lunes, 17 de noviembre de 2014

Volcar amor (en uñas)

Anteayer por la tarde, mientras llovía, un camión cisterna municipal iba regando la calle carretera que linda con el costado Este de El Parral y el antiguo Hospital Militar. Debajo del paraguas, iba recordando la escena que acababa de ver: un bebé era centro de atención de cinco personas adultas, que imaginé eran abuela, abuelo, madre, padre y, es posible, tía. La abuela me había saludado tan sonriente, enseñándome a su nieto ‒Rodrigo, me dijo‒, mientras el resto asentían el amable gesto y hacían lo posible por llamar la atención de la bisoña criatura.
Me sorprendió la solicitud de la señora para conmigo, pues, desde los años que hace que la conozco, no recuerdo que nunca me dirigiera una sonrisa; es más, definiría su actitud con palabras que no vienen al caso. En ello iba pensando ‒decía‒ mientras el camión pasaba a unos metros y me vino a la mente el Stoner de Stoner de John Williams en el momento que descubre que, para él, la Universidad en la que ha estudiado y en la que le ofrecen trabajar se ha convertido en esos años, sin que fuera consciente de ello, en el hogar que no tuvo en la niñez; bueno, en el calor del hogar, pues sí que se crio su familia.
Natalie Angier en Mujer. Una geografía íntima (2000 y 2011) comienza su interesante texto relatando una escena similar a la vista por mí hacía unas horas y apunta que son las uñas la parte del bebé que mayor atracción ejerce sobre la gente adulta -zonas curvas, según escribe el poeta Jesús Lizano que son las que le atraen-. Libro el de Angier que contiene el humor necesario para que resulte atractivo y demoledor. Libro amistoso, que disuelve la tristeza de Stoner y hace entender por qué los Ayuntamientos riegan la lluvia.

3 comentarios:

  1. Bebé, Stoner, Angie... y abuela. ¡Menuda combinación!

    Gracias por hacer posible lo improbable.

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  2. De nada, todo es cuestión de lluvia.

    Saludos.

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  3. El hogar, el verdadero hogar es una cuestión de afectos. Lo demás son hostales.

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