, siendo que el vuelo de los árboles continúa verde en otras.
Camino del trabajo, necesitamos salir de casa media hora antes que en verano. A nuestra derecha, el río; a nuestra izquierda, paseos y parque. Aquí, el otoñar triste de tilos y abedules; allí, el esplendoroso de chopos y arbustos. Las hojas, concentradas en un primer círculo en torno a un grueso ejemplar, van desparramándose en regueros por el césped, alejándonos cada vez más de nuestro destino laboral. Con la avaricia de la belleza, las cogeríamos todas, las palparíamos, las aventaríamos de nuevo. ¡No puede ser! ¡Aquellas copas anaranjadas que sobresalen por el fondo! ¡Si ayer apenas refulgían! Y hacia ellas dirigimos nuestros pasos, olvidando el reloj, desconociendo la obligación.

Moreras (nuestras preferidas) y arces llegarán a hechizarnos dentro de poco. Al caer la hoja, van quedando desnudos los brotes que se abrirán en la próxima primavera (un castaño, despistado, ha florecido en un par de ramas al abrigo).
Llegamos −sin saber muy bien cómo− al trabajo. Nos preguntan en el mostrador por algo sobre nanociencia. Sin vacilar, nos levantamos, vamos a la tercera estantería, tomamos uno de sus volúmenes y se lo prestamos mientras le decimos (bajo su acogedor asombro) que este libro enseña igual que las hojas de otoño.

[El cuadro es de Manena Moure]