Se me han vuelto a cruzar
dos libros (al igual que en la anotación anterior). Llevo un tiempo con una
selección de El peregrino querubínico (o
querúbico) de Angelus Silesius (1624-1677), poeta y místico germánico (aunque
Breslau, hoy sea polaca), que ya de estudiante publicó unos poemas con su
seudónimo. Después, en las universidades de Estrasburgo y Leiden, estudió
medicina y otras ciencias, y se introdujo en la mística judía o Cábala, en la
alquimia y el hermetismo, en un ambiente en que los Países Bajos recibían a
grupos disidentes perseguidos en Europa. Terminó de licenciarse en Padua en
1648. Vuelto a su ciudad, se le nombró médico de la corte, la que tuvo que
abandonar cuando comenzó a tener visiones y criticar el luteranismo, lo que le
volcó a convertirse al catolicismo y hacerse franciscano (con el nombre
adoptado). Trabajó para el príncipe-obispo y, tras 1671, se retiró, legando sus
bienes a orfanatos al morir. Su obra más conocida es El peregrino querubínico (1657), colección de 1676 epigramas en
pareados alejandrinos, que exploran la mística y el quietismo, y cierto
panteísmo. Admirado por Schopenhauer, Wittgenstein, Heidegger o Cioran, además
de Goethe, Rilke y Borges.
Precisamente, el segundo
libro mencionado es El Aleph,
relación de cuentos que Borges (1899-1986) publicara en 1969. El argentino, ya
en su juventud, supo de Silesius ‒a través de una mención de Schopenhauer‒ y
adoptó su (cierto) panteísmo y su tendencia a la mística, lo que reflejan
repetidamente sus obras y (en su momento) las numerosas conferencias en las que
intervenía. En estos cuentos, por ejemplo, Asterión recibe sin apenas oposición la muerte o el poeta David Jerusalem
nace en Breslau o aparecen las monedas (del alma) o…
Borges alabaría en múltiples ocasiones la noción de
poesía del silesio: «La rosa es sin porqué / florece porque florece. / No se
cuida de sí misma / no pregunta si se le ve». Y gustaba de finalizar sus
intervenciones con el epigrama final: « Amigo, ya basta. En caso de
que quieras seguir leyendo, sé tú mismo el libro y tú mismo la esencia».
Confluencias de la
estética de la inteligencia.
« Amigo, ya basta. En caso de que quieras seguir leyendo, sé tú mismo el libro y tú mismo la esencia».
ResponderEliminarEnrevesada invitación.
Ya, ebge, está escrito después de muchos años de bregar y vagar.
EliminarSaludos.
Un dúo atractivo. Silesius es una pluma precisa y perspicaz (aunque en su ámbito religioso). Borges, deslumbrante.
ResponderEliminarSaludos.
Parece que los dominas.
EliminarUna suerte.
Saludos.
He leído Aleph y me gustó mucho. No sabía de Silesius, pero si hay relación con Borges será interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya, Silesius es más conocido por su dístico sobre la rosa, del que Juan Ramón se vale para su poema.
EliminarAbrazos.
No conocía a Silesius y tampoco la propuesta de Borges, al que me he dado cuenta que hace años que no leo.
ResponderEliminarUn abrazo y muy felices fiestas
La verdad, Conxita, que Borges es un autor al que siempre tendremos a mano.
EliminarSilesius es otro cantar.
Abrazos y felices fiestas.
Conozco la obra de Borges, aunque debería decir, no lo suficiente, porque con este autor, nunca lo es. Si cojo uno de sus libros, se me acaban todas las demás lecturas, así que procuro apartarme de él de vez en cuando y ahora solo releo algún cuento o poema, reprimiéndome para no caer en el vicio de su lectura. Sin embargo, tampoco yo conozco la obra de Silesius.
ResponderEliminarGracias por recordarlo y traerlo por aquí.
Besos
Comprendo, Ele, lo que comentas de las lecturas con Borges. Da sensación de plenitud y ello hace que busquemos otros lugares.
EliminarBesos.